EL RECUERDO AGRADECIDO PARA UN FUTURO
ESPERANZADO
Sólo queda en estos momentos contemplar
el tiempo y proclamar “Gracias” en mayúscula. Mejor decir “muchísimas gracias” al
Dios de la Vida por estos veinticinco años de vida sacerdotal al servicio de la
Iglesia, nuestra Iglesia Diocesana, y a las realidades en las que Dios me ha
ido situando en este espacio de tiempo.
Tras trece años en nuestro querido
Seminario Diocesano de Badajoz, viví la oportunidad de compartir la etapa del
Diaconado en las Parroquias de Nuestra Señora de los Milagros y San Antonio de
Mérida siendo acompañado en los primeros pasos pastorales y en el encuentro con
la realidad diocesana por Joaquín de las Heras, Manuel Alvarez y Juan Miguel
García. Fue una experiencia única, especialmente por lo bien que me cuidaron y mi
primer contacto de trabajo con el presbiterio diocesano. Viviendo entre ellos
llegó la fecha de la Ordenación, un 26 de junio de 1993.
Antes de vivir el primer destino tocaba
realizar el Servicio Militar y tuve la oportunidad de compartir mis primeros
meses en la Parroquia de Santa María de la Dehesa de Cuatro Vientos en Madrid
junto a Ángel Cordero y Gregorio Orduña. Una experiencia que siempre resumo
como un regalo de Dios en medio de una realidad curiosa, la mili de entonces,
que tanto me aportó y de la que guardo grandes amigos de los que presumo.
Llegó el verano de 1994 y el primer
destino diocesano: Parroquia de Santa Ana de Magacela (“sencillamente la niña
de mis ojos”) y Vicario Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción de
Villanueva de la Serena. Siete años de vida intensa y de muchísimo trabajo,
primeros pasos y primeros fallos, pero con mucha ilusión y esperanza. En esta
etapa también acompañado por Teófilo González.
En el 2001 otro destino: Las
Comunidades parroquiales de Jerez de los Caballeros, sus poblados y los Valles,
de Santa Ana y de Matamoros, para vivir una experiencia única y preciosa,
además de completa en la vida ministerial. El destino era a un equipo
sacerdotal con Antonio Becerra, Gregorio Fernández, Antonio Laureano, y José
María Campanón. Esta etapa fue clarificadora en todos los sentidos y para
madurar con cierta rapidez. La realidad se imponía y el trabajo y el servicio
mantenía siempre viva la llama de la fe y de la esperanza ante realidades a veces complejas, pero tan reales como la
vida misma. Mario Corrales llegó en mi último año en Jerez y los poblados. El
equipo sacerdotal ya no existía por
decisiones del gobierno diocesano, aunque él y yo mantuvimos la misma
forma de trabajo coordinado.
Y desde julio de 2008 aquí en
Villanueva de la Serena, en la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción y en
la Comunidad de las Hermanas Concepcionistas Franciscanas. Y sin darme cuenta,
han pasado veinticinco años. En esta atapa, tres Obispos, Don Antonio, Don
Santiago y Don Celso; varios Colegios, dos institutos, otros cargos diocesanos,
comunidades religiosas de vida activa y contemplativa, … un poco de todo como
cualquier sacerdote diocesano secular.
Me quedo con el regalo de la Iglesia en
cada una de las comunidades parroquiales en las que he vivido, con mis
compañeros sacerdotes de los arciprestazgos y especialmente en tantas y tantas
personas que viven en estos pueblos y ciudades a las que he conocido, servido y
amado y con las que he trabajado codo con codo. Y todas las que me siguen
queriendo y acompañando desde aquellos primeros días.
Hoy sólo digo “Gracias Señor, mil
gracias de verdad”, …. Hoy toca contemplar y disfrutar de todo este camino
recorrido. Y recordar especialmente a
mis compañeros Francisco José, Marceliano, Juan, Javier, y Juan Manuel
que recibieron, al igual que yo, el ministerio sacerdotal y a José Luis que fue
ordenado de diácono. El tiempo, la vida, Dios mismo, nos ha ido poniendo a cada
uno en diferentes lugares y respuestas de vida. Pero quedará lo más importante: el Padre quiere que seamos felices en la realización de nuestras vidas.
Poco a poco iré escribiendo la memoria
agradecida de este espacio de tiempo y lo iré sirviendo a través de este
sencillo blog parroquial. Rezad por mí, por todos mis compañeros, y que Dios
anime y fortalezca nuestra diócesis con nuevas vocaciones ministeriales.
25 años no son un ayer que pasó, es una
memoria que se recrea en lo que aún queda por vivir.