martes, 2 de junio de 2020


INTERIORIDAD Y TRANSFORMACIÓN

Queridos feligreses y amigos:
En este tiempo ordinario que comenzábamos ayer, después de vivir la Pascua, haremos el recorrido de Jesús en su ministerio público. Nos acercaremos diariamente a sus palabras, sus enseñanzas, los signos que realiza; Él va a ir sembrando el Reino de Dios en nuestra historia y en nuestras vidas. La mejor forma de seguirlo es rezando desde la Palabra de Dios y participando ya en la vida parroquial, especialmente en la celebración de la Eucaristía del domingo. ¡Ánimo!

Jesús va anunciando el Evangelio por aquellos pueblos y ciudades de su entorno. Poco a poco comenzó a ser conocido y seguido; y no fue bien recibido por ciertos grupos sociales y religiosos de su época. En el evangelio de San Marcos lo descubrimos hoy con claridad (Mc 12, 13-17). Se han acercado a Jesús un grupo de personas formado por fariseos y partidarios del rey Herodes para lanzar una pregunta, e intentar poder después acusarlo públicamente ante las autoridades.

La pregunta viene precedida de adulación para intentar ganarse a Jesús: “Maestro, sabemos que eres sincero y que no te importa de nadie; porque no te fijas en las apariencias, sino que enseñas el camino de Dios sinceramente”. Desde el principio no hay sinceridad en sus palabras, para asestar el golpe definitivo con la pregunta: “¿Es lícito pagar al Cesar o no? ¿Pagamos o no pagamos?”. Buena encerrona le prepararon y así, ante su respuesta, poder acusarlo y condenarlo.

El tema de los impuestos que había que pagar a los romanos dividía a la opinión pública. No olvidemos que el imperio romano invadió el pueblo de Israel en el año 63 a.C., y pasó a exigir muchos impuestos y tributos. Se calculaba que la mitad o más del sueldo de una familia era para los impuestos, los tributos, las tasas y los diezmos. Pero también existían los impuestos que se pagaban al Templo.

La pregunta estaba llena de malicia. Bajo la apariencia de fidelidad a la ley de Dios, buscan motivos para poder acusar a Jesús. Son “lobos con piel de corderos”. Si Jesús dijera: “¡Tienes que pagar!”, podrían acusarle ante el pueblo de ser amigo y colaboracionista con los romanos. Si dijera: “¡No hay que pagar!”, podrían acusarle ante las autoridades romanas de estar en contra del César. Esta pregunta te lleva a un laberinto, te mete en una encerrona. Me da la impresión de que estas preguntas con intenciones son muy comunes en todas las sociedades: personas que, para defender sus privilegios, incomodan a otros para que acepten propuestas, sin tener en cuenta el bien social ni defender la verdad y la justicia, buscando solamente sus propios intereses.

Jesús, en su respuesta, no entra en discusiones, ni da rodeos; va directamente al centro: "¿De quién es esta imagen e inscripción de la moneda?" Ellos responden: "¡Del César!"; a lo que Jesús les dice: "¡Dad al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios!”. Reconoce la autoridad del César ya que en la vida diaria era reconocida por el pueblo. Las monedas sirven para comprar y para pagar, entre ellos los impuestos; y cambiarlas para las ofrendas religiosas por las monedas acuñadas en el Templo. Y ahora dad a Dios lo suyo: la fe de su pueblo elegido que os habéis apropiado con enseñanzas, normas y rituales de separación; entregad la honestidad de vuestro corazón; vivir la justicia y practicarla entre todos, especialmente con los más pobres y necesitados; entregad a Dios una vida libre de ataduras; vivir la misericordia y la compasión como frutos de una vida entregada.

Jesús está ya invitando a centrar la vida en Dios y respetar las normas de convivencia con los demás. La renovación que Jesús quiere establecer en la vida parte del interior de cada persona para poder transformar la realidad desde las claves del Reino de Dios: construir un mundo más dichoso, más humano y más fraterno empezando por los suyos, empezando por nosotros mismos. Pero mientras nuestro interior no esté convertido a las claves del evangelio nos perderemos en preguntas sin respuestas, o en respuestas que no han tenido ninguna pregunta.

Vamos a intentar vivir una propuesta para este tiempo ordinario: la verdad del evangelio tiene que llegar al hombre de hoy. Tiene que ocupar un lugar central en nuestra vida y en nuestra comunidad parroquial. Necesitamos sentarnos a escuchar tranquilamente el evangelio y orar desde él. Nos encontramos en sus páginas con el estilo de vivir de Jesús, y su forma de estar en el mundo leyendo la historia y la vida.  

¡Feliz martes! Seguimos en Fase dos por lo que tenemos que cuidarnos desde la prudencia y el respeto. Os deseo lo mejor y os mando, por estas vías digitales, un fuerte abrazo.