martes, 9 de junio de 2020


SER SAL Y LUZ EN LA VIDA

Queridos feligreses y amigos:
¡Muy buenos días! Seguimos con nuestra lectura y oración desde la página del evangelio diario. Continuamos en lo alto del monte, sentados a los pies de Jesús aprendiendo de su enseñanza.

Ayer escuchábamos a Jesús en el monte su programa  de vida: las Bienaventuranzas. El Reino de Dios está en marcha y exige la opción personal para responder en la vida. No es tiempo de moratorias ni de medias verdades; hay que elegir y no replegarse en viejas tradiciones o costumbres que nos alejan del mensaje central de Jesús.

Para el evangelista está comenzando el momento de la misión de la comunidad. Tiene que ser sal de la tierra y luz del mundo (Mt 5,13-16). La sal no existe para sí, sino para dar sabor a la comida. La luz no existe para sí, sino para iluminar el camino. La comunidad no existe para sí, sino para servir al Reino de Dios y a las personas.

¿Cuál es la misión y la razón de ser de la comunidad cristiana?: Nos responde el evangelio de Mateo que ser como la sal. En tiempos de Jesús la sal era muy necesaria y muy apreciada. Servía para conservar, dar sabor y en tiempos de mucho calor, tanto las personas como los animales consumían grandes cantidades de sal, para no deshidratarse. Aquella que sobraba y no se había guardado perdía sus propiedades: “Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y ser pisoteada por los hombres”. Pero también la comunidad cristiana tiene que ser como la luz y tiene que iluminar: “nadie enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón”. 

Es verdad que en nuestras realidades, tanto sociales como eclesiales, no todo es signo de luz y de un buen sabor. Hay demasiadas cosas insalubres, oscuras y opacas. No es un drama de un momento histórico u otro, sino la consecuencia de lo humano cuando lo llenamos de opciones y decisiones cargadas de individualidad, insolidaridad, egoísmos, injusticias, …

Al pronunciar Jesús estas palabras está rodeado de pescadores y de gente muy sencilla. Él mira con los ojos de Dios y su enseñanza se llena de símbolos e imágenes de la vida cotidiana para ser entendida; y estas palabras están unidas al mensaje de las Bienaventuranzas: si sois pobres de espíritu, si sois mansos, si sois puros de corazón, si sois misericordiosos, si buscáis la verdad y sois personas de paz … seréis la sal de la tierra y la luz del mundo.

La Comunidad, a la que Mateo dirige estas palabras, no debe temer que se vea el bien que hace. No lo hace para ser visto y aplaudido por la gente, pero lo que hace puede ser reconocido. La sal no existe para sí. La luz no existe para sí. Así ha de ser la comunidad: no puede quedarse encerrada en sí misma:  “Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos."

La presencia cristiana en medio de la realidad, con tantos rincones oscurecidos, no es un alarde de grandeza, ni de presencia aplaudida. Los cristianos en muchas ocasiones hemos sido protagonistas y cómplices de momentos  poco bienaventurados e infelices. Pero cuando la vida comunitaria ha sido un verdadero compromiso con el evangelio y con la persona de hoy, especialmente con quienes sufren y viven la pobreza, se ha realizado la verdad de la sal que dar sabor de Dios a la vida; y de la Luz que no ciega sino que alumbra, e indica el camino a recorrer para ser testigo de Jesús y portador de los valores del Reino de Dios.

Jesús nos quiere felices, dichosos, bienaventurados; nos quiere con una vida llena de sabor y plena de luz. Una luz que ilumina toda zona oscura, y una sal que produce un gusto de vida nueva. Así, el testimonio de Dios será visible y audible para que quien nos vea y escuche pueda dar gloria a Dios Padre.

Jesús dirá “yo soy la luz del mundo, … vosotros sois la luz del mundo”. Feliz la Iglesia, que siguiendo a Cristo es sal para dar sabor de Dios a la vida. Un sabor que no se satisface con cumplimientos ni medias tintas, sino que fortalece a sus hijos con las palabras y las opciones de Jesús. Ser luz para iluminar, ser sal para dar sabor y conservar. Necesitamos muchas veces volver a Jesús que nos dio la luz y nos dio la sal; y pedirle fortaleza y esperanza para que nos ayude a cuidar siempre esa luz, no ocultarla y convertirla en acción; y esa sal, para entregarla y entregarnos en ella a todos los que nos necesiten.

¡Feliz martes! Mira varias veces esta página del evangelio y el sentido de las palabras de Jesús: ser sal y ser luz de Él, de su amor. Os deseo un buen día y recibid mi bendición y mi saludo fraterno.