Solemos hablar en Pascua del valor incalculable de la esperanza, pero quizás pocas veces del valor de la Confianza. Y en la escena del evangelio de hoy nos encontramos con un Resucitado que confía plenamente en sus discípulos a pesar de ver en ellos las huellas del miedo y de las dudas. Estos mismos recelos que por otro lado son lógicos en su experiencia vital, ya que la muerte de Jesús les ha encerrado en su mundo y ha roto cualquier tipo de expectativa que ellos tuvieran en la vida. Están llenos de silencios, rotos por dentro, albergando temores, … con una gran dosis de incredulidad.
Y la Confianza de Jesús en ellos les va a hacer ser sus Testigos en medio de este mundo. De nuevo creemos y aceptamos un Dios Padre que es desconcertante, ya que su debilidad es más fuerte que la fuerza de los hombres. Y ahí están las primeras palabras del Resucitado, “paz a vosotros, ¿ porqué surgen dudas en vuestro interior?”.
Ellos lo reconocen y nos invitan a reconocer las huellas del Resucitado en nuestra historia personal y comunitaria. Necesitamos reconocerle vivo en medio de nosotros y no ocultar su rostro cuando vivimos desde recelos o conflictos con los demás; cuando la tristeza y el desánimo rompen nuestra interioridad y apartan de nosotros la misma paz que brota de la fe; cuando no ponemos a los demás y especialmente a los más humildes como protagonistas del evangelio y queremos apropiarnos solamente nosotros del mensaje del Reino; … la misma incredulidad para aceptar los signos de Dios en nuestra vida cotidiana en lo más pequeño y sencillo de la misma vida; cuando acusamos y juzgamos pero no sembramos perdón o compasión; …. ¡ Qué difícil es ser así Testigo y qué difícil será ganar en Confianza delante de Dios y de los mismos hombres!.
Ellos miran sus manos y sus pies, … los signos claros de la Humanidad de Jesús, … y las heridas del crucificado, … las huellas del que ha amado hasta el extremo. Las mismas manos que perdonaron a la mujer pecadora, que levantaron de la cama a la suegra de Pedro; las que abrazaron a los niños y repartieron el pan en la montaña; o aquellas que hicieron barro para dar la vista al ciego; …. Y los mismos pies que caminaron por la Galilea de los gentiles, y llevaron su persona por aquella geografía para sembrar el Reino en medio de la vida. Este es el Señor reconocido en medio de ellos como el Resucitado.
Este es el resucitado que nosotros debemos descubrir vivo y presente entre nosotros. Este mismo Señor nos muestra sus manos y sus pies para reconocerle en las manos y los pies de sus servidores y de la misma humanidad, porque tenemos que prolongar su presencia en medio de este mundo, y es mucho lo que hay que hacer, vivir, trabajar y contagiar para que el Resucitado siga siendo conocido y seguido. Somos sus testigos pero le necesitamos a Él y volver a vivir una conversión cada día más plena hacia este hombre resucitado que es el mismo crucificado. Las huellas y los signos de su amor serán conocidos y seguidos cuando nuestros signos y huellas sean reflejo e irradiación de las suyas.