lunes, 9 de septiembre de 2013

EL CORAZÓN DE LA DIÓCESIS


D. Francisco Lozano, rector del Seminario
Llevo varios días bromeando entre los feligreses de la Parroquia y algunos amigos que tengo el privilegio de llevar un trocito de la Medalla de Extremadura de este año porque se ha tenido a bien concederla al querido Seminario de San Atón de nuestra diócesis. Y me alegro de verdad por esta concesión, ya que esta Gran Casa es el corazón de la Diócesis y genera en mi persona sentimientos de gratitud por todo lo recibido entre esas añoradas paredes. Aunque lo más importante y el tesoro más preciado, en palabras de Paco, nuestro joven rector, son las personas que están en él o han pasado por este espacio de fe y de vida.



Mirando hacia atrás, aún recuerdo el primer día que entré por las puertas de la Casa, … que me parecieron excesivamente grandes, para realizar los cursillos de ingreso cuando contaba con tan sólo once años, … y al rato ya estaba corriendo por aquellos pasillos con Vicente Pilar Espino, con Manuel Ángel Santana y con Manuel García Sánchez. Este espacio tan grande había que descubrirlo, a modo de conquista, en el menor tiempo posible. Después llegaron algunos más, …. Francisco José Andrades con su paisano Manuel, Carlos Aldana, Rubén, …. y por la noche ya estaban llenas las habitaciones del pozo del tío Raimundo por los que deseábamos ingresar ese curso. ¡Qué recuerdos, … y que pequeños éramos!. La experiencia fue buena, porque desde ese día, nada más me quedé en la Casa durante trece años, … ahí es nada, … y trece años en los que ha habido de todo: momentos muy buenos y otros no tan felices; personas que han dejado huellas en la vida; profesores que siempre serán recordados por su enseñanza y por su dedicación y paciencia, … y otros recordados hasta por sus palabras y sus bromas; … amigos que entraban durante los años que allí permanecí y otros muchos que dejaban el Seminario por muchos motivos diferentes, desde la falta de vocación para el sacerdocio o por tener muy claras sus expectativas de futuro que no pasaban por seguir la formación allí, …. O sencillamente porque “no querían estar encerrados y marchando a toque de sirena”, … eran otros tiempos.

En trece años uno vive muchas realidades en cualquier lugar, … pero me quedo con algo que siempre me ha identificado: “Yo pasé por el Seminario y el Seminario pasó por mí”. Y quiero recordar de forma agradecida que el descubrimiento de la fe y su crecimiento en mi se lo debo, en una gran parte, a las personas que Dios puso en mi vida en esos años, aunque también es verdad que algunos me marcaron más en las opciones y las decisiones que poco a poco fui tomando, aceptando que Dios estaba en esta historia muy presente y muy vivo.



Y si el seminario Menor ayuda a crecer y a madurar, … la etapa del Seminario Mayor la tengo tan presente aún en mi vida que me sigue motivando para crecer y madurar aún más en lo que recibí de Julián García Franganillo, de los formadores, director espiritual y profesores, además de mis compañeros, la gran mayoría hoy hermanos en el presbiterio de nuestra diócesis. Se nos educó, o al menos yo así lo viví, en la apertura de miras de cara al futuro; del servicio y trabajo diario de cara a la Iglesia y a la sociedad; la importancia del estudio y la formación permanente; la oración diaria y la celebración como respuesta a Dios que siempre está presente en nuestra historia; la vida comunitaria y los proyectos, tanto personales como de comunidad; el respeto a los demás y a los procesos personales; la transparencia para aprender y dejarse acompañar; el cumplimiento de las obligaciones y el esfuerzo y la responsabilidad; … y conocer y amar nuestra diócesis en la preparación y trabajo personal y comunitario en los años del Sínodo Pacense del 92, año en el que terminábamos nuestra andadura de alumnos de la Casa, … historia que en mi caso y en el de mi compañero Andrades había comenzado trece años antes.



¡Cómo no recordar a tantas y tantas personas, … a tantos y tantos amigos, … cómo no recordar a D. Antonio Montero, nuestro Obispo que llegaba a la diócesis en mi primer año de seminarista, … cómo no recordar los campamentos del Verano ya fueran en la Redondela junto al mar, o tantos años en Solana de Ávila en las estribaciones de la sierra de Gredos; … cómo no acordarnos de las señoritas, las hermanas del Hogar de Nazaret; … los teatros, las excursiones, la rivalidad en los partidos de fútbol, ….;cómo no agradecer a Dios todo lo que puso en mi vida en esos años; … y tanto y tanto que daría para escribir muchas páginas, que se llenarían de vida, de anécdotas, … y también de alguna mala experiencia, porque de todo hay en la vida, aunque siempre he querido recordar lo mejor, …



Pero hoy, cuando escribo esta entrada en el blog de la Parroquia, me quiero quedar con la alegría de un reconocimiento a las Personas que hacen y han hecho posible que esta Medalla llegue cargada de esperanza en los trescientos cincuenta años de la apertura de esta Santa Casa. Y ayer pedíamos en la Parroquia a la Virgen de Guadalupe por los seminaristas y muy especialmente por la llegada de las vocaciones al ministerio sacerdotal; y que nuestro Seminario siga siendo un semillero de vocaciones y un lugar en el que se formen personas con valores humanos y cristianos que transformen en esperanza los deseos de nuestra realidad extremeña.