Hace unos pocos días recibí un correo electrónico de la que yo llamo “mi otra familia de Madrid”. En él me hacían partícipe de la alegría del nacimiento de Paula y me mandaban las primeras fotos de la recién nacida. Me alegré de verdad, porque a esta familia la quiero de corazón y le debo mucho en mis primeros pasos de vida sacerdotal. Os cuento el porqué.
Llegué a Madrid, recién ordenado sacerdote, para realizar el servicio militar. No con muchas ganas, sino más bien casi ninguna, pero era llamado a filas. Tras el periodo de campamento y jurar bandara en la Unidad Militar del Goloso, me destinaron a Cuatro Vientos para atender con D. Ángel Cordero, “el pater” y párroco, a la Comunidad Parroquial de Santa María de la Dehesa.
Y allí se encontraba un cura joven e inexperto, de pueblo pequeño, inmerso en la gran urbe madrileña para vivir al menos otros nueve meses. Aquella Parroquia atendía a una colonia de militares con sus familias, alrededor de diez mil personas, de cualquier punto de nuestra geografía española, entre los que había muchos extremeños, … y eso lo hacía un poco más fácil.
Entre los catequistas y agentes de pastoral se encontraban Nico (mi tocayo) y Maribel, matrimonio naturales de Melilla, y me abrieron las puertas de su casa como si realmente fuera la mía. Agradezco que además de ellos otros muchos me acogieron de verdad y con pura gratuidad.
Con Nico, Maribel, la “Abu”, y sus dos hijos, Anabel y José Juan, la vida en Madrid fue bastante sencilla y realmente agradable. Eran motores de aquella comunidad parroquial, con un sentido de iglesia abierta y comprometida, con un deseo profundo de participación, y educadores de sus hijos y de los chavales a los que servían en los grupos parroquiales. Su hogar era mi hogar y recuerdo con cariño aquel día 1 de enero, año nuevo, de 1994, cuando juntos lo celebramos tomando te moruno, al estilo de Melilla, y agradeciendo a Dios un año para vivir con los demás y compartir la fe. En su casa, sirva como anécdota, comprendí la hospitalidad de Melilla, porque según dicen ellos, donde caben cinco pueden ser bien acogidos ¡quince!. ¡ Lo comprobé y doy fe de ello!.
Fui el padrino de confirmación de Anabel, su hija, y ellos han estado siempre muy cercanos a mí. Me han visitado en Magacela, en Jerez de los Caballeros y por supuesto aquí en Villanueva. Y el quince de agosto de 2009, mi ahijada se casaba con Román, en Madrid y allí estaba yo, de nuevo con ellos, compartiendo la fe y la mesa, y brindando por el amor que es más grande cuando más se comparte. Y la feliz noticia es que ha nacido Paula, la primera retoño de esta pareja. Me alegro de verdad por ellos, por Anabel y Román y por sus familias de origen. Ya tenemos una madrileña con genes melillanos, ¡buena mezcla!, la hospitalidad y la apertura de miras de una gran ciudad.
Y me encuentro en esta Pascua con el Señor que sigue escribiendo esperanza en las vidas de estas personas, animándonos a la gratuidad y a la acogida de la Vida , y “ésta entre pañales”. Me alegro y me uno a ellos en la acción de gracias al Padre. Y le pido que los haga fuertes en la renovación del amor y de su proyecto de matrimonio, que ahora tiene otro nombre propio, y que se llama Paula. Pido al Padre que los haga ser grandes padres y buenos educadores, con paciencia, con ilusión y con mucha entrega. Que todo lo que han recibido gratis de los suyos y que los han hecho ser buenas personas, lo entreguen gratis en la “pequeña”, y que así podamos seguir disfrutando de estas dosis de felicidad compartida que nos regala la vida.
Les deseo muchas felicidades a esta “mi otra familia” desde este blog parroquial y seguiré esperando la noticia de la boda de José Juan, el pequeño y ¡que se hace de rogar!. Pero llegará, aunque no sabemos cuando.