¡ Maestro queremos un puesto cada uno en tu Reino, … uno a la derecha y el otro a la izquierda!, … nos parece curiosa esta petición de Santiago y de Juan, hijos de Zabedeo, a Jesús. No podemos olvidar que nosotros la estamos leyendo a mucha distancia del momento en el que se dice y posteriormente pasa a los escritos como confesión de la primera comunidad cristiana. No es de extrañar, por lo tanto, que los discípulos del Señor, todavía no impregnados profundamente de la mística del Maestro, intentaran aspirar a situaciones de poder.
Jesús tiene de nuevo que gastar tiempo y esfuerzos en educar y acompañar la vida de los suyos. El seguimiento al Maestro no lleva ni supone situaciones de privilegios, sino de generosidad y disponibilidad para compartir con todos y especialmente con los más necesitados. Pero no educa sólo a los dos, sino a los otros diez que en sus vidas albergaban los mismos deseos de poder, … de privilegios, ….
En esta realidad brota una de las mejores claves para vivir el verdadero ser del Reino de Dios en medio de nuestra realidad. Nosotros debemos ser servidores de este Reino en medio del mundo, pero nunca frente al mundo, ni mucho menos contra él. Muchas veces estamos ya cansados de escuchar siempre la misma rutina: el mundo vive en un relativismo moral, no existen grandes proyectos en la vida de las personas y todos son con mirada epidérmica a corto plazo, parece que estamos en una etapa de tantos cambios que mejor es permanecer en el mismo sitio y guardar silencio, … y lo peor es cuando la Iglesia – que debe ser la primera servidora de este Reino – no es capaz de vivir el ser de la “encarnación” en esta realidad al estilo de cómo lo vivió Jesús en su época.
Todos tenemos de alguna manera parcelas de poder en la familia, en nuestro trabajo, en nuestras comunidades vecinales o grupos, en las Parroquias o en la Diócesis. Necesitamos purificar nuestras intenciones, porque el tener poder es estar dispuestos a ponerse el trapo de servidor, y la misma autoridad es más sana cuando sirve, ama y se compadece de los que tiene encomendados, … si no es así, el poder es autoritarismo, y este no responde al ser y a las necesidades de las personas, sólo a la imposición irreflexiva y habitualmente llena de complejos.
Entendamos que estamos para servir a los demás, para beneficiar a la comunidad, y no para satisfacer nuestros propios intereses personales. De esta manera creceremos en nuestras propias relaciones, conseguiremos mayor confianza grupal y no estaremos recelosos ante el poder de los demás, porque siempre se acogerá como un servicio gratuito y además callado, …. Así sí merece la pena.