martes, 19 de mayo de 2020


UNA PROMESA CUMPLIDA

Queridos feligreses y amigos:
¡Feliz martes! Un día más para que sea un día menos. Esta mañana me he despertado con una buena noticia que nos llega desde los EE.UU. En la Cadena COPE Carlos Herrera entrevistaba a D. Juan Andrés, un español de Madrid, que es Director Técnico de la Empresa de Biotecnología “Moderna Therapeutics”, y anunciaba un primer paso importante en la consecución de una vacuna contra este dichoso Virus. Aún en la primera fase de ensayo en humanos, los resultados son alentadores ya que, sin inocular virus atenuados en el cuerpo, sino moléculas con código genético, producen anticuerpos que, neutralizando el virus, crean inmunidad en la persona. Esta es una gran noticia que abre este martes del estado de alarma a la esperanza.

Así y todo, tenemos que ser muy responsables. Sigo diciendo que es obligatorio el uso de mascarillas. ¿Qué sentido tiene llevarlas cuando haces cola y vas a comprar el pan si después te sientas en un banco, paseas por la calle y ocupas un asiento en una terraza de un bar con personas que no son de tu domicilio y ni te preocupas de ponerte la mascarilla, ni cuidar la separación entre personas? El efecto es el mismo que ir en un mismo coche bien puestos en las filas de asientos con gente que no viven con uno y todos sin mascarillas. ¡Debemos cuidarnos, obedecer las recomendaciones de nuestros médicos y cuidar a los demás! ¡No seamos imprudentes!

Volvemos en la liturgia de hoy a escuchar a Jesús en la promesa del envío del Espíritu Santo. Así lo leemos en el evangelio de San Juan (Jn 16, 5-11). Pero se ha creado un ambiente de tristeza en los apóstoles ante el anuncio: “Ahora me voy al que me envió (…) por deciros esto, la tristeza os ha llenado el corazón”. Jesús les anuncia su partida generando la tristeza en sus seguidores. Ellos van a percibir en sus palabras una despedida que los llena de contrariedad. Las despedidas en nuestras vidas de los seres queridos, ya sea por una situación de tiempo prolongado o por el acontecimiento de la muerte, abren heridas por la ausencia, por la misma separación en sí, por dejarte sin seguridades, y llega la tristeza que lo engloba todo. Percibimos la ausencia de los seres queridos en los objetos y espacios que constantemente nos hablan de lo que era su presencia entre nosotros. Desgraciadamente estamos viviendo estas realidades en las actuales circunstancias.

“Vendrá a vosotros el Espíritu Defensor que yo os enviaré”. Jesús no nos deja solos; nos promete el envío del Espíritu Santo, Espíritu Defensor. Nuestra vida cristiana tiene que profundizar en la experiencia del Espíritu porque nos ofrece una vida en plenitud siendo nuestra ayuda en el caminar cotidiano.  Nos capacita para ser seguidores de Jesús, dándonos fortaleza y esperanza en nuestro seguimiento al Señor. Es discernimiento ante la mentira y el engaño que nos rodea ayudándonos a responder desde la verdad y la entrega. Acompaña y culmina en cada uno de nosotros un proceso de conversión que nos acerca más a Dios y especialmente a recibir agradecidos los dones de su amor entregado.

Necesitamos estar atentos a la voz del Espíritu en nuestra vida, llenarnos de sus dones y de los frutos que deben crecer en nuestros valores y actitudes; creer profundamente en Él y vivir nuestra experiencia de fe agradecidos por su presencia que acompaña nuestra oración y nuestro compromiso cristiano para ser testigos del Resucitado.

Desde el Espíritu nuestra vida se transforma en una vida nueva en Cristo y orientamos toda la vida a la entrega de uno mismo para dar a Dios todo lo que Él ya sembró en nosotros, especialmente su amor.

Tenemos un día muy soleado, con mucha luz; en la medida de nuestras posibilidades disfrutemos de este regalo. Un más que merecido abrazo cuando se pueda y os doy mi bendición con todo el corazón.