Tras
las celebraciones solemnes en la
Iglesia de estos últimos domingos, llegábamos hoy a las
lecturas bíblicas del domingo décimo del tiempo ordinario. Reconozco que me hacía
un poco de falta, a título personal, volver a retomar el evangelio continuado
de cada domingo. ¡Y qué forma de proseguir esta lectura! … San Lucas nos deja
un pasaje que bien es una perla en nuestra reflexión personal y comunitaria. De
todo lo que se puede reflexionar desde esta Palabra, yo me quedo con tres
claves que considero importantes y muy necesarias:
- Primera
clave: Jesús se acerca voluntariamente a la pobre viuda que sufre y llora por
la muerte de su único hijo. Nosotros creemos en un Dios encarnado, no
encumbrado a las alturas; que se encuentra al nivel de la gente de su tiempo y
del nuestro, y que es solidario con nuestros sufrimientos y pesares. Creemos en
un Dios que no se olvida de nadie, y aún menos de los más pobres, sufrientes y
necesitados. Un Dios, en Jesús, cargado y lleno de sentimientos de humanidad,
de cercanía, de fraternidad, de amor compasivo y servicial, … un Dios a la
altura ( “¿bajura?”) de cada uno de nosotros. ¿Porqué predicamos tanto ese Dios
misterio, todopoderoso, encumbrado, …. cuando la vida de Jesús es tan cercana,
tan humana, tan solidaria, tan encarnada, …? Creo que necesitamos revisar
nuestra pastoral y revisarnos un poco a cada uno de nosotros para andar los
mismos pasos del “que siendo rico, se hizo pobre, y pasó sirviendo como uno de
tantos”.
- Segunda
clave: Este Dios, en Jesús, hace una opción desde la compasión, por la vida. “Mujer no llores, … contigo hablo, ponte en pié”.
Una compasión que habla con el que sufre, con el que lo pasa mal, con el que
tiene dificultades, con las carencias y sinsabores de la vida; no es una
compasión que hace oídos sordos o que se complica con largos discursos. Llega
al ser del que sufre y, en esta realidad concreta, le abre las puertas de la
vida. Y esta sí que es una verdad de nuestra fe cristiana: la compasión siempre
entraña y crea vida, por pobre que pueda parecer o por poco que parezca que
haya realizado. Y hoy esta compasión está sembrando y generando muchos signos
de vida en medio de nuestra realidad: una compasión cristiana, humana, cercana,
solidaria, justa, que nace de la verdad y de la coherencia y que busca la
transparencia en el compromiso con los demás y con los más necesitados. Esta clave
es fundamental en esta Iglesia del siglo XXI si quiere de verdad ser creíble. Y
tenemos que pedirla y buscarla en nuestras acciones diarias.
- Tercera
clave: asistimos muchas veces en nuestras realidades y en nuestros entornos a
comitivas que sacan a enterrar signos de muerte, y con grandes séquitos y
aplausos: programas de máxima audiencia en los que tan sólo se oyen insultos o
descalificaciones personales; noticias en periódicos que se ceban en las
desgracias ajenas y con pocas, casi ninguna, apuesta por los signos humanitarios
que se dan a nuestro alrededor; contratos multimillonarios con la famosa frase “es
que ellos los generan” ante la realidad de algunos millones de personas que no
llegan a fin de mes; desconfianza absoluta en los que rigen nuestros destinos
por el número de personas que aparecen constantemente manchados y llevados a
los juzgados por sus egoístas gestiones; o la cantidad de imágenes de violencia
y de conflictos bélicos que constantemente se nos cuelan en la retina de los
ojos…. Y no quiero seguir con estas comitivas fúnebres. Dios nos llama a ser
personas que busquen en su vida los valores del Reino que, ante todo, son la
bondad, la verdad y la justicia. Y cada uno, en su pequeña parcela de la vida
puede perfectamente ser un gran defensor de estos valores, sea o no creyente,
sea o no cristiano. Y cuando los busquemos y los vivamos estaremos llevando en
nuestros hombros signos de vida, y acompañados por, seguramente, pequeñas
comitivas con pompas de esperanza para esta Iglesia y para este mundo.
¡
Feliz domingo!