viernes, 17 de febrero de 2012

JESÚS NO SÓLO CURA, ... SANA LA VIDA ENFERMA

Ruinas de la casa de Pedro en Cafarnaún
Jesús vuelve a Cafarnaún, un pueblo de pescadores junto al Lago de Galilea. En este lugar vive Pedro y en el mismo es donde cura a su suegra y la levanta de su enfermedad. Este pueblo tiene una gran sinagoga en la que se enseña y se ora en tiempos de Jesús, pero él prefiere quedarse en la casa, y ya no hay sitio ni en la puerta, desde donde propone la Palabra; este evangelio, esta buena noticia, que no puede callar en su interior sino que tiene que fluir con toda la fuerza en aquel lugar y ante tanta gente que se agolpa para escuchar un mensaje; y una palabra nueva que conecta con sus inquietudes religiosas y vitales.

Y ante él, llegan cuatro llevando un paralítico, pero la enseñanza ya ha comenzado y ellos han llegado tarde. No pueden ni entrar, ni acercarse. Otra dificultad, unida a la postración de aquel hombre enfermo e impedido, y alejado de Dios y de los demás. La cultura judía había asociado “enfermedad” y “pecado” hasta el extremo de llegar a estigmatizar a los enfermos como pecadores. Por el otro lado, eso significaba que la sanación sólo podía ser tal si iba acompañada del perdón: curada la raíz –el pecado-, el cuerpo recuperaría la salud. El enfermo, además de afrontar su dolencia, debía cargar con el sambenito de pecador.

Pero la dificultad no paraliza a los que portan al enfermo, … existe afán de superación, de búsqueda del sentido de la vida para aquel hombre. Hay que llegar hasta el Señor porque ante él nunca nos sentiremos ni estigmatizados, ni con el sambenito a la espalda. Necesitaban al Señor en el corazón de su vida diaria, … necesitaban esa experiencia de Dios en medio de sus dolencias, … y había que llegar hasta ÉL. La búsqueda les pone en camino y el encuentro les hacen quitar las barreras de la dificultad.

Jesús quiere sanar la vida de aquel enfermo, … y las primeras palabras: “Hijo, tus pecados quedan perdonados”. Dios no te condena, Dios te ama; Dios no habla mal de ti, te da el perdón para que te sientas mejor; Dios no te castiga con la enfermedad, te libera de la lectura que se hace de la enfermedad; …

Ruinas del pueblo de Cafarnaún
Y salta la sabiduría del escriba, del conocedor de la ley, … “este blasfema”. Hay dureza de corazón, y cerrazón para no abrir la mente y el corazón a un Dios nuevo, diferente, y por supuesto atractivo. Y Jesús, que había sanado el pecado, que había sanado a la persona, el interior del paralítico, … viendo la fe de los que lo llevaron, ahora cura la enfermedad, la debilidad, la postración, … lo devuelve nuevo al camino de la vida, .. pero con una gran verdad en el signo que no es otra que demostrar la presencia de este Dios diferente en la vida de los más necesitados y de los que más sufren.

Hoy nos dirige la misma Palabra, acompañada por la del profeta Isaías, “algo nuevo está brotando, ¿ no lo notáis?”. Necesitamos descubrir los signos de Dios en los signos de cada día: personas que cargan las camillas y sufrimientos de los demás en nuestras propias realidades: enfermos, impedidos, solos, en paro, …; voluntarios que gratuitamente entregan tiempo y bienes a los más pobres; catequistas que enseñan la Palabra desde la sencillez de su vida entregada; experiencias de Dios en personas que día a día transmiten esperanza, a pesar de dificultades serias; …

 Y aun sin darnos cuenta, podemos acomodarnos o instalarnos incluso en nuestras “camillas”, en nuestros malestares y problemas. La invitación es a ponernos en pie, a caminar. Por eso, quizás podamos empezar preguntándonos si no nos hemos acostumbrado a alguna “camilla” que nos paraliza. ¿Cuáles son, en este momento de mi vida, las “camillas” en las que permanezco echado? ¿De cuál tendría que “levantarme”? ¿Estoy “tendido” o en pie?  “Levántate, toma tu camilla y echa a andar”.