SIERVOS ENTREGADOS
POR AMOR
Queridos feligreses
y amigos:

Escuchábamos ayer a
san Pablo en su carta a los Filipenses en la que nos dice que “Jesús se despojó de sí mismo tomando la
condición de esclavo” (Flp 2,7). Nos adentra esta Palabra en el
acontecimiento de la encarnación del Hijo de Dios. “Siendo Dios, no hizo alarde de su categoría de Dios, sino que se hace
hombre, como uno de tantos”. Toda la aclamación festiva del Domingo de
Ramos nos introduce realmente en la ofrenda y la pasión de Jesús. Así entramos
en estos días especiales de celebración y de fe, llenos de contrastes, en los
que muerte y vida juegan un papel especial.
Hoy la Palabra de
Dios centra la atención especialmente en el profeta Isaías: “Mirad a mi Siervo a quien sostengo. ( … )
No gritará, no clamará, no voceará por las calles; no vacilará ni se quebrará.
(…) Te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones, que abras los ojos
de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión y de la mazmorra a los que
habitan tinieblas” (Is 42,1-7) Jesús
es el Siervo de Dios: el que lava los pies a los discípulos en la tarde del
jueves santo; el que sufre y es crucificado en la tarde del viernes santo.
Dios nos salvó
sirviéndonos. Nos amó gratuitamente. Ayer en su homilía nos decía el Papa
Francisco que “los verdaderos héroes que
salen a la luz en estos días, no son los que tienen fama, dinero y éxito, sino
aquellos que se entregan a los demás.” Es decir, aquellos que se entregan
de corazón y gratuitamente como auténticos siervos de los más necesitados. Jesús
sembró un estilo y es bueno que continuemos esa misión de Iglesia en nuestra
realidad: Iglesia servicial y cercana al sufrimiento y la enfermedad; a la
soledad y el desamparo; con gestos y opciones por sembrar una humanidad más
fraterna, con entrañas de misericordia, optando por los más pobres y los que
sufren, y con ansias de paz y libertad. Así seremos testigos del Siervo de
Dios.
Jesús lo realizó
entre nosotros. Hemos de buscar la alegría y la esperanza en optar por una
caridad sin fronteras, sin condiciones. Escuchamos en el pasaje del Evangelio
de hoy que María, la hermana de Lázaro, unge los pies de Jesús con un perfume
muy caro y que la casa se llenó de la fragancia de ese perfume. ( Jn 12, 1-11)
María se había arrodillado ante los pies del Señor y había gastado el perfume
en ellos. El auténtico siervo es el que se gasta y entrega su vida al servicio
de los demás; y sabe arrodillarse, con cariño y entrega, ante los pies de los
hermanos. Es el que da lo mejor de si mismo, sin pedir nada a cambio, y lo
ofrece tanto a Dios como a los que lo necesitan. Mira tu vida y pregúntate qué
es lo que puedes ofrecer y entregar a los demás sirviéndolos de verdad y con
gratuidad. No mires lejos porque los más cercanos son sujetos diarios de tus
acciones, de tus cualidades y de los dones que Dios ha puesto en tu vida.

Con las ganas de
que esta situación de enfermedad esté remitiendo y el deseo de que los enfermos
sanen, os deseo un feliz lunes santo. Ya queda menos para darnos un fuerte
abrazo. Os animo a seguir viviendo con profundidad estos días de Semana Santa.