domingo, 28 de enero de 2018

PUPITRES EN MEDIO DE LA VIDA

Los centros escolares celebraban ayer la fiesta de la enseñanza, conocida siempre como “el día del maestro”. Una jornada para reconocer la preciosa labor de nuestros docentes a favor de una sociedad mejor y cargada de posibilidades. La formación y la enseñanza nos igualan a todos.

¡Cuántos y buenos recuerdos de mi paso por la Escuela!. Tanto que agradecer a mis maestros del pueblo: a Dª Rosa María, Dª Ángela y D. Vicente; y a un maestro de excepción, a mi tío Alfonso, que teniendo yo escasamente tres años, ya me enseñó a leer, a escribir y a contar. ¡Cuánto se alegraba mi tío porque me gustara la escuela y cuánto se alegró cuando quise ir al Seminario! El maestro es testigo privilegiado del crecimiento y madurez del alumno y de la sociedad. Enseña, acompaña, corrige, educa, juega, disfruta, se preocupa, sufre y se alegra, …”todo por el alumno”. Son personas de vocación solidaria y social, ejemplos de vida y de entrega.

Nosotros, en la liturgia de la Iglesia, seguimos de cerca los pasos de Jesús en sus comienzos. Ha llamado a algunos – Pedro y Andrés, Santiago y Juan – para que le acompañen en la misión y ahora llega al pueblo de Cafarnaún, pequeño pueblo de pescadores junto al lago de Galilea. Al ser sábado, entra en la sinagoga para reunirse con los demás y escuchar el comentario de la Palabra de Dios que realizan los dirigentes religiosos. Curiosamente Él, por primera vez, comienza a enseñar, provocando asombro y admiración: “esta forma de enseñar es nueva, no enseña como los demás”. Jesús no adoctrina, sino que instruye respetando la libertad de la persona y acomodándose al entendimiento de los que le escuchan. Es un verdadero maestro que gasta mucho tiempo en enseñar a las multitudes. Algunos seguirían sus enseñanzas y otros le condenarían por cuanto decía en público y en privado.

Pero ese “enseñar con autoridad” consiste en darlo todo. Enseña la fe con su palabra y la ratifica con la vida. Transmite y enseña desde dentro, no se queda en lo exterior, no repitiendo fórmulas y tradiciones. ¡Es original!. Ejerce una auténtica vocación de enseñanza y de entrega, como nuestros buenos maestros que enseñan a tiempo y a destiempo; ¡cuántas veces ellos, al mal tiempo ponen buena cara!.

En la escena irrumpe quien viene a destruir lo enseñado porque no lo aguanta: ¡un poder inmundo!. Jesús en su enseñanza se implica y se complica la vida a favor de la verdad de un Dios misericordioso y compasivo hacia el prójimo. Como es lógico choca con “lo correctamente establecido”: el rigorismo y las normas por encima de todo; la autoridad desde el poder y no desde el servicio; la opción por lo instruido y no por la persona; las palabras vacías sin significado vital; al fin y al cabo todo lo que es una enseñanza exterior y de memoria, pero que no deja opción a la respuesta ni a la originalidad personal.

Pero Jesús no viene a destruir, sino a sanar, a humanizar, a librar de las ataduras. Él lo da todo. Enseña y se entrega y sus enseñanzas son una llamada permanente a confiar en Dios porque este mensaje es una Buena Noticia; enseña con autoridad porque lo da todo y se da en todo.

Recibimos una llamada para caminantes: necesitamos una Iglesia que enseñe de forma nueva, uniendo palabra, fe y vida; una comunidad que se abra a la alegría de dar y darse a los demás, respetando su crecimiento y su respuesta; con una enseñanza rica en gestos de vida, de misericordia y de compasión.

Una Iglesia que enseña, acompaña y se implica al estilo de nuestros maestros; al estilo de Dª Rosa María, Dª Ángela, D. Vicente o mi tío Alfonso, respondiendo a su vocación y haciendo opción por las personas en medio de la vida. 

Santa María, Virgen de la Aurora, …. Ruega por nosotros.