Hoy hemos celebrado con la comunidad de las Hermanas Concepcionistas Franciscanas la Solemnidad de la Madre Santa Beatriz de Silva, fundadora de la orden de la Inmaculada Concepción. Es un día que ellas viven con auténtico sentido de pertenencia y de festividad, y que nos hacen a todos partícipes de su inmensa alegría y agradecimiento al Padre por los dones recibidos en este carisma de nuestra Iglesia.
En la reflexión de la Palabra me detenía en tres ideas que considero claves en la vida de Santa Beatriz y que bien nos pueden ayudar en nuestra vida cristiana de cada día, aunque también es cierto que me dirigía más en la reflexión hacia la vida de esta querida comunidad de Villanueva de la Serena a la que tengo el honor y la dicha de acompañar.
La primera idea ya la destacó el papa Pablo VI en la homilía de la canonización de Santa Beatriz el 3 de octubre de 1976, donde afirmaba la fascinación de Beatriz por la Virgen María , y es quizá la palabra más importante que tiene que decirnos porque en ella, en la Madre , está encerrado el secreto de su experiencia espiritual y el de su santidad, … siendo una santa actual para nuestro mundo. Ella aceptó, desde aquel acontecimiento difícil de Tordesillas, que la Virgen era el ideal de su vida por la limpieza de corazón y de transparencia, además de una vida y una concepción sin pecado, sin mancha alguna. Desde ese momento dedicó su vida consagrada a Dios queriendo vivir en castidad y en dedicación a la oración para desear ser reflejo de la pureza y la limpieza de corazón y de vida de la Virgen María. En el fondo es aceptar que la santidad no es enemiga de la persona cuando se quieren vivir los valores del evangelio en el seguimiento y en la respuesta a la llamada de Dios a la vida consagrada o a cualquier estado de vida.
La segunda idea es clave para entender la vida de Beatriz y es tan sencillo como la vida contemplativa centrada en el valor de la Eucaristía. La comunidad nace de la Eucaristía y se refuerza en la celebración y adoración de la misma. Es más, sin Eucaristía nuestra vida cristiana se queja coja, le falta fuerza e impulso, se queda sin razones para compartir la misma misión evangelizadora de la Iglesia. La Eucaristía es el inmenso manantial de vida y de gracia que nunca se seca y que siempre nos sorprende porque nos engancha con la vida de cada uno en la vida de Jesucristo y nos lanza de nuevo a la misma vida con cara de resucitados para que, una vez compartido el pan, seamos pan para los que nos rodean. Nuestras religiosas concepcionistas viven la Eucaristía diaria como el mejor regalo de Dios para ellas, y contemplan y oran desde la misma Eucaristía para ser fuertes en la debilidad, transparentes en las dificultades, llenas de esperanza en las contrariedades, y felices porque se sienten queridas y amadas por este Dios de la misma Vida.
Son las que están, pero no están todas las que son |
Y la tercera es la paz y las cosas bien hechas desde el anonimato y el silencio. La Madre Beatriz de Silva vivió su vida escondida en el convento de las dominicas de Toledo durante treinta años siendo una más entre ellas en la obediencia, en el servicio, en la entrega y el trabajo diario y la vida orante y contemplativa, hasta que, sin prisas, llegó el momento de iniciar una andadura nueva desde la nueva orden de la Inmaculada Concepción. Fueron treinta años de anonimato al igual que la vida escondida de Jesucristo. Ella supo vivir en la paciencia humana la misma paciencia de Dios. Ella emitió los votos religiosos y vistió el hábito de la nueva orden y su vida, su historia, su ser, se marchó a las manos del Padre. Desde ese momento serán sus hermanas, curiosamente doce, las que emitirán posteriormente los votos y continuarán con este nuevo carisma en la Iglesia hasta nuestros días. Y nosotros nos quejamos de prisas, de estrés, de no tener tiempo para todo y muchas veces ni para lo más importante, …. Que buen espejo para crecer en la paciencia y querer vivir, desde el mismo anonimato de la vida, la gran paciencia que Dios tiene con nosotros.
Hoy es un día para felicitarlas, … para acompañarlas y quererlas de verdad, para unir nuestra oración a la suya y pedir, por intercesión de Santa Beatriz, que en nuestra vida cristiana seamos reflejos de la limpieza de la Virgen María , desde la Eucaristía celebrada con los demás, para vivir las llamadas de este Dios que en su Hijo nos sigue amando y acompañando, … y por supuesto … con una inmensa paciencia.
Al mediodía he tenido la suerte de compartir la sencilla mesa con todas ellas y hasta me he tomado una copita de vino, … otro privilegio que no tiene precio, … que Dios las bendiga, ….