lunes, 13 de mayo de 2013

EN LA ASCENSIÓN, ... ¡GRACIAS HERMANA MARÍA LUISA!


 La celebración de la Solemnidad de la Ascensión del Señor en la Pascua es la culminación del proceso del Señor en la tierra que comienza justamente con la Encarnación, prosigue en el anuncio del Reino de Dios, pasando por su muerte y resurrección y se hace realidad en la llegada definitiva con Dios, su Padre. Y desde ahí con nosotros todos los días hasta el fin de este mundo.
¿ Cómo queda la realidad de aquella primera comunidad cristiana? Como los que, en un momento determinado “han de dejar el nido” para adentrarse en la historia de los hombres siendo testigos privilegiados de lo que han visto, han oído, han experimentado y han orado, junto al Señor y entre ellos. Han de ser testigos de una Buena Noticia, la del Evangelio, por todo el mundo. El mismo Jesucristo les da la respuesta: Vayan y hagan discípulos bautizándolos en el nombre del Padre…
La Ascensión nos hace recordar gozosamente la misión que Jesús nos encomienda a cada uno de nosotros, aceptando y sabiendo que no vamos a estar solos. Él nos acompaña; y nos ayuda la fuerza del Espíritu Santo en medio de nuestra debilidad. Pero siempre será una llamada a nuestra Iglesia, a nuestra Comunidad, … a no permanecer solamente mirando al cielo, sabiendo que hay mucho que hacer y que sembrar en esta tierra; ante todo, ser testigos de la experiencia de Dios y ayudar o motivar a otros a que vivan esa misma experiencia en sus vidas.
 
Y como signo de la madurez de la Iglesia, la madurez de los testigos, lo celebramos hoy en la vida sencilla y callada de nuestra hermana María Luisa. Ella es un signo de esta generosidad en la vida de los testigos del Reino, que sin importar más ganancias que a Jesucristo, experiencia de Dios en la vida, consagraron a Dios y a la Iglesia (por lo tanto a nuestro mundo) sus vidas. Y hoy celebramos con ella, con su Comunidad, con su familia, con toda la Iglesia, sus cincuenta años de vida consagrada contemplativa en la Orden la de Inmaculada Concepción de la Virgen María.
Abrió sus ojos a la vida en el pueblo de Campanario y en el corazón de una familia cristiana. Vivió su primera comunidad numerosa en el propio hogar, con sus padres y sus cinco hermanos. Y sintió muy joven la llamada del Señor a seguirle de otra forma, … ni mejor ni más meritoria que otras, … sencillamente había que responder. Comenzaron sus primeros pasos de vida religiosa en Cabeza del Buey, hasta que realizó su noviciado en este Convento de Villanueva de la Serena donde profesó solemnemente su vida consagrada. Ha estado en los conventos de Valencia del Ventoso, de Sevilla, … pero prácticamente la totalidad de su vida consagrada la ha vivido y la sigue viviendo en este Convento de la Inmaculada Concepción.

“Sólo amar es mi ejercicio”, … bonito lema que escuchó el día de su profesión solemne y que le ha llevado hasta hoy. Los que la conocemos, los que la queremos, sabemos que este lema intenta hacerlo realidad y vida, desde la misma debilidad, entre sus hermanas y su comunidad. La Hermana María Luisa es una mujer alegre, con una sonrisa casi permanente en su cara; es una mujer feliz por ser religiosa contemplativa; es profundamente familiar con su comunidad y con todos nosotros, … aprendió bien en una familia muy numerosa; y ella sabe mejor que nadie que la vida religiosa es significativa e importante no como fuga de este mundo y de esta historia (del mundo y de la historia no se huye), sino como fermento y empuje dentro de la misma historia, con momentos más claros y otros más oscuros, pero queriendo ser sal y luz, levadura del Reino, en nuestros días. Ella, junto a sus hermanas de comunidad, viven ese amor apasionado por Jesucristo y por la humanidad, para ahondar en la experiencia de Dios, como experiencia fundamental en su misma vida.
Querida hermana María Luisa, la vida contemplativa tiene al Señor como centro, y siempre nos sorprende. Deseamos amar cada día más al Amor con mayúscula que se fija y acoge la debilidad y la fragilidad, la sencillez del convento, el silencio orante y la escucha atenta, el trabajo cotidiano, la oración permanente, la dedicación a las demás, la vida comunitaria,… el vaso frágil para que recibir la gracia del Padre y ser testigos de la fe y de la fecundidad del Reino de Dios en nuestra historia cotidiana.
Por todo esto, querida hermana, muchas felicidades, … muchas bendiciones del Señor en este día de la Ascensión para tu vida y para esta querida comunidad. Pide al Padre lo que más necesites, … y pídele por la vida consagrada. Hoy la vemos, y queremos mirarla de otra forma, … no sois personas ocultas en murallas ni en fortalezas infranqueables; … hoy sois reflejo de un Dios peregrino que nos ama en pequeñas tiendas de campaña, pero que nos quiere fieles a los carismas propios y a plantarlos en el humus, en la tierra fértil, de este mundo, para que crezcan, inviten, sean fructíferos, y engendren nuevas vidas consagradas para la misión del evangelio.

En ti sabemos que la vida contemplativa es signo de Dios, fruto del encuentro con Él y con los demás, … y búsqueda permanente de felicidad en Dios y en tus hermanas. Que el Espíritu Santo, que crea, recrea, transforma y hace nuevas todas las cosas siga siendo el gran impulsor de tu vida y de las nuestras, para ser fieles al Padre, y siempre al servicio de este Pueblo de Dios y de los hombres.
Gracias por tu vida, por tu respuesta y por tu entrega permanente. Que la Madre santa Beatriz de Silva, siga acompañando tus pasos, e intercediendo por vosotras para ser respuesta generosa y agradecida a los planes de Dios en nuestros días.