sábado, 24 de septiembre de 2011

POSIBILIDADES ROTAS O MALGASTADAS

Jesús ha llegado a Jerusalén y se encuentra en las cercanías del templo. No encuentra por las calles la acogida amistosa de las aldeas de Galilea. Los dirigentes religiosos que se cruzan en su camino tratan de desautorizarlo ante la gente sencilla de la capital. No descansarán hasta enviarlo a la cruz, pero Jesús no pierde la paz. Con paciencia incansable sigue llamándolos a la conversión. Y les propone una sencilla parábola: la conversación de un padre que pide a sus dos hijos que vayan a trabajar a la viña de la familia.
En esta serie de tres domingos consecutivos que evocan la imagen de las viñas, hoy se establece el contraste entre dos hijos (Mt 21, 28-32). Los dos son invitados por su padre a ir a trabajar a la viña. Uno de ellos responde con un “no”, pero después se arrepiente y va. El otro se muestra obediente, pero no va.
El primero rechaza al padre con una negativa tajante: «No quiero». No le da explicación alguna. Sencillamente no le da la gana. Sin embargo, más tarde reflexiona, se da cuenta de que está rechazando a su padre y, arrepentido, marcha a la viña.
El segundo atiende amablemente la petición de su padre: «Voy, señor». Parece dispuesto a cumplir sus deseos, pero pronto se olvida de lo que ha dicho. No vuelve a pensar en su padre. Todo queda en palabras. No marcha a la viña.
Por si no han entendido su mensaje, Jesús dirigiéndose a «los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo», les aplica de manera directa y provocativa la parábola: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios». Quiere que reconozcan su resistencia a entrar en el proyecto del Padre.
Ellos son los “profesionales” de la religión: los que han dicho un gran “sí” al Dios del templo, los especialistas del culto, de las oraciones y de los ayunos, los guardianes de la ley. No sienten necesidad de convertirse. Por eso, cuando ha venido el profeta Juan a preparar los caminos a Dios, le han dicho “no”; cuando ha llegado Jesús invitándolos a entrar en su reino, siguen diciendo “no”.
Por el contrario, los publicanos y las prostitutas son los “profesionales del pecado”: los que han dicho un gran “no” al Dios de la religión; los que se han colocado fuera de la ley y del culto santo. Sin embargo, su corazón se ha mantenido abierto a la conversión. Cuando ha venido Juan han creído en él; al llegar Jesús lo han acogido.
Pero no debemos caer en una moral casuística. La parábola nos habla de las decisiones humanas. Pero, sobre todo,  nos recuerda la palabra de Dios que llama y envía.
  • “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”. No olvidemos la primera palabra. El dueño de la viña es un padre. No nos trata como a esclavos o jornaleros. Somos sus hijos. Su campo es el nuestro. Por tanto, su voluntad ha de ser la nuestra. En aceptar su voluntad está la clave de nuestra felicidad. Y la clave de una sociedad más humana.
  • “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”. El Padre nos envía porque quiere. No es nuestra voluntad la que marca los ritmos del trabajo en la Iglesia y en el mundo. Pero además, no olvidemos que nos envía “hoy”. La tarea no pertenece al pasado. Ni a un futuro inimaginable. Ahora somos llamados y ahora somos enviados. Ahora se espera nuestra respuesta, porque el compromiso cristiano se mide en la acción, no en las buenas palabras.
  • “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”. En el lenguaje de los profetas, la viña representaba al pueblo de Israel. Jesús se identificó con una vid. Así que para la fe cristiana, la viña es la comunidad eclesial. Más aún, el mundo entero. Ése es nuestro campo de trabajo. Aceptar la voluntad y el envío del Padre es el signo de nuestra libertad. Y sin olvidar que Él no ha venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.