¡Qué
jornada más intensa la de hoy! Todos los días tienen sus cosas, la mayoría bien
programadas y después están las que surgen, sin esperar, en la vida parroquial y pastoral.
Comenzaba
el día, después de rezar laudes, caminando hacia las Religiosas Concepcionistas
para celebrar la Eucaristía. Este
espacio siempre me aporta paz y, aunque temprano, es la eucaristía que se
celebra con más sosiego y tranquilidad. Siempre digo que es un lujo y un regalo
que el Padre me ha dado en esta etapa de mi vida.
Y
me marchaba a preparar todo lo necesario para la reunión con mis compañeros
sacerdotes del arciprestazgo porque hoy tocaba en la casa de iglesia de la Parroquia de la Asunción. Y qué bien sienta, en
la acogida de los hermanos, sentarse con ellos, tomarse un cafecito o un zumo
con sus respectivos dulces y alguna que otra golosina. No es que yo lo haga
mejor que nadie, … lo hacemos todos los compañeros siempre que acogemos a los
demás en la reunión mensual del equipo arciprestal.

Pero
este café me lo tuve que tomar sin ellos porque despedíamos cristianamente en la Parroquia a nuestra
hermana Lorenza. Una mujer fuerte, dulce en el trato con los demás, y cercana
en su Parroquia. Reconozco que a mí me apreciaba de verdad y encima la veía con
asiduidad, no sólo en la
Parroquia, sino el su calle porque era vecina de nuestra casa
de la Iglesia. Rezábamos
por ella creyendo en la vida que no termina y que Dios Padre da a sus hijos,
desde la Palabra
de Dios y la misma oración de toda la Iglesia; además de orar por sus hijos, nietos y
hermanos, acordándonos especialmente de su esposo al que hacía también hoy dos
años que marchaba hacia la casa del Padre.
Me
incorporé a la reunión agradeciendo la presencia de Manuel Ruíz, vicario episcopal
de nuestra diócesis, que nos hablaba de los archivos diocesanos y de los libros
parroquiales. Y agradecí su presencia porque hacía tiempo que no hablaba con él
y lo saludaba, recordando cuando viajábamos casi juntos a las reuniones de
arciprestes cuando me encontraba en Jerez de los Caballeros.
Al
marcharse Manuel, porque tenía retiro de cuaresma en su arciprestazgo, nosotros
iniciábamos nuestra oración en grupo. Muy sencilla pero muy participativa.
Ayudados por el salmo “Me sedujiste Señor”, y la palabra del evangelio “ éste
es el Cordero de Dios” hemos puesto encima de la mesa la primera llamada que
recordábamos que Dios nos realizó para invitarnos a ser sacerdotes. Es curioso,
cuando se ora así, con paz y tranquilidad, salen nombres de personas, de
compañeros, de momentos que en nuestra vida son irrepetibles e inolvidables,
momentos de debilidad de los que Dios se ha servido, …. La primera llamada, la
ilusión y la formación por delante, tus amigos y compañeros de Seminario, … y
la misión como futuro de vida y como reto ministerial.

Seguimos
trabajando la carta que D. Santiago nos envió a los sacerdotes como otro
espacio necesario en la reunión para formarnos y compartir; ya hemos programado
y coordinado todas las celebraciones comunitarias del sacramento del perdón en
nuestras parroquias para ayudarnos entre todos; y programamos los primeros
pasos para el encuentro diocesano de jóvenes a celebrar el día 16 de marzo.
Y,
desde aquí, casi a las tres de la tarde, compartíamos la comida en un ambiente acogedor
y alegre, … sin hacer quinielas sobre el futuro Papa, aunque alguna broma si
salió, desde el máximo respeto, …
A
las cinco de la tarde iniciábamos la reunión del Consejo Arciprestal de
Pastoral con el tema de fondo de los primeros pasos en la fe. Un diálogo rico y
con algunas propuestas concretas para trabajarlas en las comunidades
parroquiales. Y a las seis y media tenía la reunión con el grupo de jóvenes de
iniciación a la JEC
dando los primeros pasos en la herramienta de la revisión de Vida. Estos
chavales son participativos, son alegres, … y te atropellan porque no se
callan. Son unos cracs. Y de ahí, a la misa de la tarde con la comunidad
parroquial y a tranquilizarme un poco y rezar al Padre dando gracias por todo
lo recibido en el día de hoy. ¡ Qué día!,
… hoy duermo del tirón, seguro.