lunes, 14 de enero de 2013

BAUTIZADOS, ... NO PASADOS POR AGUA

Terminamos el domingo pasado el tiempo de Navidad con la celebración del Bautismo del Señor. Aquél niño, nacido de la Virgen María, que vivió su vida en oración, trabajo, escuela, familia, … en Nazareth, decide recibir un bautismo de agua y espíritu en los momentos previos a una misión universal en la que vivirá el proyecto del Reino de Dios, y en la que empleará toda su vida y todas sus fuerzas.

Y en aquella orilla del río Jordán se encontraba Juan el Bautista, la Voz que clama en medio de la vida, la conversión a Dios y  la apertura del corazón y de la esperanza a un tiempo nuevo. Y en el centro de la escena aparece el Esperado Desconocido para ser presentado como Mesías y poder escuchar a Dios por medio de Él.

El bautismo de Jesús tiene muchas claves para leerlo y para poder llevarlo a nuestra vida diaria: Jesús recibe un bautismo en el que se compromete a amar a esta humanidad y a comprometerse con ella hasta el final; es un acto de fe y de compromiso con ese Reino nuevo que está en medio de los hombres; vivirá un estado permanente de encuentro con Dios y una fidelidad sin límites a la voluntad del Padre; se sentirá impulsado por medio del Espíritu para vivir y realizar la misión encomendada, con un compromiso hasta la misma muerte. ¿ Nos reconocemos nosotros en estas claves bautismales?

Personalmente creo que el mayor problema de la Iglesia hoy es “ la falta de fe en sus miembros y la falta de empuje en la misión y en el compromiso con esta sociedad”. Vivimos un cierto ambiente de mediocridad ambiental y esa también afecta y se realiza en el interior de la misma Iglesia. Y es necesario crear un ambiente de cercanía, de escucha, de acompañamiento entre nosotros; y volver, desde un encuentro alegre y entusiasmado con el mismo Evangelio, a las raíces de nuestra fe. Será el mismo Señor quien nos ayude a vivir, en medio de nuestra realidad, los signos de los tiempos con el don de la fe, y en la verdad de su palabra que es “espíritu y vida”.

Necesitamos renovar nuestro bautismo para entender que en este sacramento no sólo somos receptores de una fe heredada, sino transmisores de una vida que quiere ser fiel a lo recibido, y protagonista en la vivencia diaria de los valores del evangelio: ser personas que evangelizan en este mundo de hoy. Y vencer cualquier forma de rutina, de pasividad, de mediocridad y transformar esas actitudes en fidelidad a la misión entregada y encomendada; en creatividad en medio de este mundo nuevo y cambiante; en sencillez para saber apreciar lo mejor de las personas y sembrar en ellas el don de la fe; en compromiso con la persona de hoy y con nuestra cercana realidad que necesita oportunidades para creer y crecer en la esperanza. El bautizado hoy no puede ser una persona pasada por agua, sino un creyente ungido con la fuerza del Espíritu para ser testigo del Reino en medio de este mundo. Y afirmar con fuerza: Bautizados; ungidos por el Espíritu; llenos de alegría; transmisores de la fe; fieles a la misión; comprometidos con la realidad tal y como hoy se nos presenta; orantes desde la Palabra y desde la vida; seguidores de Jesucristo como oferta de sentido y creativos para estar siempre en movimiento; …. Muchas claves … muchas más aparecerán, … optemos por algunas de ellas y posiblemente nuestro bautismo tendrá aún más sentido.