INTERIORIDAD Y
TRANSFORMACIÓN
Queridos feligreses y amigos:
En este tiempo ordinario que comenzábamos ayer, después
de vivir la Pascua, haremos el recorrido de Jesús en su ministerio público. Nos
acercaremos diariamente a sus palabras, sus enseñanzas, los signos que realiza;
Él va a ir sembrando el Reino de Dios en nuestra historia y en nuestras vidas.
La mejor forma de seguirlo es rezando desde la Palabra de Dios y participando
ya en la vida parroquial, especialmente en la celebración de la
Eucaristía del domingo. ¡Ánimo!
Jesús va anunciando el Evangelio por aquellos pueblos y
ciudades de su entorno. Poco a poco comenzó a ser conocido y seguido; y no fue
bien recibido por ciertos grupos sociales y religiosos de su época. En el
evangelio de San Marcos lo descubrimos hoy con claridad (Mc 12, 13-17). Se han acercado a Jesús un grupo de personas formado
por fariseos y partidarios del rey Herodes para lanzar una pregunta, e intentar
poder después acusarlo públicamente ante las autoridades.

El tema de los impuestos que había que pagar a los
romanos dividía a la opinión pública. No olvidemos que el imperio romano
invadió el pueblo de Israel en el año 63 a.C., y pasó a exigir muchos impuestos
y tributos. Se calculaba que la mitad o más del sueldo de una familia era para
los impuestos, los tributos, las tasas y los diezmos. Pero también existían los
impuestos que se pagaban al Templo.
La pregunta estaba llena de malicia. Bajo la apariencia
de fidelidad a la ley de Dios, buscan motivos para poder acusar a Jesús. Son “lobos
con piel de corderos”. Si Jesús dijera: “¡Tienes que pagar!”, podrían acusarle
ante el pueblo de ser amigo y colaboracionista con los romanos. Si dijera: “¡No
hay que pagar!”, podrían acusarle ante las autoridades romanas de estar en
contra del César. Esta pregunta te lleva a un laberinto, te mete en una
encerrona. Me da la impresión de que estas preguntas con intenciones son muy comunes
en todas las sociedades: personas que, para defender sus privilegios, incomodan
a otros para que acepten propuestas, sin tener en cuenta el bien social ni defender
la verdad y la justicia, buscando solamente sus propios intereses.
Jesús, en su respuesta, no entra en discusiones, ni da
rodeos; va directamente al centro: "¿De quién es esta imagen e inscripción
de la moneda?" Ellos responden: "¡Del César!";
a lo que Jesús les dice: "¡Dad al César lo que es del César, y a
Dios, lo que es de Dios!”. Reconoce la autoridad del César ya que en la
vida diaria era reconocida por el pueblo. Las monedas sirven para comprar y para
pagar, entre ellos los impuestos; y cambiarlas para las ofrendas religiosas por
las monedas acuñadas en el Templo. Y ahora dad a Dios lo suyo: la fe de su
pueblo elegido que os habéis apropiado con enseñanzas, normas y rituales de
separación; entregad la honestidad de vuestro corazón; vivir la justicia y
practicarla entre todos, especialmente con los más pobres y necesitados;
entregad a Dios una vida libre de ataduras; vivir la misericordia y la
compasión como frutos de una vida entregada.

Vamos a intentar vivir una propuesta para este tiempo
ordinario: la verdad del evangelio tiene que llegar al hombre de hoy. Tiene que
ocupar un lugar central en nuestra vida y en nuestra comunidad parroquial.
Necesitamos sentarnos a escuchar tranquilamente el evangelio y orar desde él. Nos
encontramos en sus páginas con el estilo de vivir de Jesús, y su forma de estar
en el mundo leyendo la historia y la vida.
¡Feliz martes! Seguimos en Fase dos por lo que tenemos
que cuidarnos desde la prudencia y el respeto. Os deseo lo mejor y os mando,
por estas vías digitales, un fuerte abrazo.