Nuestro templo de la Asunción se llenó de sentimientos de gratuidad, además de la emoción generada en los oyentes, por el precioso pregón de semana santa pronunciado por Carlos Gil. Este joven villanovense, de treinta pocos años, doctor en periodismo y licenciado en Derecho, profesor de la facultad de periodismo de la universidad de Sevilla, comenzaba sus palabras con una mirada agradecida a su ciudad natal, para ir desgranando poco a poco un mensaje positivo de la vida, de este mundo necesitado de esperanza, y de una fe que tiene que enraizar en la Palabra y en el mensaje de Jesús de Nazaret.
No olvidemos que Carlos es costalero del paso de Nuestra Señora de los Dolores, y el “timbre” que siempre responde con ternura a la voz de su capataz, como igualmente lo hace su amigo y compañero Fernando Cabanillas.
Nos hizo disfrutar con un pregón de gran belleza literaria, como no podía ser de otra forma conociendo quien lo escribía, y con una mirada transparente y sentida a su sencilla, trabajadora y cristiana familia y, cómo no, a toda su semana santa.
Tuvo recuerdos muy especiales para personas que han hecho y hacen camino en esta tierra serena; a sus amigos y hermanos costaleros y a su capataz de paso, además de recordar a los que ya no se encuentran entre nosotros, especialmente a nuestro querido e inolvidable Pepe Diestro, porque Jesús necesita “un patero” de bondad y de servicio silenciado junto a Él en el reino de los cielos, para interceder y presentarnos a todos ante su infinita bondad.
Sus palabras nos invitaban a realizar una lectura creyente de cuanto somos y vivimos, para mecer nuestros pasos en los valores del Reino que siguen abriéndose paso en nuestra humanidad, a la que tenemos que servir y amar, porque es la nuestra, y dar y ofrecer razones para la esperanza. Y dentro del recorrido que realizó siempre estaba la Madre , nuestra Señora, con la que abrió y cerró este pregón.
Apuntar que en medio del mismo, su querida Guadalupe, nos emocionó con una sentida y dulce saeta, que dispuso aún más y mejor a los oyentes, para seguir disfrutando del mismo, y terminar todos con una grata sensación de felicidad por lo escuchado, lo sentido, y lo experimentado en este preludio de los que nos queda por vivir.
Muchas gracias a Carlos por transmitir, con belleza, profundidad y sencillez, el mensaje de Jesús, que nos emplaza a ser servidores de Él mismo en el “albero” de la vida.