viernes, 1 de abril de 2011

MARÍA Y LA PRIMAVERA DE LA FE

Hoy hemos comenzado el triduo en honor de la Virgen María bajo la advocación de Ntra. Sra. de la Soledad en la Parroquia. Este hecho me invita a compartir con vosotros una pequeña reflexión.

Estos días de cuaresma, cada vez más cercanos a la Pascua, crean en nuestras comunidades parroquiales unos espacios especiales para la oración, la reflexión y celebrar la vida y la fe. Este tiempo ayuda a la Iglesia para crecer en esta dimensión comunitaria, y nos anima a todos a vivirla con más intensidad.

Pero debemos hacer la oración y la reflexión desde la presencia continua de la Virgen María en nuestra vida. Al igual que ella anima la experiencia del Adviento porque se abre a la esperanza: “¡ hágase en mí según tu Palabra!”, ella camina en esta Cuaresma junto al que la llama y la busca indicándonos el camino: “¡ Haced lo que Él os diga!”.

Y es que la presencia de María en este tiempo es más silenciosa, más callada, … porque es una caminante más que se abre a la experiencia transformadora del Reino en su vida. Ella escucha al Hijo, camina junto a Él, le acompaña en esta aventura plena de la confianza en la voluntad del Padre, observa “guardando en su corazón” los signos de esta presencia, … y terminará acompañando a los primeros apóstoles cuando quedan rotos por la contrariedad de lo que han vivido y experimentado, pero desde la sencillez amorosa de la gran madre que los ha querido de verdad.

Aprendamos, desde la experiencia de María, ciertas claves en nuestras vidas:

 -         Que la cuaresma es un tiempo nuevo abierto a la experiencia de Dios en nuestra vida cotidiana. No es un otoño que poda lo viejo, sino una primavera que renueva la savia y los brotes de la vida; es el gran pozo que sacia la sed del caminante y refresca los pies cansados a lo largo del sendero diario.
-         Este tiempo nos lleva a una Pascua transformadora de nuestras personas. El resucitado es el crucificado que, como el grano de trigo, va germinando en la medida de la entrega, y la de Jesucristo fue total, porque su amor no tenía doblez ni segundas intenciones.
-         Siempre nos invitará a seguirle, a escucharle en nuestro interior y en nuestra experiencia de vida, aceptando que no estamos solos y es la misma Iglesia la que invitará a compartir lo descubierto con los demás.
-         Y en este éxodo cuaresmal siempre contamos con la presencia de la Madre. Ella es la mujer transformada por su experiencia de seguimiento.

Que este tiempo que queda de cuaresma nos acerque a María, Ntra. Sra. de la Soledad, del Calvario o de los Dolores, … y que ella oriente nuestros pasos para vivir una primavera de fe y de Vida, para que su faz transfigurada, Ntra. Sra. de la Aurora, nos lleve hacia la experiencia resucitada, y cargada de esperanza, en una Pascua que nunca termina.