jueves, 9 de abril de 2020


LA MESA DEL TESTAMENTO Y DE LA VIDA
Queridos feligreses y amigos:
Hoy es un día Solemne en la celebración de la fe. Hoy es un día muy especial para adentrarnos en la profundidad de la vida de Jesús. El Jueves Santo nos invita a sentarnos alrededor de la mesa fraterna en la que existe la fiesta, la amistad, la conversación fluida y cuántas veces es el lugar elegido para dar las mejores noticias de la vida.  Esta mesa ocupa hoy un lugar muy especial para nosotros. No estaremos sentados junto al altar del templo de la Asunción pero sí unidos en la fe y en la oración desde nuestros hogares.

Hoy Jesús se sienta con nosotros de una forma muy especial, aunque no es una mesa cualquiera. Es una celebración testamentaria en la que Él se entrega definitivamente y abre de par en par su corazón. En ella observamos que el corazón de Jesús está triste presagiando los acontecimientos que han de suceder. Pero no por eso se aleja de los suyos ni esconde la profundidad de su vida.

En un momento determinado, Él se levanta a vista de todos, y realiza un gesto que se queda marcado en la misma letra evangélica para siempre. Se cuelga una toalla de la cintura y arrodillado ante sus discípulos comienza a lavarles y enjugar sus pies. Este siervo anónimo refleja en el gesto su vida: servir y no guardarse nada para sí mismo. Toda forma de autoridad se vive desde el servicio, comenzando por los últimos y necesitados. Tendremos que agradecer a Dios las miles de muestras de servicio y dedicación que estamos comprobando en esta realidad difícil por la que pasa nuestro mundo. Muchos servidores anónimos que se están arrodillando ante la persona enferma para sanar, acompañar y dar dignidad en medio del dolor. Servir y amar son sinónimos.

Y en esta misma cena Jesús abre otro signo. Un trozo de pan y una copa de vino serán su presencia permanente ente nosotros: “Esto es mi cuerpo entregado , esta es mi sangre derramada, …” Aquí nos encontramos con la Eucaristía en una mesa abierta y fraterna, sin exclusiones, para participar del Señor, alimentarnos de Él y ser capaces de darnos y entregarnos como Jesús. Somos invitados a partir, repartir y compartir el Pan de la Vida en nuestra vida cotidiana dándonos a los demás.

Una Iglesia que mira sus propias raíces en la mesa eucarística y en la toalla y la jofaina aprende donde está su verdadero sentido. Hemos de vivir y trabajar por una Iglesia más servicial y cercana; que enjugue los pies de los cansados y agobiados; que alimente con la Palabra la esperanza de la humanidad; y que acoja en los signos eucarísticos la entrega de los que constantemente se dan a quienes los necesitan.

Jesús aún tenía otro testamento que dar a los suyos: “Amaos unos a otros como yo os he amado; así conocerán que sois mis discípulos”. Aquí está todo el sentido de su vida y de su misión: vivir hasta las últimas consecuencias el mandato del amor. Se ama hasta el final porque un amor donado, entregado, gratuito, jamás abandona; y mientras más se entrega más se multiplica. El mejor testimonio que daremos será el de la caridad; un amor que se da y se entrega por los demás como el de Jesús.

“Haced esto en conmemoración mía” dejó caer en los oídos de aquellos comensales. Él se ha convertido en un don para todos nosotros. La mejor manera de hacer memoria de Jesús hoy es vivir como Él vivió. Así sembraremos signos de vida; y nos reconoceremos como hermanos en torno a la misma mesa y compartiendo el mismo pan.

Una petición para este día solemne: hoy se celebra la institución del sacerdocio. Os pido que recéis por todos los sacerdotes, especialmente por los que conocéis. Rezad para que el Señor nos haga servidores de la Iglesia y del mundo. Que en nuestra palabra y en nuestras actitudes y gestos, a pesar de la debilidad, seamos fieles a la persona de Jesús y a la misión recibida de Él. Y abusando de vuestra amistad, rezad por las vocaciones al ministerio sacerdotal; que no falten en nuestras comunidades cristianas personas disponibles a vivir este ministerio de vida y entrega en nuestra realidad para que a nadie falte ni la Palabra de Dios, ni la Eucaristía, ni la cercanía de Cristo buen pastor.

Feliz día, … preparemos bien la mesa para celebrar la vida y sentemos en ella al Hijo de Dios que nos abre el testamento de su corazón. Os animo a seguir profundizando en la fe y celebrándola en el espacio de nuestros hogares. Un fuerte, fuerte, … ojalá cercano, abrazo; y mis bendiciones.