sábado, 20 de junio de 2020


¡BUSCAD EL REINO DE DIOS!

Queridos feligreses y amigos:
¡ya es sábado! Feliz fin de semana. Preparemos nuestra vida para vivir la importancia de este día, vísperas de domingo,  para celebrar  juntos la fe. Seamos responsables con las normas de sanidad. Ahora nos tenemos que cuidar con la misma responsabilidad que en los peores momentos de la transmisión del virus. ¡Ánimo y adelante!

Lo hemos escuchado muchas veces: “¿Por qué complicarse tanto? ¡A cada día le basta su afán!” ¡Qué razón tiene esta frase si la leemos en la perspectiva de lo que hemos vivido o estamos viviendo en estas circunstancias de alarma sanitaria!. En muy poco tiempo han cambiado muchas cosas, especialmente en las relaciones humanas; por no nombrar la cantidad de vidas que han sufrido un cambio brusco por la muerte de seres queridos, y las que han pasado tiempo de enfermedad e ingreso hospitalario alargado, a la vez que el cambio ocurrido en nuestros centros de salud y en el personal sanitario que ha atendido esta realidad en primera linea. Mucho en muy poco tiempo. Por no hablar de la crisis social y económica que se está generando con paro, Ertes, empresas cerradas, autónomos que no pueden seguir hacia delante, …

En el evangelio de hoy (Mt 6,24-34) no se condena el trabajo, ni la dedicación a realizar las cosas bien. Es más, trabajar concede dignidad a la persona y sustenta la vida personal y familiar. Para vivir hace falta dinero, seguridad en el trabajo, estabilidad en lo más necesario  como una vivienda, colegio, sanidad, …. Y es verdad.

Puede sonar a romanticismo, a la escritura de un soñador, pero muy poco realista. Pero este evangelio nos quiere poner en guardia ante el agobio de la acumulación de bienes en la vida negando la misma presencia de Dios en nosotros. Si anteponemos todos los bienes a Dios, puede que terminemos sin prestar atención a Dios. Nos pide que busquemos el Reino de Dios y lo demás llegará por añadidura: es buscar la verdad y la justicia para todos; es trabajar por la igualdad de las personas; atender a los que más sufren compartiendo la vida con ellos; gastar la vida sembrando el bien. Nos llegará la alegría y la paz en el corazón sabiendo que hemos optado por Dios y no hemos situado nuestros intereses por encima de todo.

Nos podemos preguntar: ¿Dónde y cómo situar a Dios? Él sabe muy bien que necesitamos muchos bienes para la subsistencia de cada día; es más, así lo pedimos en el Padrenuestro con la oración “danos hoy nuestro pan de cada día”. Esta confianza en Dios no nos exime de nuestra responsabilidad en las tareas temporales, ni quedarnos dormidos esperando que sean los demás los que hagan las cosas, ni desentendernos del compromiso cristiano con el trabajo por hacer un mundo más humano y más fraterno. Hay que trabajar para el buen desarrollo de lo temporal y lo humano. Somos colaboradores con la obra de la creación: un mundo mejor, más habitable, más sano y hacer que toda la humanidad pueda disponer de los bienes necesarios para vivir con dignidad.

El dinero tiene mucha fuerza. Puede hacer y deshacer un gobierno en muy poco tiempo y romper relaciones personales en menos que canta un gallo. Nos introduce en una sociedad de consumo que te ofrece hasta un estatus social concreto. Los que lo poseen tienen mucho poder, envidiado por otros; y los que no lo tienen aspiran a tenerlo.

El problema se salvaría en una utilización justa por el bien de todos, pero entra en juego la avaricia que es la que le añade el valor a la misma moneda y la dependencia de ella. Nuestra vida está hecha para renacer constantemente, para reinventarse, para la originalidad, para dar lo mejor de uno mismo. El dinero aprisiona e introduce en un círculo en el que es difícil salir. Jesús lo sabe y nos pone en guardia: “¿dónde está tu corazón? Allí está el centro de tu vida”. ¿Cuál es el dios a quien damos culto? ¿Somos libres ante las ataduras de los bienes? ¿Nos liberamos de ellos compartiendo con los más necesitados?

“Buscar en primer lugar el Reino y su justicia”. Jesús nos ayuda para hacer la voluntad de Dios y permitir a Dios que reine en nuestra vida. La búsqueda de Dios se traduce en la búsqueda de una convivencia fraterna y justa y poner lo necesario por nuestra parte para que así sea; trabajar por una vida comunitaria donde todos viven como hermanos y nadie deberá pasar más necesidad; desechar la preocupación por acumular e intentar compartir para que todos tengan lo necesario para vivir. El Reino es la nueva convivencia fraterna, en la que cada persona se siente responsable del otro. Nos enseña a vivir en lo provisional de lo temporal poniendo el corazón y la vida en Dios y en nuestros hermanos.

Celebramos en este sábado la Memoria de la Virgen María en su Inmaculado Corazón. Recemos confiadamente en este día a nuestra Madre. Recibid mis bendiciones y un montón de abrazos virtuales.