sábado, 30 de julio de 2011

LO HUMANO, SI ES GRATUITO, SE MULTIPLICA

Intentemos seguir el pasaje del evangelio de Mateo con sencillez para aceptar estas palabras hoy y aquí.

¿ Que hace Jesús? Algo muy simple, marcharse del lugar en el que es informado de la muerte de Juan el Bautista y pararse, detenerse. Necesita estar solo o acompañado de sus apóstoles. Pero los acontecimientos se precipitan porque es seguido por la multitud y al desembarcar se los encuentra. Unas palabras delatan su forma de ser y de actuar: “sintió lástima”. En algún otro momento dirá que “andan extraviados como ovejas sin pastor”. Pero Jesús busca el encuentro con las personas, … busca el encuentro con nuestras vidas, con nuestras historias personales, con nuestras alegrías y nuestros fracasos, con las inquietudes y los proyectos de cada uno, … y quiere pararse hoy, aquí y ahora, porque seguramente le contaremos lo que somos, vivimos y anhelamos, y todo esto moverá su compasión.

Pero no se queda sólo en la observación y la escucha; … bien leída tendría la vida de los que le seguían; .. y pasa a la propuesta: “ Dadles vosotros de comer”.  Nos lanza algunos interrogantes: ¿ Por qué lo tiene que hacer todo Dios? ¿ Tiene Él la culpa de la hambruna del Cuerno de Africa? ¿ Tiene Él la culpa de la falta de oportunidades para los más jóvenes en esta economía agresiva y competitiva que ahora resulta ser de supervivencia? ¿ Infló Él el globo y la burbuja para que explotara en nuestras narices? ¿Se indignará con el hombre o nos moverá a compasión y a creer en los demás?

“ Si sólo tenemos cinco panes y dos peces” responderemos muchas veces. Si no tenemos casi nada, o no somos casi nada, … ¿ qué es esto para tantos?. Pero Jesús nos asocia a nosotros, y a nosotros nos exige el milagro. En efecto, el gesto de Jesús no es el gesto de un Dios que autoritativamente venga a imponerse con su poder. Por el contrario, el gesto del que se ha encarnado en la limitación de lo humano, necesita de la posible generosidad de lo humano. Sólo si la posibilidad humana del compartir asume formas concretas, aunque sea en la de unos cinco panes y dos peces que nada o poco pueden hacer; sólo si esa pobre posibilidad se pone en la perspectiva de Dios, se produciría el milagro.
El gesto de Jesús, el milagro de la multiplicación, viene a asociar al don de Dios, la generosidad de nosotros los hombres. Viene a romper con la lógica de los recortes que hoy se generalizan en el primer mundo y duelen e indignan. Pero no es acaso la lógica que usamos desde el primer mundo, para con el tercero y el cuarto, cuando intentamos -como los apóstoles al principio- que ellos se “apañasen” con su “hambre”. ¿Cómo darles nosotros lo nuestro? Sin embargo, la perversa lógica de aquellas políticas y economías hoy toca a nuestras puertas.

El milagro de los panes, gesto de un nuevo tiempo, exige no a Dios, exige a los hombres, a nosotros. Sólo si buscamos, aunque sea en la debilidad, la importancia de la gratuidad, de la donación sin  nada pedir a cambio, … seguramente podremos apreciar el milagro en lo humano y aceptaremos cómo lo gratuito se multiplica y más a favor de los últimos.

Ojala recojamos las sobras de una humanidad que, creyendo en Dios, cree también en ella misma, y que, sintiendo compasión, es capaz de compartir los bienes de gratuidad y, mucho más, los bienes de justicia.