LA ALEGRÍA Y LA ESPERANZA DEL ESPÍRITU SANTO
Queridos feligreses y amigos:
¡Hoy es un día grande en la Iglesia! Pentecostés es el
comienzo del tiempo del Espíritu y del tiempo de la Iglesia. Los cristianos
somos sus testigos en medio de este mundo. Que nos inunde la alegría del Espíritu
y nos llenemos de sus dones y de sus frutos. ¡Feliz domingo!
Este es el día en el que recibimos especialmente la
presencia del Espíritu Santo. Nos cuesta mucho hacer una imagen al Espíritu. Es
fácil representar al Padre y mucho más a Jesús. Con el Espíritu no ocurre lo
mismo y echamos mano de símbolos como el rocío, el viento o la brisa, el fuego
y la paloma, … son imágenes que nos acercan pero no llegan a descubrir
completamente el misterio de esta tercera persona de la Santísima Trinidad. Los
símbolos que lo representan nos acercan a Él, pero no se agotan en esta
representación; nos hablarán más y mejor de su presencia espiritual y no tanto
material.
Somos comunidad eclesial; formamos parte de una comunidad
de comunidades que, nacidas en todo el mundo, hoy celebran el don de la llamada
y el envío para vivir el proyecto de Jesús: “Paz a vosotros. Como el Padre me
ha enviado así os también os envío yo”. Miremos nuestra Iglesia que,
con las puertas abiertas de par en par a la llamada del Espíritu Santo, tiene
que testimoniar el mensaje del evangelio con profundidad espiritual y con una
vida entregada de servicio a la humanidad. Una Iglesia que, con el impulso del
Espíritu, tiene que ser testigo de Cristo Resucitado manteniendo y alimentando
la llama de la esperanza y aún más donde esta se vea apagada.
¿Qué ocurrió y vivieron aquellas personas en Pentecostés?
Algo muy grande, profundo, y a la vez
difícil de expresar con palabras. Aquel grupo humano estaba reunido en un mismo
lugar, con las puertas cerradas y amenazados por el miedo a ser perseguidos.
Habían creído profundamente en Jesús pero ahora estaban desorientados. Y
acudirían a la oración para no encerrar su fe en aquellas cuatro paredes.
Podemos decir que se encontraban en espera.
Se llenan de alegría con la experiencia del encuentro con
el resucitado: “Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así os envío yo”.
¿ Cómo continuar la misión y el encargo
del Resucitado? Desde esta experiencia del encuentro con Jesús resucitado se
llenan de esperanza y de confianza. Jesús les entrega el don del Espíritu: “Recibid
el Espíritu Santo”. Esta comunidad se llena de gozo reencontrándose consigo
mismo y con la preciosa labor de entregar la vida, como el Señor, en la misión
encomendada. Cuando retumbó el lugar, como nos expresa el libro de los Hechos
de los Apóstoles, y sopló el viento y se posó en ellos el fuego, no cerraron
sus puertas por miedo, sino que se dejaron invadir por esa Presencia de vida, de
luz y de esperanza que cambió sus vidas. Recibieron el impulsó a salir de sí
para iniciar la misión. Se han convertido en una comunidad de vida y en una
comunidad de misión.
Han tenido un encuentro real con el Espíritu Santo; han
experimentado a Dios en la profundidad de su ser. ¡Qué difícil es expresar esta
vivencia con palabras!. Hoy nos falta mirada de profundidad para ahondar en la
experiencia de Dios, saborear la vida desde dentro y no quedarnos en la
epidermis de lo pasajero. Tenemos que aprender a cultivar y a cuidar la
espiritualidad en la vida cristiana: el silencio acogedor, la paz en el
corazón, releer la vida en las claves del evangelio, la oración sin prisas, la
celebración comunitaria compartida y participada, adentrarnos en los
sacramentos, ejercer la caridad desde la gratuidad y la entrega, la mirada de
la compasión y de la misericordia, …
El Espíritu Santo nos invita a abrir de par en par las
puertas de la vida y del corazón; las puertas de la Iglesia para ser madre en
acogida y en escucha; nos lanza a la vida para ser testigos de la buena noticia
de Jesucristo; y ser entendidos, comprendidos, escuchados en el lenguaje que
une a todas las lenguas de la tierra: el lenguaje del amor en lo vivido,
experimentado, y ahora entregado y compartido. El amor enraizado en Jesús
siempre germina y se multiplica. No será conquista nuestra, será el mejor fruto
del Espíritu.
Oremos para que nunca nos falte esta experiencia de
profundidad en la vida. Oremos por la unidad en la Iglesia dentro de la
multiplicidad de carismas y ministerios: “un solo Señor, una sola fe y un solo bautismo;
un Dios, Padre de todos, que está sobre todos, actúa por medio de todos y está
en todos" (Ef 4,5-6).
Que el Espíritu Santo nos enseñe a dejar de pensar en
Dios solo con la mente y aprender a percibirlo en lo más íntimo de nosotros. Esta
experiencia interior de Dios, real y concreta, puede transformar nuestra fe y
convertirnos en testigos de vida y de esperanza.
¡Feliz domingo de Pentecostés! Último día del mes de mayo
en el que María ha estado muy presente en la oración de toda la Iglesia. Que
sigamos viviendo con responsabilidad para que, mejorando esta crisis
sanitaria, estemos más tranquilos y seamos más felices. Un deseado abrazo fraterno y recibid, hoy más que nunca, mis
bendiciones.