sábado, 30 de mayo de 2020


¡TÚ ERES UNA PÁGINA VIVA DEL EVANGELIO!

Queridos feligreses y amigos:
¡Feliz sábado! Ultimo de este mes de mayo en el que de una forma muy especial nos hemos acercado a la Virgen María con nuestra oración y con nuestra vida. Hoy es un día de mucho calor en nuestra provincia. Nos tenemos que cuidar y cumplir las normas establecidas de distanciamiento y uso de mascarillas en los lugares públicos; y usarla cuando no estamos con las personas con las que compartimos la vida familiar. ¡Ánimo y adelante!

En la eucaristía de hoy hemos proclamado el final del evangelio de san Juan ( Jn 21,20-25). Jesús se encuentra en las orillas del mar de Galilea, y tras establecer una conversación con Pedro en la que el apóstol le declara todo su amor en el seguimiento, Jesús lo confirma en la misión: “apacienta mis ovejas”. Jesús conoce el corazón de Pedro; conoce su fidelidad y Pedro tuvo que descubrir su misma debilidad en las negaciones a Jesús; sabe que el apóstol lo ama de verdad. De ahí la segunda llamada: “¡Sígueme!”. Cada uno de los creyentes tiene su propia historia, su propia forma de seguir a Jesús; incluso la hora concreta del descubrimiento del valor de la persona de Cristo en la vida. Nadie repite ni clona a nadie en la respuesta. Esta siempre es personal, aunque pueda estar ayudada por la comunidad.

El capítulo 20 tiene este final que lo encierra todo: “Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran. Han sido escritas para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios. Y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (Jn 20,30-31). Este documento, este testimonio ya está terminado. Pero había muchos otros hechos sobre Jesús que no se han plasmado por escrito.  Los recogidos en estas páginas fueron seleccionados como verdaderas confesiones de fe en el Hijo de Dios. Los evangelios no son biografías; es la confesión de aquellos primeros testigos que descubrieron en Jesús al Mesías prometido por el Padre: “Este es el discípulo que da testimonio de las cosas y que las escribió. Y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero”.

Podemos firmar que el misterio de Jesús es inagotable. Lo escrito aquí en este evangelio es el principio, porque ¿cuántas personas han vuelto a escribir y descubrir la presencia de Jesús en ellas?. ¿Cuántas historias narradas como verdaderos descubrimientos de cercanía y de presencia de Cristo en ellas?. ¿Cuántas opciones de vida que han cambiado completamente el rumbo de personas tras descubrir quién es Jesús para ellas?. Las páginas de los evangelios se siguen escribiendo en la vida cotidiana y en medio de las comunidades cristianas y en el mundo. Cada uno de nosotros puede escribir la suya y si resuena como una Buena Noticia no te quepa la menor duda de que te has encontrado con Jesús.

Después prosigue la misión: llevarlo, anunciarlo, y hacer de tu vida un  verdadero testimonio de amor recibido y compartido con los demás, especialmente con todos los que más te necesitan. Jesús sigue haciendo muchas cosas en la vida de las personas que se encuentran con Él: “Si se escribieran todas no cabrían en los libros del mundo”.

Los apóstoles y la misma Iglesia han descubierto que el Señor no solo vive ahora para los hombres, sino que vive entre los hombres. Los discípulos acogieron la misión animados por la presencia viva del Resucitado. Cuando hablan de Él y en su nombre, no están hablando de un personaje del pasado, sino de alguien vivo que anima, vivifica y llena con su espíritu y su fuerza a la comunidad creyente. La Iglesia se siente acompañada, llevada en las manos del Resucitado; en ningún momento se siente huérfana. Es necesario saber descubrirlo en nuestras comunidades parroquiales y familiares; en el mundo laboral y de relaciones con los demás;  saber escucharlo en el Evangelio, Palabra de Vida; dejarnos alimentar por él en la Eucaristía y acercarnos a su amor con nuestra oración personal y comunitaria; y saber buscarlo y encontrarlo en toda persona necesitada (Mt 25, 31-46).

Así podemos ser una página viva de este evangelio que continúa viviendo y sirviendo a la misión del Reino de Dios iniciada por Jesús; misión a la que somos llamados directamente por Él: ¡Tú, ven y sígueme!.  

¡Feliz día; feliz víspera de Pentecostés! Esta tarde os llegará un material de oración para vivir personal o familiarmente un tiempo de vigilia pidiendo la presencia, los dones y los frutos del Espíritu Santo. Espero y deseo que os sirva y os ayude. Os mando mi mejor saludo y mis bendiciones que son de las que valen, ….