sábado, 29 de octubre de 2011

¿ EL PRIMERO ? ¡ SIRVE Y NO MIRES A QUIEN !

Lo primero que sorprende al leer este pasaje del evangelio de san Mateo es la claridad y la valentía con la que Jesús de Nazaret se dirige al grupo de los suyos, entre los que especialmente se encontraría el grupo de “los doce”. El mensaje y la vida interna del Reino de Dios hay que abrirla para oxigenar las relaciones entre las personas y especialmente las mismas relaciones con el Padre.

Pero uno de los valores que se encuentran en juego es el de “la fraternidad”. “ Haced lo que ellos dicen pero no hagáis lo que ellos hacen porque ellos no hacen lo que dicen”. Una fácil afirmación traducida hoy de muchas formas: “porqué vas a hacer tú lo que pueden hacer otros”; “ tú tira para delante que después yo te sigo”; “ aguanta con lo que te toca que antes me tocó a mí”; … y así muchas más afirmaciones.

Y no podemos olvidar que si ponemos en juego la misma fraternidad cargando en los demás lo que nosotros no vamos a realizar, y encima nos creemos mejores que ellos porque nos situamos en la barrera y jamás nos adentramos en el albero de la vida, no podemos tener nunca los sentimientos de Jesús.

Porque la “cátedra de Moisés” en la que Jesús se sienta y quiere que nos sentemos los demás es la de la vida de las personas, con sus luces y con sus sombras, … con sus aciertos y con sus fallos, … pero intentando siempre sembrar el mensaje del evangelio en la cercanía, en la compasión y en la presencia en la vida de este mundo y de nuestra sociedad.

Pero añadamos la nota distintiva de esta fraternidad: “ el que quiera ser el primero que sea el servidor de todos”. Sin servicio gratuito no hay fraternidad. Y este servicio para ser coherente y concreto tiene que pasar por el servicio de Jesús, el mismo que se tira al suelo para enjugar y sanar tanto pie cansado en medio de este  mundo.

Y este tiene que ser uno de los mensajes claros en la vida de la Iglesia: trabajar por una fraternidad que primero tiene que ser reconciliada consigo misma porque hay mucho que sanar y que enjugar; hay mucho que servir y especialmente en la vida de los más pobres y necesitados.

Nuestras comunidades parroquiales tienen que ser testigos de esta gran verdad. Se consigue conociendo a los demás; llevando a mi vida sus experiencias personales y que me afecten de verdad; intentando acompañar a los más cercanos en las circunstancias de sus vidas; orando y viviendo la celebración como verdadero encuentro con el Dios de la Vida; procurando vivir un servicio real en lo concreto de cada día y no mirando nunca a quién; y buscando el encuentro del evangelio con la realidad más cotidiana para poder leer creyentemente cuanto nos acontece y sabiendo que creemos en un Dios Padre que es cercano, que nos quiere junto a Él, y que anima nuestros pasos para crear una fraternidad llena de posibilidades para todos y especialmente para los más necesitados.

Necesitamos escuchar y vivir este evangelio desde la experiencia de la fe y desde un Dios que continuamente quiere encontrarse con nosotros.