sábado, 9 de febrero de 2013

...... REMA EN EL MAR DE LA VIDA !!!


En las páginas evangélicas la presencia del mar es muy constante y cercana. Jesús pasará mucho tiempo junto a ese gran lago de agua dulce, llamado mar de Galilea, o el lago de Tiberiades. En este espacio se va a encontrar con la muchedumbre que deseaba escucharlo, y con esa minoría que le va a seguir hasta el final, como son algunos de sus apóstoles.

 El mar en el evangelio evoca un espacio de trabajo, un lugar de encuentro, de llamada, de transformación de la persona, de invitación personal, de renuncia y seguimiento, de reconocimiento, … y en este lugar está Jesús, presente en medio de la noche y en la claridad del día; Jesús a este lugar  llega, lo bordea, lo cruza, … se siente bien en este espacio.

 El mar en el evangelio simboliza nuestro mundo, nuestra realidad, … en ella estamos nosotros. Y una realidad que pasa por un momento crítico, tanto humano como religioso: “ Toda la noche pescando y no hemos cogido nada”. Parece que estamos como Pedro cansados de todo, defraudados, débiles, con miedos y temores. Hay una crisis económica que cada día asusta más y se está llevando por delante a más gente, siempre a los más pobres; hay una crisis espiritual y de seguimiento de Jesús que no hace que nuestras comunidades sean auténticas realidades transformadas por el evangelio; una crisis vocacional en la que no somos capaces de llegar a los más jóvenes con una propuesta clara que les anime a creer más en Dios y a iniciar procesos en sus vidas; … en el fondo una gran crisis de fe; es algo así como si nuestra realidad, nuestro Occidente estuviera cansado y envejecido de golpe, con la sensación de bregar y con las redes completamente vacías.

 Y aquí aparece la llamada del Maestro: “ Rema mar adentro y echa las redes para pescar”. Una doble invitación, … la primera es que el cansancio no nos paralice y el fracaso no nos desaliente. No podemos quedarnos parados en esta realidad que vivimos porque somos invitados a mirar hacia delante, somos convocados a remar en el mar de la vida, con olas gigantescas y en un mar de profundidades y de riesgos. Y la otra invitación es echar las redes, desde la confianza en Dios; desde la Palabra de Jesús, en nombre de él; desde una experiencia profunda de fe que nos transforma; las echamos en su nombre y no en el nuestro, con una invitación a toda la comunidad de bautizados.

 Creo personalmente que, en muchas ocasiones, estamos más preocupados por nuestras redes que por las del Maestro. Preocupados por nuestros planes pastorales y nuestras liturgias; preocupados por nuestras reuniones y por nuestras palabras; más preocupados por nuestros templos que por la misma Palabra de Dios, …. ¡¡¡Y así nos va!!!. Invitamos más en nuestro nombre que en el nombre de Dios. Escribía el recordado consiliario de la JEC de Canarias José Alonso que “muchas veces hemos sacado la barca a la orilla y nos hemos quedado cantando nuestras liturgias, tejiendo nuestras meditaciones, hilando nuestras terapias con la barca amarradita a tierra firme, mientras el leve balanceo nos ha ayudado a dormirnos y a olvidarnos de que existe el mar de fondo, el horizonte. Nos hemos dedicado a pasarnos la gente de una barca a la otra. Nuestro trabajo apostólico se ha reducido muchas veces a “pescar en pecera”.

Cuanta razón tenía este buen sacerdote. Pero, ¿quién pesca mar adentro? ¿Quién se preocupa de tantas personas que necesitan la Palabra de Jesús? ¿Quién irá hacia ellos? ¿ Quién evangelizará y anunciará en su nombre?

Realizarán la misión personas transformadas como Pedro, a los que no les da miedo el trabajo, ni el riesgo, porque las redes se echarán en el nombre de Jesús y no en el propio. La confianza en Dios transforma a las personas. Pedro se arrojó a los pies reconociendo su misma obstinación. Y en aquel mar concreto de la vida nace el seguimiento, nace la certeza del encuentro con Dios, brota la sorpresa de la fe que transforma por completo los intereses de la vida: “ Sacaron las barcas a tierra y dejándolo todo, lo siguieron”.

 Abrieron sus vidas a la experiencia de lo desconocido. Sintiéndose frágiles y débiles se arriesgaron a dejarlo todo y a seguirle. Ellos comenzaron a pescar en el mar de la vida, que siempre es un mar de altura, … y tuvieron sus fracasos, sus ilusiones unas veces cumplidas y otras no, sus incomprensiones ante la novedad del Reino de Dios, su fidelidad al Señor y el anuncio posterior del descubrimiento de la su fe; … tuvieron que superar miedos; educaron sus vidas en “el último que es el primero”; heredaron una fe que hicieron propia y personal y se comprometieron con ella hasta el final.

 Y todo nació por una invitación en aquel lago de Galilea, …. ¿ te sientes invitado por el Maestro en este gran mar de la vida?