jueves, 4 de junio de 2020


¡ MUCHÍSIMAS GRACIAS D. ANTONIO,
 MUCHÍSIMAS GRACIAS D. VICTOR!

Queridos feligreses y amigos:
Celebramos hoy en la Iglesia la Fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote. Jesús  no fue un sacerdote al estilo de los sacerdotes del Antiguo Testamento; ni perteneció a ninguna familia sacerdotal israelita. Fue un laico; pero es Sacerdote Eterno sin ofrecer ritos, ni sacrificios, ni cosas distintas a Él, sino entregando su propia vida. Une a Dios y al hombre en su persona. Debe ser una fiesta de agradecimiento por participar, desde el bautismo, en el único sacerdocio de Cristo. Pero en la Iglesia tenemos hombres elegidos por Dios y puestos al servicio de la misma Iglesia y de la humanidad, participando con alegría, y verdadera caridad, del único sacerdocio de Cristo. Somos sacerdotes en la medida en que vivimos en Él.

En el día de ayer despedíamos entre nosotros a un buen sacerdote. Don Antonio Guisado era llamado por el Padre a sus 90 años para vivir permanentemente en su presencia, y en la Cristo resucitado por el que entregó su vida para amar y servir, desde la Iglesia, siguiendo las huellas del Único Señor. Ayer recordaba que estando en uno de los cursos de Teología, en nuestro querido Seminario de San Atón, me pidió Don Manuel Calvino que ordenara más de cien carpetas azules con su numeración, llenas de partituras musicales y que se encontraban en una de las “camarillas” del pasillo de los alumnos del entonces primero de BUP. Partituras perfectamente escritas, con todos los signos y arreglos musicales habidos y por haber. Me dí cuenta estando en Magacela, mi primer destino pastoral, sentado en una reunión arciprestal, que todas eran de Don Antonio Guisado. ¡Hasta aquel momento no lo descubrí! ¡Cuánto se alegró al saber que seguían guardadas en el Seminario! Si era un buen sacerdote no digamos la categoría musical que atesoraba en su larga vida. El sacerdocio era su entrega diaria y la música la pasión que sellaba su vida.

Recibió el sacerdocio ministerial en el año 1953 y siempre vivió su ministerio en Villanueva de la Serena; ciudad que lo vio nacer, crecer, entregarse y en la que descansa ya para siempre. Su vida y su hacer es un “patrimonio inmaterial” de esta ciudad que le honró entregándole su primera Medalla de Oro en septiembre de 1994, y de la que él se sentía muy orgulloso. Comenzó su ministerio, siendo coadjutor, en nuestra Parroquia de la Asunción y acompañó, desde el movimiento de acción católica de la JOC, a los más jóvenes de entonces. Estaba muy motivado por las llamadas que, en aquellos años, se hacía a la Iglesia para servir y evangelizar desde el mundo del trabajo, con un compromiso real de vida y de opción por el evangelio; llamadas que hoy son tan necesarias como en aquellas fechas. También formó a muchos jóvenes impartiendo formación académica en las clases del Instituto.

Le encantaba la creación musical; disfrutaba componiendo y son incontables las obras que ha creado en su vida. Rastrreaba e investigaba tradiciones y canciones populares que se encargó de recuperar y editar en largas tardes veraniegas, junto a la "Señora de las Villuercas y Madre de los Extremeños" en el Monasterio de Guadalupe y que han quedado recogidas en algunos libros con su firma. Fundó la Coral Villanovense y la dirigió por más de treinta años en casi mil conciertos por la geografía española y algunos países de Europa. Perteneció a la Federación de Corales de Extremadura y en el año 2009 fue nombrado miembro de la Academia de Extremadura de las Letras y de las Artes.

En enero de 1969 pasó a ser coadjutor de la recién constituida Parroquia de San Francisco de Asís que entonces se llamaba Nuestra Señora del Pilar; en 1997  es nombrado párroco “in solidum” con responsabilidad compartida de equipo sacerdotal de la mencionada parroquia hasta que en 2004 pasó a la situación de emérito. Esta Parroquia ha sido querida y amada de verdad por él. Desde la calle san Benito a la plaza de San Bartolomé realizaba el trayecto de su vida cotidiana; el trayecto de sus alegrías y dificultades; el trayecto de la entrega a la misión recibida y del servicio ministerial; el trayecto de la oración, de la intercesión y de la escucha; el trayecto del encuentro con las personas y con la historia real de la vida.

Don Antonio ha sido un ejemplo. Dios estaba en el centro de su vida y de su entrega y de sus fuerzas cansadas, con la llegada de tantos años. Ha sido un buen hombre que ha acompañado, orado, celebrado, perdonado, enseñado en el nombre de Dios para servir a su Reino. También ayer recordábamos su última celebración litúrgica en el bautismo de la más pequeña de su familia: su sobrina María, hija y nieta de sus sobrinas María y Marisa. ¡Cómo lo disfrutó al verse rodeado de sus sobrinos! Ha querido Dios que su último sacramento conferido fuera en nuestra Parroquia, que le vio nacer a la fe en el bautismo y a la vida ministerial; y ayer, la ofrenda de toda su vida en su querida Parroquia de San Francisco, en la que maduró y entregó lo mejor de su ministerio. ¡Gracias D. Antonio!



Hace unos días también marchaba a las manos del Padre otro sacerdote de esta zona de la Serena Extremeña. Lo hacía desde la Campiña Sur, Llerena, actual lugar de servicio y de entrega ministerial. Un infarto se llevaba a D. Victor Pérez Carrasco a los 65 años de edad. ¡Duro golpe para nuestro presbiterio diocesano! Nos uníamos, dadas las circunstancias actuales de crisis sanitaria, en oración por él, por sus hermanos, entre ellos D. Antonio Pérez que también es sacerdote diocesano, y por toda su familia. Don Victor era natural del Valle de la Serena y vivió casi todo su ministerio en esta querida zona de la Serena: Castuera, Zalamea de la Serena, Quintana de la Serena, la Guarda, … son algunos de los lugares en los que sirvió desde la caridad y el evangelio. Era un hombre fuerte, dado a la conversación; entregado a la Iglesia Diocesana y a sus amigos con un estilo cercano; muy claro en sus opciones y convicciones; sencillo, alegre y amigo de hacer favores a sus compañeros; y le encantaba el fútbol, su deporte favorito, que practicó siempre que pudo. ¡Gracias D. Victor!

Hoy ya los dos sacerdotes diocesanos están con Dios en una vida plena, glorificada; con el Señor de la vida al que se consagraron por entero para servir, en la Iglesia y en su nombre, a toda la humanidad. ¡Queridos hermanos, echad un partidillo con los apóstoles! Don Antonio Guisado correrá por la banda y marcará sus goles recordando la tierra de San Atón,  y Don Victor será el mejor defensa o centrocampista en ese encuentro. ¡Muchísimas gracias por vuestras vidas entregadas!

¡Feliz día! Orad por los sacerdotes y por las vocaciones. Os dejo el segundo vídeo para orar a María Santísima del Calvario. Mis bendiciones, y el abrazo virtual diario.