SER SAL Y LUZ EN LA
VIDA
Queridos feligreses y amigos:
¡Muy buenos días! Seguimos con nuestra lectura y oración
desde la página del evangelio diario. Continuamos en lo alto del monte,
sentados a los pies de Jesús aprendiendo de su enseñanza.
Ayer escuchábamos a Jesús en el monte su programa de vida: las Bienaventuranzas. El Reino de
Dios está en marcha y exige la opción personal para responder en la vida. No es
tiempo de moratorias ni de medias verdades; hay que elegir y no replegarse en
viejas tradiciones o costumbres que nos alejan del mensaje central de Jesús.
Para el evangelista está comenzando el momento de la
misión de la comunidad. Tiene que ser sal de la tierra y luz del mundo (Mt 5,13-16). La sal no existe para sí,
sino para dar sabor a la comida. La luz no existe para sí, sino para iluminar
el camino. La comunidad no existe para sí, sino para servir al Reino de Dios y
a las personas.
¿Cuál es la misión y la razón de ser de la comunidad
cristiana?: Nos responde el evangelio de Mateo que ser como la sal. En tiempos
de Jesús la sal era muy necesaria y muy apreciada. Servía para conservar, dar
sabor y en tiempos de mucho calor, tanto las personas como los animales
consumían grandes cantidades de sal, para no deshidratarse. Aquella que sobraba
y no se había guardado perdía sus propiedades: “Ya no sirve para nada más que
para ser tirada afuera y ser pisoteada por los hombres”. Pero también
la comunidad cristiana tiene que ser como la luz y tiene que iluminar: “nadie
enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón”.
Es verdad que en nuestras realidades, tanto sociales como
eclesiales, no todo es signo de luz y de un buen sabor. Hay demasiadas cosas
insalubres, oscuras y opacas. No es un drama de un momento histórico u otro,
sino la consecuencia de lo humano cuando lo llenamos de opciones y decisiones
cargadas de individualidad, insolidaridad, egoísmos, injusticias, …
Al pronunciar Jesús estas palabras está rodeado de
pescadores y de gente muy sencilla. Él mira con los ojos de Dios y su enseñanza
se llena de símbolos e imágenes de la vida cotidiana para ser entendida; y estas
palabras están unidas al mensaje de las Bienaventuranzas: si sois pobres de
espíritu, si sois mansos, si sois puros de corazón, si sois misericordiosos, si
buscáis la verdad y sois personas de paz … seréis la sal de la tierra y la luz
del mundo.
La Comunidad, a la que Mateo dirige estas palabras, no
debe temer que se vea el bien que hace. No lo hace para ser visto y aplaudido
por la gente, pero lo que hace puede ser reconocido. La sal no existe para sí.
La luz no existe para sí. Así ha de ser la comunidad: no puede quedarse
encerrada en sí misma: “Brille
así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras y
glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos."
La presencia cristiana en medio de la realidad, con
tantos rincones oscurecidos, no es un alarde de grandeza, ni de presencia
aplaudida. Los cristianos en muchas ocasiones hemos sido protagonistas y
cómplices de momentos poco
bienaventurados e infelices. Pero cuando la vida comunitaria ha sido un
verdadero compromiso con el evangelio y con la persona de hoy, especialmente
con quienes sufren y viven la pobreza, se ha realizado la verdad de la sal que
dar sabor de Dios a la vida; y de la Luz que no ciega sino que alumbra, e
indica el camino a recorrer para ser testigo de Jesús y portador de los valores
del Reino de Dios.
Jesús nos quiere felices, dichosos, bienaventurados; nos quiere con una vida llena de sabor y plena de luz. Una luz que ilumina toda zona oscura, y una sal que produce un gusto de vida nueva. Así, el testimonio de Dios será visible y audible para que quien nos vea y escuche pueda dar gloria a Dios Padre.
Jesús dirá “yo soy
la luz del mundo, … vosotros sois la luz del mundo”. Feliz la Iglesia, que
siguiendo a Cristo es sal para dar sabor de Dios a la vida. Un sabor que no se
satisface con cumplimientos ni medias tintas, sino que fortalece a sus hijos
con las palabras y las opciones de Jesús. Ser luz para iluminar, ser sal para
dar sabor y conservar. Necesitamos muchas veces volver a Jesús que nos dio la
luz y nos dio la sal; y pedirle fortaleza y esperanza para que nos ayude a
cuidar siempre esa luz, no ocultarla y convertirla en acción; y esa sal, para
entregarla y entregarnos en ella a todos los que nos necesiten.
¡Feliz martes! Mira varias veces esta página del
evangelio y el sentido de las palabras de Jesús: ser sal y ser luz
de Él, de su amor. Os deseo un buen día y recibid mi bendición y mi saludo
fraterno.