lunes, 8 de junio de 2020


PALABRAS DIRECTAS AL CORAZÓN

Queridos feligreses y amigos:
¡Feliz mañana! Continuamos en otra prórroga del estado de alarma, aunque ya en tercera fase. Esperemos que todo sea para bien y pronto recuperemos nuestra rutina cotidiana. Nosotros seguimos en la lectura orante del evangelio del día. ¡Ánimos!

Nos encontramos con el pasaje del evangelio de San Mateo en el que Jesús anuncia, en el sermón de la montaña, el programa de las Bienaventuranzas (Mt 5,1-12). Se nos describen los rasgos que deben tener los seguidores de Jesús; necesitamos vivir este mensaje desde actitudes evangélicas que tienen que inspirar el ser y el hacer de toda la Iglesia y de cada cristiano en particular. De esta forma, actuamos con un estilo de vida, y con una forma de ser muy concreta, para anunciar el evangelio.

San Mateo redactó las páginas de su evangelio para las comunidades de judíos convertidos de Galilea y Siria; desde el principio Jesús es presentado como el nuevo Moisés. Lo mismo que Moisés subió a la montaña del Sinaí para recibir la Ley de Dios y realizar la Alianza, Jesús, en este monte, proclamará la nueva ley: “Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Tomando la palabra, les enseñaba”. Las ocho Bienaventuranzas forman una solemne apertura del “Sermón de la Montaña”. En ellas Jesús define quien puede ser considerado bienaventurado, quien puede entrar en el Reino.

Jesús ofrece un mensaje nuevo, desconcertante; no es un mensaje basado nuestros criterios; es proclamado según los planes de Dios. Renovar la Alianza desde Jesús es comenzar a establecer el derecho de los pobres y excluidos. Así hacían los profetas, así lo hace Él en aquel monte. En las bienaventuranzas anuncia al pueblo el nuevo proyecto de Dios que acoge a los pobres y a los excluidos. Denuncia el sistema que ha olvidado a los pobres y que persigue a los que luchan por la justicia. El Reino ya está presente en su vida. El Reino de Dios sigue presente en nuestras vidas.

La comunidad cristiana, la Iglesia y nuestras comunidades parroquiales, deben ser una muestra de este Reino; un lugar donde el Reino de Dios empieza a tomar forma desde ahora. La sociedad actual necesita conocer comunidades cristianas marcadas por este espíritu de las bienaventuranzas. Solo una Iglesia evangélica tiene razón de ser; y posee credibilidad para mostrar el rostro de Jesús a las personas de hoy.

Os propongo una lectura eclesial de las Bienaventuranzas escritas por el sacerdote y teólogo José Antonio Pagola que, personalmente, las creo clarificadoras para adentrarnos más y mejor en el mensaje de Jesús:

Dichosa la Iglesia «pobre de espíritu» y de corazón sencillo, que actúa sin prepotencia ni arrogancia, sin riquezas ni esplendor, sostenida por la autoridad humilde de Jesús. De ella es el Reino de Dios.

Dichosa la Iglesia que «llora» con los que lloran y sufre al ser despojada de privilegios y poder, pues podrá compartir mejor la suerte de los perdedores y también el destino de Jesús. Un día será consolada por Dios.

Dichosa la Iglesia que renuncia a imponerse por la fuerza, la coacción o el sometimiento, practicando siempre la mansedumbre de su Maestro y Señor. Heredará un día la tierra prometida.

Dichosa la Iglesia que tiene «hambre y sed de justicia» dentro de sí misma y para el mundo entero, pues buscará su propia conversión y trabajará por una vida más justa y digna para todos, empezando por los últimos. Su anhelo será saciado por Dios.

Dichosa la Iglesia compasiva que renuncia al rigorismo y prefiere la misericordia antes que los sacrificios, pues acogerá a los pecadores y no les ocultará la Buena Noticia de Jesús. Ella alcanzará de Dios misericordia.

Dichosa la Iglesia de «corazón limpio» y conducta transparente, que no encubre sus pecados ni promueve el secretismo o la ambigüedad, pues caminará en la verdad de Jesús. Un día verá a Dios.

Dichosa la Iglesia que «trabaja por la paz» y lucha contra las guerras, que aúna los corazones y siembra concordia, pues contagiará la paz de Jesús que el mundo no puede dar. Ella será hija de Dios.

Dichosa la Iglesia que sufre hostilidad y persecución a causa de la justicia sin rehuir el martirio, pues sabrá llorar con las víctimas y conocerá la cruz de Jesús. De ella es el reino de Dios.


En el monte, aquel día, unos hombres vieron a Dios. Vieron a un hombre que les decía –y hoy nos lo repite a nosotros-: “¡Bienaventurados!”. Y, como comprendieron que aquel hombre hablaba al corazón, reconocieron desde el principio que hablaba en nombre de Dios.

¡Feliz lunes! Comenzamos la semana con el mejor mensaje del evangelio. Tiempo para interiorizar y reflexionar. Os deseo muchos ánimos y os doy mi bendición.