miércoles, 3 de junio de 2020


¡ES UN DIOS DE VIVOS!

Queridos feligreses y amigos:
Os deseo un feliz día. Seguimos acercándonos al evangelio del día y a la persona de Jesús en su anuncio del reino de Dios.

En ningún momento va a renunciar Jesús a presentar el mensaje del Reino de Dios. En cualquier situación o realidad que se le presenta muestra la enseñanza a los que le salen al encuentro en la vida. En muchas ocasiones será por petición expresa del que se encuentra con él y en otras muchas, con vientos contrarios y preguntas cargadas de malas intenciones, Él será quien responda y presente la profundidad del mensaje y la presencia de Dios en sus palabras y en los signos que realiza. Estar en contacto con la persona es algo fundamental en la vida de Jesús. No se aleja de la realidad, ni de las personas que lo necesitan y lo buscan, ni de realidades difíciles y contrarias hacia su persona.

El evangelio de hoy nos presenta otro enfrentamiento entre Jesús y las autoridades. En la escena aparecen los saduceos que plantean una pregunta sobre la resurrección. Un asunto que enfrentaba especialmente a los saduceos con los fariseos. (Mc 12,18-27).

¿Quiénes eran los saduceos? Formaban un grupo religioso compuesto por los sacerdotes de familias importantes y por notables muy influyentes; eran ricos y poderosos, a la vez que conservadores en el terreno religioso; no creen en la resurrección ( Hech. 23, 6-8), ni esperan la venida de un mesías.

En su vida y en sus decisiones desconfiaban de los fariseos y de los movimientos religiosos que esperaban la llegada de un Mesías Salvador; su vida se cerraba a este mundo; eran muy ricos – grandes latifundistas y comerciantes -  y colaboraban con el poder romano para mantener todos sus privilegios. Cuando Jesús habla contra los sacrificios del templo, las ofrendas y las limosnas del culto en el mismo, contra los ricos que han cerrado sus puertas a la caridad, a la compasión y a los más pobres, puede ser que fueran dirigidas especialmente hacia ellos.

En las comunidades cristianas de la época en que Marcos escribe su evangelio, leyendo estos episodios de conflicto de Jesús con las autoridades, - hoy con los saduceos -  los cristianos perseguidos se animaban y cobraban valor para seguir el camino. Este grupo de saduceos no aceptaban la fe en la resurrección; creencia muy valorada por los fariseos especialmente.

¿Porqué no creían en la resurrección? Para ellos  el reino prometido por Dios estaba ya presente en la situación de bienestar que ellos disfrutaban. Al ser conservadores en el terreno religioso y vivir la ley del cumplimiento, Dios los ha bendecido con mucha riqueza y bienestar. Ahora bien, a los que no observan la ley de Dios y los mandamientos, Dios los castiga con sufrimientos y pobreza.  Así se entiende por qué los saduceos no querían enseñanzas nuevas de Jesús y menos aún sobre la resurrección.

Llegan hasta Jesús y, para ridiculizar la fe en la resurrección, cuentan el caso ficticio de aquella mujer que se casó siete veces y, al final, se murió sin tener hijos. Esta era la ley del levirato que obligaba a la viuda sin hijos a que se casara con el hermano del marido fallecido. El hijo que naciera de este nuevo casamiento era considerado hijo del marido fallecido, y así éste tendría una descendencia. Pero en el caso llevado al límite propuesto por los saduceos, la mujer, a pesar de haber tenido siete maridos, se quedó sin hijos. Ellos preguntaron a Jesús: “En la resurrección, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete estuvieron casados con ella".

Jesús les responde: “Estáis en un error precisamente por esto, por no entender la Escritura, ni el poder de Dios!” Jesús explica que la condición de las personas después de la muerte será totalmente diferente de la condición actual. Los saduceos, si existiera el acontecimiento de la resurrección, desearían que la vida en cielo fuera  igual a la vida en la tierra. Jesús está respondiendo que la vida eterna es gozar plenamente del Dios de la Vida, del Dios de la promesa hecha realidad: “Nuestro Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos” .

Termino con palabras del Papa Benedicto XVI de una homilía que pronunció en el año 2009: “La vida eterna no la tenemos por nosotros mismos ni en nosotros mismos, sino por una relación, mediante la comunión existente con Aquel que es la Verdad y el Amor y, por tanto, es eterno, es Dios mismo. (…) La vida nos llega del ser amados por Aquel que es la Vida; nos viene del vivir con Él y del amar con Él.”

¡Feliz jornada! La Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno y María Santísima del Calvario nos invitan en estos días a rezar desde la presencia materna de la Virgen. Al no poder ser de forma presencial nos mandan este material para orar desde nuestras casas. Recibid mi bendición y mi virtual abrazo.