jueves, 1 de febrero de 2018

HERMANA ISABEL: “ESTAMOS EN LAS MANOS DE DIOS”

La fuerza la da Dios en la debilidad y a Él se le experimenta y se le vive en medio de lo cotidiano. Así podría resumir una larga y muy amena conversación con la Hermana Isabel, superiora de las Hijas de San José, aquí en Villanueva de la Serena. En esta ciudad somos unos privilegiados al compartir la fe y la vida con personas como ella, que han ido dejando tallar su vida, desde la confianza y la fidelidad, por el gran imaginero que es Dios y hoy son modelos de respuesta a la vocación religiosa.

Para Isabel todo su proceso de fe comienza en el corazón de su familia, signo de ejemplaridad. Nace en Arconada de Bureba, provincia de Burgos, a finales de 1934; su padre es obrero y su madre es la maestra del pueblo. Es la cuarta hija de cinco hermanos; dos de ellos varones y la pequeña, su hermana Carmen, profesó en las Hermanas de Santa Teresa de Jornet, viviendo hoy en Portugal. Su infancia se desarrolló en un ambiente familiar, rural, muy religioso y parroquial, y con una vida de oración en el hogar: “ todas las noches rezábamos el rosario; yo en brazos de mi padre; los misterios los rezaban mis hermanos mayores y la letanía era para mi madre”.

Por circunstancias ajenas al deseo familiar y contrariedades de la época, la familia se traslada a Pradilla de la Sierra. Su madre es la maestra de la escuela unitaria de aquel pequeño pueblo. Esta etapa, leyendo la vida desde Dios, fue para Isabel un auténtico regalo; tras varios años su madre recibe otro destino, Santa Cruz del Valle, también en la provincia de Burgos. En esta etapa se vivieron bodas familiares, nacimiento de sobrinos, la muerte de su padre y la jubilación de su madre.

Su alma inquieta la llevó a estudiar interna en Lérida, en las Hijas de San José, donde terminó Magisterio con casi dieciocho años. Aquel verano, 1953, fallece su padre y hace la opción de permanecer acompañando a su madre, ya que dos hermanos se encuentran en Madrid, otro en el servicio militar y su hermana Carmen era muy pequeña. Todo un tiempo de planteamientos de futuro: ¿ ejercer el magisterio, vida de casada, vida religiosa consagrada?, posibilidades y opciones de cara al futuro.

A los veinte y un años, la mayoría de edad de entonces, responde a su primera vocación, aprendida en el hogar familiar: maestra rural en Torrepadre, provincia de Burgos, alternando, en verano, la actividad de trabajar acompañando y educando a una niña en Bilbao. En Torrepadre anima, junto al sacerdote, una misión popular. Llegó un sacerdote misionero, carmelita descalzo, para realizar la misión y allí respondió ya a la vocación que, durante tanto tiempo, gestaba en su interior: “ me encontré cansada de no escuchar lo que Dios me decía; no me gustaba el desprecio por los demás  en el que sumerge el apego al dinero y me rebelaban, desde muy pequeña, las injusticias a las personas. El carmelita me dijo que estaba todo claro en mi vida”.
Comunicó a su madre el deseo de ser religiosa y formuló la solicitud de ingreso en las Hijas de San José desde el mismo colegio en el que estudió en Lérida. Un largo noviciado, complejo pero feliz, en Gerona; estudios de Licenciatura en Filosofía y Letras entre Barcelona y Zaragoza; votos perpetuos en Madrid en 1965 y estudios de Licenciatura en Ciencias de la Educación con su tesis la Educación en el Concilio Vaticano II”. En todo este tiempo, vida de comunidad, de estudios y formación, encuentro consigo misma y con Dios, profundizando en la vocación de servicio a los demás, especialmente a los más débiles.

En el año 1968, un destino dialogado y querido, Buenos Aires en Argentina. Once años dedicada a la enseñanza, al acompañamiento, al trabajo diocesano desde la parroquia, rectora del Colegio; todo esto en una época de guerrillas, enfrentando la vida a realidades muy fuertes, pero profundizando constantemente en la vocación de entrega.

Tras esta etapa, vuelta a España, y muchos destinos en Colegios y en comunidades: Colegio de Sanlucar de Barrameda o en Jerez de la Frontera; comunidad de Coslada en Madrid, en Bilbao, o aquí en Villanueva; en el campo de la enseñanza, de la pastoral parroquial; profesora, directora o superiora, qué más da. Su vida queda marcada en esta época en tres realidades: su trabajo con los más desfavorecidos en el proyecto hombre en Bilbao; su trabajo con chicos de la calle, junto a otras órdenes religiosas, en Ciudad Joven en Madrid; y la opción, tras un capítulo general y escuchar la voz de Dios que le decía: “en el pueblo, con el pueblo y con obreras”, para dedicarse a trabajar en Madrid con empresas de limpieza, acompañando enfermos en hospitales o sus siete años en tareas de hogar y educación de los pequeños en una familia.

Hoy desde Villanueva de la Serena, mira su vida con un profundo agradecimiento a Dios por todo lo vivido, por confiar en Él y dejarse modelar por su amor: “ cada día le digo que estoy en sus manos y lo experimento realmente en signos concretos”.

Terminamos nuestra conversación con una invitación vocacional: “ a quien quiera optar por la vida religiosa yo le diría que tenga una vida normal, de familia, de oración, estudios, amigos de su edad, vida social, y que sea importante la vida parroquial. Que tenga ganas de saber, de estudiar, de formarse, y que en su vida exista deseo de entrega y disponibilidad, escuchando siempre la llamada de Dios a compartir la vida con los demás y especialmente con los más débiles”.


Hermana Isabel, muchísimas gracias por ser tan sencilla; por tu gran sabiduría y por la profundidad de tus palabras, acompañadas por signos en la vida cotidiana.