ESPÍRITU DE
INFANCIA
Queridos feligreses y amigos:
¡Muy buenos días! Os deseo un día lleno de buenas
noticias y que miremos nuestra vida para ser agradecidos al Padre por todos los
bienes recibidos. ¡Feliz jueves!
Recordamos muchas páginas de nuestra vida en la edad
infantil y nos vienen siempre recuerdos muy buenos de nuestro ambiente
familiar, escolar, la pandilla de los amigos, la vida en la Parroquia con sus
catequesis y celebraciones de los sacramentos de iniciación cristiana, los
juegos en la calle, días de campo, vacaciones de verano con sus baños en el
río. Son estampas que siempre permanecen en nuestra memoria.
Existe una oración aprendida que es imborrable: la oración
del Padrenuestro. ¡Cuántas veces la hemos rezado!: al inicio de las clases diarias,
en la noche al acostarnos, ante alguna dificultad, en la misa de los domingos,
para dar gracias. La aprendimos desde la cuna y es la oración que siempre nos
acompaña en la vida.
Para comprender bien la oración, nos
dirá Jesús que no hace falta importunar a Dios con largos rezos y muchas
palabras; a renglón seguido nos propondrá la oración del Padrenuestro (Mt 6, 7-15). Y termina esta enseñanza,
en el evangelio de hoy, sobre la petición del perdón, insistiendo en la
reconciliación fraterna. Desde el perdón gratuito recibido por el Padre debemos
imitar esa generosidad perdonando a nuestros hermanos.
Jesús critica a las personas para quienes la oración era
una repetición de fórmulas, de palabras fuertes, dirigidas a Dios para
obligarlo a responder a sus pedidos y necesidades. “Cuando
oréis, no seáis como los hipócritas; les gusta orar en las plazas y en las
esquinas”, escuchábamos ayer.
Orar para ser visto y ensalzado no es oración porque lo que se busca es el
aprecio de la gente, su valoración, ganarse su atención. Jesús propone un
estilo diferente que busca la soledad, la cercanía y la presencia de Dios para
tener un sencillo diálogo con Él. No rezamos para informar a Dios de nuestras
cosas, sino para tomar conciencia de todo lo que necesitamos; y para hacernos
más capaces de acoger su amor ofrecido gratuitamente.
Quien reza debe buscar en primer lugar el Reino, mucho
más que los intereses personales. Conviene tener en cuenta que el Reino de
Dios, inaugurado por Jesús, es la idea omnipresente en esta oración. Para que
se manifieste el Reino de Dios entre los hombres es necesario que santifiquemos
su nombre; que vivamos su voluntad; que agradezcamos el pan de cada día y
podamos compartirlo con los demás; que perdonemos como nos perdona Dios Padre
con su infinita misericordia; que pongamos freno a la tentación y al mal.
Esta oración enseñada por Jesús nos hace profundizar en
la paternidad universal de Dios sobre toda la humanidad. Una paternidad, como
acto libre, del amor de Dios por cada ser humano. A su vez, la consecuencia
lógica de este amor paternal es la construcción de la fraternidad: un cristiano
es un hermano de todos.
Es la oración más sencilla que pronunciamos a la vez que
la más importante y que está presente en todos los momentos cumbres de la vida
familiar, personal o comunitaria. Nos ayuda a creer en la bondad de Dios, en su
amor y en su misericordia. No depende de la repetición de palabras porque bien
conoce Él nuestras necesidades, sino dejarse moldear por su paternidad.
En estos tiempos, y siempre, la oración, la
contemplación, el silencio, el recogimiento son lugares privilegiados y
necesarios para encontrarse con Dios. Para conocerle mejor y poder amarlo más.
Un conocimiento en el que el ser entero es transformado poco a poco por el
Espíritu Santo. Así nos ocurre cuando rezamos la oración del Padrenuestro. Es
una oración del corazón en la que, por mucho que la repitamos, está
completamente descargada de palabrería. Cuando la rezamos sabemos que estamos
dejándonos llenar por Dios; estamos entregando el alma de Jesús al Padre y en
esta oración, con Jesús, nos estamos entregando cada uno de nosotros. Son las palabras
el Hijo de Dios a Dios; y de los hijos, en la oración con Jesús, al Padre.
Esta oración es todo un estilo de vida para los hijos de
Dios; una invitación para entregarnos a la voluntad del Padre. Y poner de nuestra
parte para que su reinado llegue a todos los rincones de la tierra sembrando y
construyendo una verdadera fraternidad.
No dejes hoy de rezar la oración del Padrenuestro en el
día de hoy parándote en sus palabras, en sus peticiones, en la entrega del amor
del Padre y en la ofrenda de la vida por nuestros hermanos. ¡Feliz día! Mi
oración por vosotros y miles de saludos …
Os dejo este vídeo para que escuchemos el Padrenuestro cantado en arameo, la lengua de Jesús.