lunes, 15 de junio de 2020


LA FUERZA DEL AMOR Y DEL PERDÓN

Queridos feligreses y amigos:
Muy buenos días en este lunes que amaneció soleado, pero fresquito. Comenzamos una semana que nos llevará al final de este estado de alarma sanitaria. Creo que es una buena noticia y espero que sea para bien de todos. No olvidemos que tenemos una gran responsabilidad en nuestras manos y tenemos que ser solidarios con los demás y coherentes con nosotros mismos. ¡Ánimo y hacia delante!

Nosotros vamos a continuar esta semana atendiendo a la Palabra de Dios y realizando un tiempo de reflexión y de oración personal desde ella. El Evangelio de hoy nos sigue sentando en la falda de aquel monte de las Bienaventuranzas (Mt 5, 38-42). Jesús en su enseñanza sigue dando plenitud a la Ley y a los profetas. Y nos va a presentar la quinta de las antítesis de ese discurso y que se refiere a la conocida “ley del talión”: “Sabéis que está mandado: ojo por ojo y diente por diente”.  Resumida esta ley vendría a decir lo siguiente: “puedes vengarte en la medida que has sido ofendido, cobrando o pagando con la misma moneda: vida por vida, ojo por ojo, diente por diente”. En realidad, en aquellos tiempos era un gran progreso, porque evitaba represalias peores: si alguien te ha hecho daño, le pagarás con la misma medida, no podrás hacerle algo peor. Que las controversias terminaran con un empate era ya un paso adelante. ¿No guardamos en nuestra vida, en muchas ocasiones, deseos de esta ley? ¿Significará lo mismo “quien me la hace me la paga”?

Jesús excluye todo signo de revancha, porque aleja el hecho de la misma y el deseo que la puede guardar en tu corazón. Va mucho más allá: “Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia”. Este evangelio es sublime, a la vez que difícil y molesto; resulta casi imposible desde nuestra mirada. Nos podemos sentir muy alejados de esta enseñanza, incluso bastante incómodos porque nos vemos lejos de él. Jesús nos dirá que no podemos pagar con la misma moneda. Él no señaló con el dedo a los que lo condenaron injustamente y lo mataron en una cruz; es más, sus palabras fueron de petición de perdón para todos.

Si nuestra vida cristiana quiere ser plena y de seguimiento verdadero tendremos que adentrarnos en este camino y no buscar veredas paralelas para acortarlo. Amados por Dios, estamos llamados a amar; perdonados, a perdonar; tocados por el amor, a dar amor sin esperar a que comiencen los otros; salvados gratuitamente, a no buscar ningún beneficio en el bien que hacemos. Jesús aquí no usa paradojas, ni giros de palabras; es directo y claro: “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos”. Son palabras intencionadas, palabras precisas. Jesús no es un soñador ni desconoce el corazón humano; abunda en el mensaje de las bienaventuranzas y nos propone una vía de felicidad y de liberación desde la fuerza del perdón y del amor; un a amor gratuito que no espera nada a cambio.

“Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen”. Esta es la novedad cristiana y la piedra de tropiezo de toda la humanidad en cualquier época. Este mensaje se aplica todos los días y a todas las horas. Es la diferencia cristiana. Podemos estar acosados por revanchas o injusticias, de reclamaciones por los que pueden ser nuestros derechos, tanto a nivel personal como familiar o laboral; nos han podido ofender en nuestra dignidad humana; han podido herirnos con palabras dañinas, … Jesús no nos pide la resignación, o ser unos acomplejados que caigamos en el silencio cómplice y el fatalismo; o por el contrario, en el fanatismo del encuentro violento con la otra persona.

He leído hace pocos días la siguiente frase: “una actitud cobarde ahorraría muchos mártires, es cierto; pero también frenaría el proceso de humanización y fraternidad, y en muchos casos silenciaría la voz de los pobres sin voz”. Jesús nos propone un amor que no conoce límites, un amor sin cálculos. Él no aprueba la pasividad o el silencio ante las injusticias, pero nos invita a ser testigos rebosantes de amor en medio de la realidad; nos llama a saber estar de otra forma, a sentir, vivir y amar como Él lo realizó. Este es el único extremismo cristiano lícito: el extremismo del amor.

Perdonar y amar pueden resultar muy difíciles si no sabemos crear un clima ambiental en nuestra vida y en nuestras relaciones que protejan estos valores cristianos. Lo que muchas veces nos parece imposible a las personas es posible desde Dios. Jesús nos enseñó a amar a fondo perdido y este es el único amor que hace creíble la grandeza del Evangelio.

Pidamos hoy al Padre que nos enseñe a vivir desde el espíritu del Evangelio para ser cristianos de verdad y testigos de Jesucristo ante una permanente “ley del talión” recordada en las cosas de este mundo, y olvidada desde las páginas del amor de Dios en el corazón humano.

¡Feliz lunes! Recemos unos por otros. Mis bendiciones y mis saludos, …