¡TENÍA QUE SER EL BUENO DE PEDRO!
Queridos feligreses y amigos:
Estamos avanzando en estos días que nos están preparando para celebrar la Pasión
del Señor a la espera de su resurrección. Tenemos que vivirlos como una
oportunidad por descubrir una semana santa diferente y celebrarla desde el
corazón. Va a ser una peregrinación distinta en estas fechas pero sabemos que
Él sigue estando muy cerca de nuestras vidas, y le encontraremos en espacios y
faenas cotidianas que tantas y tantas veces pasan desapercibidas. Os animo a
vivir desde la interioridad y buscando ratos y momentos de silencio para orar.
La liturgia de este martes santo nos adentra ya en la
sala en la que Jesús está con sus discípulos sentados en torno a la mesa. Él
presagia los momentos difíciles y duros que va a sufrir. Todo el grupo está
sentado en torno a esa mesa, participando y escuchando. En un momento
determinado Jesús hace el anuncio de que uno de su grupo lo va a entregar,
descubriendo posteriormente con un trozo de pan untado que era Judas Iscariote.
Una vez que Judas sale de la estancia, Jesús anuncia su
final ante el asombro de los que aún no comprenden que es lo que ocurrirá. De
ahí la respuesta de Pedro. Lo narra así el evangelista san Juan 13,
21-33.36-38: “Donde yo voy no podéis
venir vosotros. Pedro replicó: Daré mi vida por ti. Jesús contestó: ¿Con que
darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes de que hayas
negado tres veces”.

Es verdad que uno de los pilares de una buena personalidad
es conocerse bien a uno mismo. Saber situar en tu vida dónde están tus
fortalezas y también tus debilidades. Conocerse bien a sí mismo es el primer
paso para quererse. Pero, y en esta situación lo estamos comprobando, también
necesitamos de los demás; y la mejor forma de quererlos de verdad es conocer
bien a la otra persona. Este pasaje nos puede ayudar a dar valor a tantas y
tantas personas a las que sencillamente conocíamos y que ahora las vemos
importantes y necesarias en nuestras vidas: familiares, amigos y vecinos, …
personas con las que teníamos un mínimo contacto y que ahora esa presencia se
ha convertido en necesaria.
Aquí pudo estar el error de Pedro. Fue impulsivo, desde
el cariño que manifestaba a Jesús, porque no invitó a los demás discípulos a
acompañarle en esa misión. No cambió el “daré
mi vida” por el “daremos nuestras vidas”. Sólo confió en sus seguridades y
en la confianza en sí mismo, en sus propias fuerzas. ¿Nos ha pasado algo de
esto a nosotros en estas circunstancias de enfermedad mundial? Hemos confiado
más de la cuenta en nuestras seguridades, comodidades, tenerlo todo bien atado
y vivir lo mejor que se pueda sin mirar al lado, evitando lo que me implica y
complica la vida, quedándonos en ciertas superficialidades. Y ha llegado “un
bichito invisible” y ha creado desconcierto, enfermedad, muerte y muchas dosis
de miedo en nosotros. En Pedro pudo más
el miedo que la promesa y llegó la negación; se sintió frágil, débil y
necesitado de los demás, especialmente de Dios. Esta experiencia la estamos
viviendo diariamente: con miedos en la vida comenzamos a vivir con lo esencial
y buscamos una verdadera fraternidad, aunque ahora sea más por las redes
sociales y medios de comunicación que en la presencia física. Nos hemos
descubierto necesitados y dependientes de los demás, aunque sea para recibir un
abrazo, un consuelo o un gesto de ánimo.
Nos llega otra llamada: vivir la fidelidad por encima de
las dificultades. En los perores momentos encontramos más manos de ayuda y
acompañamiento; y así lo comprobamos. Necesitados de los demás y también de
Dios porque solos no podemos. Y hemos de caer en la cuenta de la
fuerza que Dios nos entrega para mirar hacia delante y acogerla en los que nos
acompañan.
Hoy es Martes Santo. Nos quedaremos con las ganas de ver,
por primera vez, en nuestras calles la Imagen de Jesús Cautivo. Pero Él nos
aguarda para hacer nuestra estación de oración personal o en familia. Os
llegará material para ese momento. Ánimos y no estamos solos. Un gran, y
deseado, fuerte abrazo.