Es evidente que ante muchas preguntas que son idénticas existen respuestas muy diferentes. La clave de la interpretación podría estar en la “intención” con la que se realiza o en las “segundas intenciones que guarda”. Y muchas veces no se sabe bien que responder por aquello de “ no meter la pata” más de la cuenta, o ser públicamente correcto.
Jesús no está quitado de este tipo de preguntas y más cuando se le quiere comprometer en público para poder acusarlo y así, sea cual sea la respuesta, no se escapa. Pero a la pegunta la antecede la arrogancia de la introducción por aquellos que la realizan: “ sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad, …”. Con sutileza se está cebando el terreno con buenas palabras y alabanzas, para a renglón seguido lanzar “el anzuelo con la mordaza”: “ ¿ Es lícito pagar impuesto al Cesar o no?”.
Y según la respuesta que Jesús ofrezca ya es motivo de escándalo o de condena. Si dice que hay que pagar el impuesto al César, pone al pueblo judío en su contra, y se hermana con los romanos, enemigos del mismo pueblo; si responde que no hay que dar los impuestos a los romanos, le perseguirán por revolucionario y, en las fechas cercanas a la pascua cuando muchos romanos subían a Jerusalén para mantener el orden, él sería arrestado y condenado por romper el mismo orden constituido. Es decir, que la pregunta de los fariseos era hipócrita y mala de verdad.
Pero, mas que doblegarse ante la pregunta o el miedo, como nos pasaría a la mayoría de nosotros, él sabe que cualquier acontecimiento es bueno para sacar la verdad de fondo y anunciar y vivir el Reino de Dios. Jesús se crece ante las adversidades y pide una moneda para preguntar por la inscripción: Tiberio César, Hijo augusto del Divino Augusto, Pontífice Máximo. Con su gesto, Jesús ha situado la pregunta en un contexto inesperado, y la misma respuesta también lo es: “ Dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”.
En muchas ocasiones se acude a esta afirmación para intentar salir airosos de situaciones parecidas cuando existe el conflicto entre lo temporal y lo transcendente o lo humano y lo divino, y cuando no sabemos bien que respuesta dar.
La respuesta del Señor –“dar al César…”- es modelo de aprendizaje para situaciones parecidas. Podemos descubrir de ella algunas enseñanzas para nuestra vida cristiana:
1. Pedir a Dios Padre el regalo del discernimiento para saber responder, desde el evangelio, a las situaciones de nuestras vidas que creen algún tipo de conflictos.
2. Adquirir conciencia de la responsabilidad y compromiso que, como discípulos del Señor, tenemos en las tareas y servicios públicos. Estamos llamados a cooperar en beneficio del bien común en diferentes esferas políticas y sociales: cambios de estructuras injustas, promoción humana, opción por la justicia y derechos humanos y tantas formas de participación ciudadana para conseguir un mundo mejor. Siempre actuando desde la honradez y honestidad, en beneficio del interés común.
3. Impulsar nuestra fidelidad a la adhesión del Señor “a Dios lo que es de Dios”. Todos nuestros ideales, objetivos, proyectos deben estar iluminados por la presencia y la luz de Cristo. Los criterios del Señor, expuestos en el evangelio, deben iluminar y ser la base esencial de nuestra actuación en el mundo.