PALABRAS DIRECTAS
AL CORAZÓN
Queridos feligreses y amigos:
¡Feliz mañana! Continuamos en otra prórroga del estado de
alarma, aunque ya en tercera fase. Esperemos que todo sea para bien y pronto
recuperemos nuestra rutina cotidiana. Nosotros seguimos en la lectura orante
del evangelio del día. ¡Ánimos!
Nos encontramos con el pasaje del evangelio de San Mateo
en el que Jesús anuncia, en el sermón de la montaña, el programa de las
Bienaventuranzas (Mt 5,1-12). Se nos
describen los rasgos que deben tener los seguidores de Jesús; necesitamos vivir
este mensaje desde actitudes evangélicas que tienen que inspirar el ser y el
hacer de toda la Iglesia y de cada cristiano en particular. De esta forma,
actuamos con un estilo de vida, y con una forma de ser muy concreta, para
anunciar el evangelio.
San Mateo redactó las páginas de su evangelio para las
comunidades de judíos convertidos de Galilea y Siria; desde el principio Jesús
es presentado como el nuevo Moisés. Lo mismo que Moisés subió a la montaña del
Sinaí para recibir la Ley de Dios y realizar la Alianza, Jesús, en este monte,
proclamará la nueva ley: “Viendo la muchedumbre, subió al monte, se
sentó, y sus discípulos se le acercaron. Tomando la palabra, les enseñaba”.
Las ocho Bienaventuranzas forman una solemne apertura del “Sermón de la
Montaña”. En ellas Jesús define quien puede ser considerado bienaventurado,
quien puede entrar en el Reino.
Jesús ofrece un mensaje nuevo, desconcertante; no es un
mensaje basado nuestros criterios; es proclamado según los planes de Dios. Renovar
la Alianza desde Jesús es comenzar a establecer el derecho de los pobres y
excluidos. Así hacían los profetas, así lo hace Él en aquel monte. En las
bienaventuranzas anuncia al pueblo el nuevo proyecto de Dios que acoge a los
pobres y a los excluidos. Denuncia el sistema que ha olvidado a los pobres y
que persigue a los que luchan por la justicia. El Reino ya está presente en su
vida. El Reino de Dios sigue presente en nuestras vidas.
La comunidad cristiana, la Iglesia y nuestras comunidades
parroquiales, deben ser una muestra de este Reino; un lugar donde el Reino de
Dios empieza a tomar forma desde ahora. La sociedad actual necesita conocer
comunidades cristianas marcadas por este espíritu de las bienaventuranzas. Solo
una Iglesia evangélica tiene razón de ser; y posee credibilidad para mostrar el
rostro de Jesús a las personas de hoy.
Os propongo una lectura eclesial de las Bienaventuranzas
escritas por el sacerdote y teólogo José Antonio Pagola que, personalmente, las
creo clarificadoras para adentrarnos más y mejor en el mensaje de Jesús:
Dichosa la Iglesia «pobre de espíritu» y de corazón sencillo, que actúa sin
prepotencia ni arrogancia, sin riquezas ni esplendor, sostenida por la
autoridad humilde de Jesús. De ella es el Reino de Dios.
Dichosa la Iglesia que «llora» con los que lloran y sufre al ser despojada
de privilegios y poder, pues podrá compartir mejor la suerte de los perdedores
y también el destino de Jesús. Un día será consolada por Dios.
Dichosa la Iglesia que renuncia a imponerse por la fuerza, la coacción o el
sometimiento, practicando siempre la mansedumbre de su Maestro y Señor. Heredará
un día la tierra prometida.
Dichosa la Iglesia que tiene «hambre y sed de justicia» dentro de sí misma
y para el mundo entero, pues buscará su propia conversión y trabajará por una
vida más justa y digna para todos, empezando por los últimos. Su anhelo será
saciado por Dios.
Dichosa la Iglesia compasiva que renuncia al rigorismo y prefiere la
misericordia antes que los sacrificios, pues acogerá a los pecadores y no les
ocultará la Buena Noticia de Jesús. Ella alcanzará de Dios misericordia.
Dichosa la Iglesia de «corazón limpio» y conducta transparente, que no
encubre sus pecados ni promueve el secretismo o la ambigüedad, pues caminará en
la verdad de Jesús. Un día verá a Dios.
Dichosa la Iglesia que «trabaja por la paz» y lucha contra las guerras, que
aúna los corazones y siembra concordia, pues contagiará la paz de Jesús que el
mundo no puede dar. Ella será hija de Dios.
Dichosa la Iglesia que sufre hostilidad y persecución a causa de la
justicia sin rehuir el martirio, pues sabrá llorar con las víctimas y conocerá
la cruz de Jesús. De ella es el reino de Dios.
En el monte, aquel día, unos hombres vieron a Dios.
Vieron a un hombre que les decía –y hoy nos lo repite a nosotros-: “¡Bienaventurados!”.
Y, como comprendieron que aquel hombre hablaba al corazón, reconocieron desde
el principio que hablaba en nombre de Dios.
¡Feliz lunes! Comenzamos la semana con el mejor mensaje
del evangelio. Tiempo para interiorizar y reflexionar. Os deseo muchos ánimos y
os doy mi bendición.