jueves, 30 de junio de 2011

Y DOÑA AVELINA TENÍA RAZÓN, ...

Muchas veces hemos escuchado frases hechas o las hemos utilizado para afirmar o defender ciertos planteamientos, tales como “la felicidad se consigue disfrutando de las cosas pequeñas de cada día”; “para qué acumular tanto si al final todo se queda aquí”; “no es más feliz quien más tiene sino quien menos necesita”; “vive el presente y olvida lo que no se pudo solucionar en el pasado”, … y así una larga letanía.

Posiblemente sea verdad, pero se impone nuestro ritmo de vida cotidiana que nos hace temer ante muchas situaciones o realidades concretas. En este domingo, el evangelio de San Mateo pone en los labios de Jesús una gran exclamación: “ Te doy gracias Padre, porque has escondido estas cosas a loa sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla” ( Mt 25). Nos llama a experimentar el amor del Padre en las cosas sencillas y pequeñas de la vida. La sencillez, lo pequeño, lo simple, … es el espacio habitable para todos y especialmente para los más pobres. Lo complicado, lo llamativo, incluso lo que se construye desde una vida de plástico, lo maquillado, … son espacios creados en los que sólo unos cuantos, algunos, encuentran su sitio y excluyen a los demás.

Lo sencillo es siempre lo opuesto a lo complicado y a lo complejo, a lo retorcido y lo oscuro. Lo sencillo nos ayuda a mirar y experimentar que Dios siempre está a tu lado; que el hermano es quien vive junto a ti; que el afán de poder o de tener desorienta a la persona y destruye sus principios; que nuestro mundo es bueno cuando quiere y busca razones para compartir con los demás; que es necesario apostar por la gente joven y animarles en sus ilusiones y proyectos; que nuestra comunidad parroquial tiene que ser un recinto de conocimiento, de escucha, de ayuda y colaboración, de respeto, de alegrarse por la diferencia de cada uno.

Y el Reinado de Dios es así, … sencillo, abierto, transparente, iluminador, con el ánimo de invitar al seguimiento. Un Reino de búsqueda y a la vez de compromiso porque es como “el tesoro escondido en el campo o la perla preciosa”. Un Reino de bienaventuranza y de felicidad para los “mansos de corazón, los humildes, los que trabajan por la paz y la justicia, los misericordiosos”.

Pero muchas veces nos sentimos agobiados y cansados en medio de la vida. Sentimos que nuestra búsqueda no acaba de encontrarse con la verdadera felicidad. Nos asaltan situaciones que rompen la tranquilidad. Y nos preguntamos por qué todo esto o para qué tanto afanar.

Y nos damos cuenta que necesitamos una verdadera sabiduría o una verdadera búsqueda de sentido para no perder el norte. Creo que se consigue con largos ratos de reflexión, con grandes momentos de encuentro con el Padre en la oración y en la celebración, … y todo desde una lectura creyente de nuestra propia vida para orientarnos en medio de este mundo, desde la fidelidad al Reino y a la misma persona de hoy. Y por supuesto, sin hablar mal de nadie ni de nada, sino con una lectura positiva y abierta de cuanto acontece porque es mucho lo bueno que está a nuestro alrededor. Cuando esto no ocurre nos complicamos más de la cuenta pensando en qué hacer, que tener, qué conseguir, o cómo tener más, conseguir más o ser más.

Cuando se siente el agobio de la vida, cuando el hombre angustiado  pregunta: ¿dónde estás, Señor?,  ya tiene una respuesta: “En todas partes te encuentro sólo por irte a buscar”. Encontrar a Dios es buscarle siempre, no perder su memoria en la tempestad, porque aunque parezca dormido Él sigue estando con nosotros ( Mt 8,23-27) y nos llama: “¡Venid a mi! ...  Yo os aliviaré” (Mt 11,28).

Recuerdo, con cariño, uno de esos días que llegaba a celebrar la eucaristía en Jerez de los Caballeros con agobio, intranquilidad, con prisas y sin llegar al final, y mucho cansancio, las palabras de doña Avelina, una mujer muy mayor, que me dijo lo que sigue: “ Hijo, tú vive la vida tal y como Dios te la ponga por delante. El pasado se fue y lo que no tuvo solución difícilmente la va a tener; el futuro siempre es incierto, pero el presente está aquí, ¡ vívelo y disfrútalo, porque es lo más seguro que tienes!.” Y reconozco que me alivió y me hizo celebrar la eucaristía de aquel día con paz y con tranquilidad.

Hoy, el evangelio, nos invita a esta gran verdad. Tenemos que aprender a vivir en la sencillez y en la humildad para poder construir desde Jesús de Nazaret y desde el valor incondicional de su palabra y de su persona. Y pedir la sabiduría de la mansedumbre que no es borreguismo, sino palabra y hecho adecuado en el momento oportuno, y que este presente siga estando lleno de posibilidades para todos, sin exclusiones para nadie. Hoy os brindo un final poético:
               
                ¡Señor, me cansa la vida
                tengo la garganta rota de gritar sobre los mares.
                La voz de la mar me asorda
                y el universo me ahoga.

               Señor, me dejaste solo,
               sólo con el mar a solas.
               O tú y yo jugando estamos
               al escondite, Señor,
               o la voz con que te llamo
               es tu voz.

               Por todas partes te busco
               sin encontrarte jamás.
               Y en todas partes te encuentro
               sólo por irte a buscar.( Antonio Machado)