Este domingo nos trae una celebración muy especial, cargada de fuerza y de alegría en el corazón de esta Iglesia y de este mundo: se llena el templo con la gracia de infinidad de niños ataviados con sus ropas para el desfile procesional o vestidos de nazarenos, y con ramos y palmas en sus manos ajetreadas al viento; los jóvenes preparan y acompañan toda la celebración y portan en sus hombros el paso del Señor; las palmas y los ramos son bendecidos al ritmo del canto de entrada; … es un día para celebrar la fe, además de algarabía, de compartir conversación con los demás, de acoger a nuestros familiares que nos visitan en estas fechas, ….
Tan sólo el color rojo de la liturgia nos pone en guardia ante todo lo que estamos celebrando con una invitación que viene del que monta en un asno: “el grano de trigo que cae en tierra y muere da mucho fruto”. Así es la vida de Jesús, que hoy es aclamado por la multitud y mañana será entregado y condenado a muerte, como domingo que abre toda nuestra semana santa.
Pero debemos leer nuestra vida desde esta celebración. Faltan en nuestro mundo y en nuestras realidades más inmediatas motivos para la esperanza, para la alegría, para el encuentro, para el diálogo, … para vivir la solidaridad. Y este domingo nos anima a poner estos valores en alza. Apostar por ellos porque Jesús así los vivió: transmitía esperanza en sus palabras y en los signos que realizaba; invitaba al encuentro de la persona consigo misma y con Dios; cualquier motivo era importante para dialogar con la persona y con aquellos con los que se encontraba; era solidario con las alegrías y las tristezas del hombre de su tiempo; vivía una confianza plena en el proyecto de Dios y era fiel a la voluntad del Padre; nunca caía en la tentación de la queja y el abandono, ni en los momentos peores de su vida; … y además presentaba un amor humilde, servicial, gratuito, compasivo, y que sabía pasar a un segundo plano para que floreciera la inquietud del buscador y del que lo encontraba.
Todo se vivía como propuesta, nunca como imposición; todo era invitación y llamada dejando a la libertad personal la respuesta; jamás existía la palabra condena, sino un perdón gratuito concedido incluso a quienes no lo pedían; su reinado era el de los pequeños, los sencillos, los humildes, y así chocó con la fuerza humana de los poderosos y de los dirigentes religiosos; …
Y es que así es el Dios cristiano, el Dios de Jesucristo, el mismo que “se despoja de su rango y toma la condición de siervo” montado en un asno. La Humildad , con mayúsculas, que nos llama a ser sencillos como palomas, pero el mismo que genera vida auténtica en cuanto hace, y vive para transformar el mundo y el corazón de los que le siguen. Él nos invita a ser auténticos, con deseos de construir un mundo más habitable, y llenar nuestros espacios comunitarios en lugares que generen vida.
Pidamos en este día que el Padre nos ayude a seguir los pasos de Jesús en nuestra realidad, y leer y fortalecer nuestras vidas desde su persona, para vivir la esperanza y la alegría de este domingo que es anticipo de otro, lleno de la luz de una Pascua resucitada.