Tras todo el día de hoy,
tenemos que reconocer que nos encontramos llenos por dentro y un poquito
cansados. Ha sido un día muy cargado de visitas a los lugares santos y nos
hemos encontrado con muchísima gente que está peregrinando igual que nosotros.
Hoy nos hemos levantado antes, a las seis y media de la mañana, y tras
el desayuno (todo frío, porque al ser sabath no se permite trabajar en la
religión judía), nos hemos dirigido a la parte alta del monte de los olivos,
muy cerca del monte Scopus, que es donde paramos cuando llegamos aquí el primer
día. Aquí se encuentra la pequeña iglesia de la Ascensión de Jesús a los
cielos. La hemos visitado y hemos tocado la piedra que se encuentra en el suelo
que venera el lugar desde el que partió el Señor y se le espera como se le vio
marcharse según los Hechos de los Apóstoles 1,11. Personalmente creo que este
lugar tiene que ser mejorado; hay todo un trapicheo de ventas y que no ayuda nada a la gente que llega a Israel con el deseo de crecer en su
fe.
Desde la parte alta comenzamos a bajar a pié hasta que nos paramos en
la gruta del Padrenuestro. Qué bien suenan aquí estas palabras rezadas con paz
y con tranquilidad, acogiendo el menaje de Jesús que anuncia a un Dios que es
Padre, que ama a sus hijos, y especialmente a los más necesitados. Un mensaje
nuevo que pone en evidencia el que se enseñaba en su época sobre un Dios
justiciero, que sembraba miedo. Tienen murales de azulejos regalados por países
o regiones en el que se leen las palabras de esta oración en infinidad de
idiomas.
Bajando este monte de los olivos, nos paramos en un gran cementerio
judío que está en la falda del mismo, porque para el pueblo judío, cuando
llegue el Mesías y la resurrección definitiva, lo primero que volverán a la vida
serán lo que se encuentren enterrados en este lugar. Hay unas vistas preciosas
desde este lugar, situando en la mirada, el Monte Sión, donde se encuentra la
basílica de la Asunción de la Virgen, o el canto del Gallo ( San Pedro in
Gallicantu), el cenáculo, …. Y toda la bajada del torrente Cedrón.
Bajamos un poco más y llegamos a la pequeña iglesia conocida como
“Dominus Flevit”, lugar en el que Jesús lloró porque no se estaba realizando
bien el culto a Dios, ni era buena la vida religiosa del templo de Jerusalén.
Al entrar en este lugar te encuentras con unas cuevas que corresponden a una
necrópolis de los siglos I – IV a. C, y de las comunidades judeo-cristianas de
los dos primeros siglos. Nuestra guía, como de costumbre, nos explicó
perfectamente la construcción de Berluchi y el significado de los símbolos que
se encuentran en el exterior de este pequeño templo: el techo en forma de
lágrima que se derrama y la ánforas para recoger las lágrima de ese llanto.
Y desde aquí, bajamos un poco más, hasta Getsemaní, el huerto de los
olivos. Getemaní significa prensa o molino de aceite. Aquí se encuentran olivos
milenarios y una gran roca dentro de la Iglesia, muy venerada, porque es el
lugar donde Jesús estuvo orando en la noche de agonía, en la que llegó a sudar
sangre. Hoy había mucha gente y tan sólo dimos un pequeño paseo dentro de la
Iglesia, que invita a la oración y al recogimiento, por la poca luz que hay en
ella. Berluchi diseñó unas ventanas que, desde fuera, son muy vistosas, pero
dentro crean un ambiente de oscuridad y que invitan a orar.
Visitamos en muy poco tiempo la gruta donde se recuerda el
prendimiento de Jesús por los soldados tras el beso de Judas, el lugar donde
Pedro, Santiago y Juan se quedaron dormidos. Al lado, se encuentra una Iglesia
de rito ortodoxo-griego, llena de mugre, ennegrecida, sucia, con manchas de humedad,
y mucha dejadez, donde se venera la tumba de la Virgen María. Estos ortodoxos
están reñidos con la limpieza, el orden, y … el agua.
Al finalizar la mañana nos fuimos a comer, y a la una y media, otra
vez en el autobús para visitar la Casa de Caifás, conocido el lugar y la
iglesia como “San Pedro in Galicantu”. Hemos tenido la oportunidad de bajar
hasta las dependencias de la casa, el lugar de la cárcel y de la mazmorra o
calabozo donde se entraban a los presos más peligrosos. En este lugar estuvo
Jesús al menos unas cuantas horas antes de ser llevado a la fortaleza Antonia
para que Pilato lo mandara ejecutar. Hemos rezado el salmo 88, un salmo
muy duro y que Jesús oraría en la oscuridad de aquella noche. Pone los pelo de
punta y emociona tocar este lugar en el que seguro que sí estuvo. Y ver la
escalera de la época romana que unía el Monte Sión por el torrente Cedrón con
el Monte de los Olivos, … lugar por el que Jesús baja libre y sube apresado.
Casi a las prisas marchamos hacia la Maqueta de Jerusalén, en la época
del segundo Templo, como sería más o menos en tiempos de Jesús. Te sitúa muy
bien en el tiempo y en el espacio de aquella época y en la vida y costumbres de
las personas. Y a lado visitamos el museo del Libro donde e encuentra una
réplica completa del rollo del profeta Isaías encontrado en las cuevas de
Qunram, de la época de los esenios. ¡Qué bien guarda Israel su memoria y su
historia.
Aún nos quedaban tres visitas en la tarde: la tumba del rey David; el
lugar de la última cena conocido como el Cenáculo, y justo al lado, la preciosa
iglesia de la Asunción de la Virgen María, o Iglesia de la Dormición. Tres
lugares con sabor propio, y que no ayudan a centrar aún más la fe. En la
Iglesia de la Asunción os hemos recordado a todos, y hemos cantado el “Salve
Madre”, con una oración final muy especial. Y terminábamos la tarde celebrando
la Eucaristía muy cerca del Cenáculo en un templo recientemente remozado de los
padres franciscanos. Que bien suenan las palabras “Tomad y comer, …. Tomad y
beber” en este Monte de Sión.
Y hemos adelantado la cena porque hemos tenido el privilegio de volver
a la Iglesia de Getsemaní para tener todos juntos una hora santa en el lugar
donde Jesús oró en aquella noche de angustia y agonía. Este será, con
seguridad, otro de los momentos que más recordaremos de esta peregrinación.
Esta Iglesia, por una hora, ha sido sólo para nosotros. ¡Lo hemos disfrutado!