LA FUERZA DEL AMOR
Y DEL PERDÓN
Queridos feligreses y amigos:
Muy buenos días en este lunes que amaneció soleado, pero
fresquito. Comenzamos una semana que nos llevará al final de este estado de
alarma sanitaria. Creo que es una buena noticia y espero que sea para bien de
todos. No olvidemos que tenemos una gran responsabilidad en nuestras manos y
tenemos que ser solidarios con los demás y coherentes con nosotros mismos.
¡Ánimo y hacia delante!
Nosotros vamos a continuar esta semana atendiendo a la Palabra
de Dios y realizando un tiempo de reflexión y de oración personal desde ella.
El Evangelio de hoy nos sigue sentando en la falda de aquel monte de las
Bienaventuranzas (Mt 5, 38-42).
Jesús en su enseñanza sigue dando plenitud a la Ley y a los profetas. Y nos va
a presentar la quinta de las antítesis de ese discurso y que se refiere a la
conocida “ley del talión”: “Sabéis que está mandado: ojo por ojo y diente
por diente”. Resumida esta ley
vendría a decir lo siguiente: “puedes
vengarte en la medida que has sido ofendido, cobrando o pagando con la misma
moneda: vida por vida, ojo por ojo, diente por diente”. En realidad, en
aquellos tiempos era un gran progreso, porque evitaba represalias peores: si
alguien te ha hecho daño, le pagarás con la misma medida, no podrás hacerle
algo peor. Que las controversias terminaran con un empate era ya un paso
adelante. ¿No guardamos en nuestra vida, en muchas ocasiones, deseos de esta
ley? ¿Significará lo mismo “quien me la hace me la paga”?
Jesús excluye todo signo de revancha, porque aleja el
hecho de la misma y el deseo que la puede guardar en tu corazón. Va mucho más
allá: “Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia”. Este
evangelio es sublime, a la vez que difícil y molesto; resulta casi imposible
desde nuestra mirada. Nos podemos sentir muy alejados de esta enseñanza,
incluso bastante incómodos porque nos vemos lejos de él. Jesús nos dirá que no
podemos pagar con la misma moneda. Él no señaló con el dedo a los que lo
condenaron injustamente y lo mataron en una cruz; es más, sus palabras fueron
de petición de perdón para todos.
Si nuestra vida cristiana quiere ser plena y de
seguimiento verdadero tendremos que adentrarnos en este camino y no buscar
veredas paralelas para acortarlo. Amados por Dios, estamos llamados a amar;
perdonados, a perdonar; tocados por el amor, a dar amor sin esperar a que
comiencen los otros; salvados gratuitamente, a no buscar ningún beneficio en el
bien que hacemos. Jesús aquí no usa paradojas, ni giros de palabras; es directo
y claro: “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos”. Son palabras
intencionadas, palabras precisas. Jesús no es un soñador ni desconoce el
corazón humano; abunda en el mensaje de las bienaventuranzas y nos propone una
vía de felicidad y de liberación desde la fuerza del perdón y del amor; un a
amor gratuito que no espera nada a cambio.
“Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os
persiguen”.
Esta es la novedad cristiana y la piedra de tropiezo de toda la humanidad en cualquier
época. Este mensaje se aplica todos los días y a todas las horas. Es la
diferencia cristiana. Podemos estar acosados por revanchas o injusticias, de
reclamaciones por los que pueden ser nuestros derechos, tanto a nivel personal
como familiar o laboral; nos han podido ofender en nuestra dignidad humana; han
podido herirnos con palabras dañinas, … Jesús no nos pide la resignación, o ser
unos acomplejados que caigamos en el silencio cómplice y el fatalismo; o por el
contrario, en el fanatismo del encuentro violento con la otra persona.
He leído hace pocos días la siguiente frase: “una actitud cobarde ahorraría muchos
mártires, es cierto; pero también frenaría el proceso de humanización y
fraternidad, y en muchos casos silenciaría la voz de los pobres sin voz”. Jesús
nos propone un amor que no conoce límites, un amor sin cálculos. Él no aprueba
la pasividad o el silencio ante las injusticias, pero nos invita a ser testigos
rebosantes de amor en medio de la realidad; nos llama a saber estar de otra
forma, a sentir, vivir y amar como Él lo realizó. Este es el único extremismo
cristiano lícito: el extremismo del amor.
Perdonar y amar pueden resultar muy difíciles si no
sabemos crear un clima ambiental en nuestra vida y en nuestras relaciones que protejan
estos valores cristianos. Lo que muchas veces nos parece imposible a las
personas es posible desde Dios. Jesús nos enseñó a amar a fondo perdido y este
es el único amor que hace creíble la grandeza del Evangelio.
Pidamos hoy al Padre que nos enseñe a vivir desde el
espíritu del Evangelio para ser cristianos de verdad y testigos de Jesucristo
ante una permanente “ley del talión” recordada en las cosas de este mundo, y
olvidada desde las páginas del amor de Dios en el corazón humano.
¡Feliz lunes! Recemos unos por otros. Mis bendiciones y
mis saludos, …