sábado, 14 de marzo de 2020


A MAL TIEMPO, BUENA CARA

Mis queridos feligreses y amigos:
En este primer día de “encierro voluntario y solidario” que estamos viviendo me acuerdo muchísimo de vosotros y de mi familia. Tengo una sensación rara, de película de ciencia ficción, de aquello de “que viene el lobo”, de no acabar de creérmelo, pero esta es la realidad. En estos dos últimos días recibiendo constantemente circulares de nuestro Arzobispado, normas de la Comunidad Autónoma y del Gobierno Central y ahora ya en estado de alarma por culpa del coronavirus COVID-19. Hoy más que nunca hay que aplicar aquello de “ a mal tiempo, buena cara”.

Aprovecho para animaros a que en estos días pongamos a disposición de los demás lo mejor de nosotros mismos, ejerciendo ante todo un principio de responsabilidad:¡Me quedo en casa!. Nos lo están pidiendo constantemente los médicos y los enfermeros, además del personal del servicio sanitario (- ¡y estas personas sí que saben de lo que hablan! -) y tenemos que hacerles caso. No valen las medias tintas, no vale lo que hacíamos ayer con lo que hay que hacer hoy. No salir de casa, salvo lo imprescindible y necesario. ¿Hemos pensado que si estamos contagiados y no lo sabemos y hacemos vida normal a cuantos podemos contagiar? ¿Hemos pensado que si tengo salud debo cuidarla y mimarla por mi bien y el de los demás? Este es un tiempo de exigencia, de solidaridad con los que te rodean y ejercer una auténtica opción por la ciudadanía. Nos tenemos que cuidar, respetar, y dar lo meor de nosotros mismos.

La sensación rara se traslada a la calle. De vez en cuando suena el motor de algún coche o los ruidos normales en algunos de los pisos del bloque. Así no son los sábados en la zona del parque o de la plaza de España, cargados de niños jugando, jóvenes por los jardines, terrazas llenas, sin aparcamientos, ruidos, … hoy todo es diferente. Se ha apoderado el silencio. Acostumbrados a todo lo anterior, el silencio se nos hace un invitado de ocasión que ha llegado sin avisar y sin hacer ruido y nos ha descolocado. Incluso cierta sensación de soledad. Pero esto significa que lo estamos haciendo bien. Vamos a intentar comprender que lo que hacemos ayuda a mejorar rápidamente la situación y así queremos que ocurra. En esta realidad cargada de ruidos, palabras, mensajes, … intentemos hacer hueco a este silencio y también descubriremos que en él  hay muchas parcelas de nuestra vida que aún están por descubrir.

No olvidemos que no es tiempo de vacaciones. Se puede trabajar desde casa y seguir construyendo la vida. Los niños, adolescentes, universitarios, docentes, otros oficios, tienen que dedicar sus horarios normales al esfuerzo, al estudio, al trabajo. Cada uno tendremos que realizar nuestras competencias y tareas. Y si llega la desgana, la perrería, querer saltarme este cometido, hagamos un ejercicio sencillo: recordemos a las personas que trabajan incansablemente en la sanidad, en las farmacias, en los comercios, en transportes, … y les hacemos un favor: “trabajo y dedicación en este espacio reducido de mi hogar”, por respeto y solidaridad con ellos y con la sociedad.

Saquemos tiempo ahora para leer uno o varios buenos libros; poder dedicar más tiempo a los hijos en el hogar; cuidar de los mayores que están con nosotros; ir al trabajo y volver a casa para dedicarte a ti y a tu familia ese espacio de diálogo que tanto cuesta en la vida normal; ver una buena serie de TV; hablar por teléfono con quien hace tanto tiempo que no lo hacías, jugar a la oca o al parchís que ya casi ni nos acordamos, …

Y por supuesto, dedicar tiempo a la oración personal. Tenemos que poner a Dios en el centro de esta crisis y pedirle que oriente la sabiduría de nuestros profesionales de la salud y científicos para combatirla; pedirle por los enfermos y por sus familiares; rezar por los que han fallecido. Muchos hoy me preguntabais por los horarios de las misas y en principio se mantienen. Yo celebraré todos los días pero os pido prudencia absoluta. Nuestro arzobispo os ha dispensado de la obligatoriedad de la asistencia a la misa dominical; y los mayores con ciertas dolencias y los niños no deben asistir. No seré quien diga que vayáis o no, pero los que asistáis tenéis que cumplir con las normas de sanidad: no sentarse a menos de un metro de la otra persona y no ocupar mas de un tercio del aforo de los templos. Si no vais, ¡tranquilos!, yo la celebro por todos y nos unimos en la oración y podéis seguirla por algún canal de televisión. Es tiempo de sentido común y hay que ejercerlo. Os siento muy cercanos, incluso con los bancos vacíos porque se que estáis ahí como siempre.

Mantengamos la calma y la alegría. Intentaré acercarme con el mensaje de la fe por este medio casi todos los días que dure esta crisis sanitaria a vosotros. Si ya bastante me aguantáis, ahora lo tendréis que hacer por este medio. Un, simbólico, fuerte abrazo.