viernes, 16 de diciembre de 2011

ESTAMOS EN BUENAS MANOS

La celebración de la Navidad se aproxima a nuestra experiencia de fe y de vida, siendo normal que María, la madre, adquiera un protagonismo especial en este cuarto y último domingo de adviento.

El evangelio de este domingo nos presenta el diálogo del arcángel con María y este mismo texto es prototipo de una catequesis que quiere educarnos en ciertas claves: apertura del corazón, fe seria, acogida y confianza en la palabra, y aceptación de la voluntad de Dios.

Una fe seria que lleva a María a confiar plenamente en Dios en medio de las dificultades e incluso incomprensiones que le presenta el mensaje y la misma Palabra. Pero toda esta experiencia la lleva a mirar y aceptar este misterio desde la Alianza de un Dios cercano con la persona y con la vida del pueblo que espera lleno de confianza en este Dios que siempre cumple sus promesas. Y la experiencia en su vida la llevará a acogerlo en la humildad del nacimiento, la abnegación de la vida oculta en Nazaret o acompañándole en el anuncio del Reino de Dios que se abría paso en la historia de la humanidad.

Vivió con gratuidad la apertura del corazón. Ella es la esclava del Señor que ofrece su vida a la voluntad del Padre, desde la misma humildad que siente y vive en su interior. La oración de María presupone un estado permanente de silencio interior para acoger la Palabra y darle respuesta, con disponibilidad y desprendimiento, no sólo en este momento clave de su vida, sino durante toda su vida.

Y así el Concilio Vaticano II nos la presenta como “modelo y prototipo para la Iglesia”, como la mujer humilde y alegre que acepta y acoge a Dios en su vida. Desde aquí, aceptemos ciertas claves para vivir la fe y la vida en este tiempo de adviento:

-         Vivir el regalo de la alegría como gozo en el interior de sentirnos pensados, queridos, y acompañados por un Dios Padre que jamás se ha olvidado de nosotros.  Cuando se pierde esta alegría la fe se hace más difícil y casi todo se mira con ojos de oscuridad y penumbras, viendo sólo lo negativo que acontece, y olvidamos que este tiempo es historia de salvación y de vida. No podemos perder la alegría de la fe porque ésta pierde su frescura y llega incluso a enfriar las relaciones entre los mismos creyentes.

-         Vivir con valentía porque el miedo nos paraliza ante un futuro que se presenta cada día más incierto; incluso miedo a nuestra propia debilidad humana. “Jesús también se hizo débil”, y vivió esta misma debilidad humana, con aceptaciones y con rechazos, … pero lleno de valentía y de honestidad en la Palabra y en los hechos de su misma vida. El miedo nos paraliza y nos impide mirar el futuro con esperanza. María nos invita a vivir con la confianza puesta en la voluntad del Padre y sin miedos al futuro porque Él se complica la vida con nosotros, y nos quiere libres, incluso de miedos, para estar con Él.

-         Y sembrar esperanza. Nosotros vivimos desde una religión de promesas cumplidas, no de juicios realizados. No tenemos que juzgar el mundo, sino llenarlo de razones para la vida y para la esperanza. Y creer profundamente en “la levadura en la masa”. Como dice José Antonio Pagola “estamos en buenas manos, porque Dios no está en crisis”. Tenemos que ser nosotros quienes le presentemos con las claves de la Virgen: fe en Él, esperanza plena en su Palabra, abrir de par en par las puertas del corazón a su voluntad, y vivir nuestra filiación con una profunda alegría.

¡ Feliz último domingo de adviento!