A MAL TIEMPO, BUENA CARA
Mis
queridos feligreses y amigos:
En este primer día de “encierro voluntario y solidario”
que estamos viviendo me acuerdo muchísimo de vosotros y de mi familia. Tengo
una sensación rara, de película de ciencia ficción, de aquello de “que viene el lobo”, de no acabar de
creérmelo, pero esta es la realidad. En estos dos últimos días recibiendo
constantemente circulares de nuestro Arzobispado, normas de la Comunidad
Autónoma y del Gobierno Central y ahora ya en estado de alarma por culpa del
coronavirus COVID-19. Hoy más que nunca hay que aplicar aquello de “ a mal
tiempo, buena cara”.
Aprovecho para animaros a que en estos días pongamos a
disposición de los demás lo mejor de nosotros mismos, ejerciendo ante todo un
principio de responsabilidad:¡Me quedo en casa!. Nos lo están pidiendo
constantemente los médicos y los enfermeros, además del personal del servicio
sanitario (- ¡y estas personas sí que saben de lo que hablan! -) y tenemos que
hacerles caso. No valen las medias tintas, no vale lo que hacíamos ayer con lo
que hay que hacer hoy. No salir de casa, salvo lo imprescindible y necesario.
¿Hemos pensado que si estamos contagiados y no lo sabemos y hacemos vida normal
a cuantos podemos contagiar? ¿Hemos pensado que si tengo salud debo cuidarla y
mimarla por mi bien y el de los demás? Este es un tiempo de exigencia, de
solidaridad con los que te rodean y ejercer una auténtica opción por la
ciudadanía. Nos tenemos que cuidar, respetar, y dar lo meor de nosotros mismos.
La sensación rara se traslada a la calle. De vez en
cuando suena el motor de algún coche o los ruidos normales en algunos de los
pisos del bloque. Así no son los sábados en la zona del parque o de la plaza de
España, cargados de niños jugando, jóvenes por los jardines, terrazas llenas,
sin aparcamientos, ruidos, … hoy todo es diferente. Se ha apoderado el
silencio. Acostumbrados a todo lo anterior, el silencio se nos hace un invitado
de ocasión que ha llegado sin avisar y sin hacer ruido y nos ha descolocado. Incluso
cierta sensación de soledad. Pero esto significa que lo estamos haciendo bien.
Vamos a intentar comprender que lo que hacemos ayuda a mejorar rápidamente la
situación y así queremos que ocurra. En esta realidad cargada de ruidos,
palabras, mensajes, … intentemos hacer hueco a este silencio y también
descubriremos que en él hay muchas
parcelas de nuestra vida que aún están por descubrir.
No olvidemos que no es tiempo de vacaciones. Se puede
trabajar desde casa y seguir construyendo la vida. Los niños, adolescentes,
universitarios, docentes, otros oficios, tienen que dedicar sus horarios
normales al esfuerzo, al estudio, al trabajo. Cada uno tendremos que realizar
nuestras competencias y tareas. Y si llega la desgana, la perrería, querer
saltarme este cometido, hagamos un ejercicio sencillo: recordemos a las
personas que trabajan incansablemente en la sanidad, en las farmacias, en los
comercios, en transportes, … y les hacemos un favor: “trabajo y dedicación en
este espacio reducido de mi hogar”, por respeto y solidaridad con ellos y con
la sociedad.
Saquemos tiempo ahora para leer uno o varios buenos libros;
poder dedicar más tiempo a los hijos en el hogar; cuidar de los mayores que
están con nosotros; ir al trabajo y volver a casa para dedicarte a ti y a tu
familia ese espacio de diálogo que tanto cuesta en la vida normal; ver una
buena serie de TV; hablar por teléfono con quien hace tanto tiempo que no lo
hacías, jugar a la oca o al parchís que ya casi ni nos acordamos, …
Y por supuesto, dedicar tiempo a la oración personal. Tenemos
que poner a Dios en el centro de esta crisis y pedirle que oriente la sabiduría
de nuestros profesionales de la salud y científicos para combatirla; pedirle
por los enfermos y por sus familiares; rezar por los que han fallecido. Muchos
hoy me preguntabais por los horarios de las misas y en principio se mantienen.
Yo celebraré todos los días pero os pido prudencia absoluta. Nuestro arzobispo
os ha dispensado de la obligatoriedad de la asistencia a la misa dominical; y
los mayores con ciertas dolencias y los niños no deben asistir. No seré quien
diga que vayáis o no, pero los que asistáis tenéis que cumplir con las normas
de sanidad: no sentarse a menos de un metro de la otra persona y no ocupar mas
de un tercio del aforo de los templos. Si no vais, ¡tranquilos!, yo la celebro
por todos y nos unimos en la oración y podéis seguirla por algún canal de
televisión. Es tiempo de sentido común y hay que ejercerlo. Os siento muy cercanos,
incluso con los bancos vacíos porque se que estáis ahí como siempre.
Mantengamos la calma y la alegría. Intentaré acercarme
con el mensaje de la fe por este medio casi todos los días que dure esta crisis
sanitaria a vosotros. Si ya bastante me aguantáis, ahora lo tendréis que hacer
por este medio. Un, simbólico, fuerte abrazo.