miércoles, 25 de junio de 2014

LA ALEGRÍA DEL CORPUS Y LA ESPERANZA EN DOLORES LOSADA

La fechas previas a la celebración de la Solemnidad del Corpus nos inundan a todos de un deseo comunitario por vivir este día con profundidad de fe, y desde el compromiso eclesial de la Caridad. A la vez son muchas las personas que se afanan en preparar todo lo necesario para que esta gran fiesta sea significativa en nuestras comunidades parroquiales: confeccionar telas, idear altares para que se pare el Santísimo Sacramento, ensayos de los jóvenes que portarán el templete en el que va ubicada la Custodia, preparar el templo para la celebración interparroquial de la Eucaristía, …. Nervios, prisas, mucho trabajo, … y cuando termina el día, cansancio, pero una profunda satisfacción por lo trabajado y vivido.
 
Este año no podía ser de otra forma. La jornada del Corpus comenzaba con una Vigilia de oración el jueves anterior. La Vigilia la convocaba el grupo de la Adoración Nocturna y la abría y servía a toda la Comunidad. Durante más de una hora y media estuvimos rezando ante la presencia real de Cristo en la Eucaristía, desde el silencio, acompañados por la oración de toda la Iglesia, viviendo con profundidad este gran anticipo de la Solemnidad.
Y el viernes y sábado, días de preparación parroquial para que todo estuviera en su lugar y bien coordinado y así poder realizar los altares en la calle, y disponer el templo para la gran celebración del Domingo. ¡Cuánto trabajo y cuántas ganar de hacer las cosas bien! Lo queríamos vivir como un servicio a los demás. Todo debía estar en su sitio. Y el sábado acabó a las dos de la madrugada del domingo y el domingo comenzó a las siete de la mañana. Pero como a todo hay quien gane, los chavales y familiares de la banda de Cornetas y Tambores de la Cofradía de Jesús Nazareno estuvieron toda la noche y madrugada del sábado al domingo montando un precioso altar con el que nos sorprendieron a cercanos y a extraños. Y es que estos jóvenes son así. Se lo plantean, lo programan, lo coordinan, ponen ganas, ilusiones y muchísimo trabajo, y el final siempre sorprende porque mejora las expectativas. Lo gratuito, realizado como servicio y con cariño, siempre se multiplica.

Llegó el domingo, día del Corpus, día en el que se dice a la gente que eres más grande que el “día de las juncias”. Todo preparado, todo dispuesto, y a las nueve y media de la mañana comienzan a sonar las campanas que nos llaman a la celebración comunitaria de este día. Las tres parroquias unidas en la celebración y en la procesión. El Señor por nuestras calles, parando en los altares y bendiciendo desde los altares de las tres comunidades parroquiales. Este día se vivió con la alegría en las caras de los niños, la luz que siempre inunda de claridad las calles, las campanitas que anuncian que el Señor quiere estar en medio de los hombres y de la historia; … día grande, … día feliz y de encuentro.
 
Al medio día, los sacerdotes del arciprestazgo compartíamos la mesa, la fraternidad, la amistad, y la misma comunión que nos reúne en el presbiterio, agradeciendo el saludo que nuestro arzobispo nos hacía llegar por medio de nuestro Vicario.
 
Pero este día tenía que terminar con un signo grande de esperanza, al menos para los sacerdotes. Alrededor de las siete nos llegaba la noticia de la muerte de Dolores Losada, la madre de nuestro hermano y compañero Pepe. Y un mensaje de Pepe en las redes sociales: “Ya está en el cielo mi madre, … allí fiesta … aquí serenidad y dolor … esperanzado.”
 
Esta santa mujer nos dejaba tras un periodo largo en el que se fue apagando su cuerpo, aunque nunca su espíritu, que crecía al ritmo de su fe en el Dios al que siempre vivió como la cercanía máxima del amor en todos los instantes de la vida: “ Dios nunca me ha fallado y mas cuanto más lo he necesitado”.
Nuestro hermano Pepe, en el funeral de su madre, además de una bonita y profunda reflexión, nos dio en cinco anécdotas una semblanza de su madre que puso esa nota de cariño y de vida en lo amado: una mujer de una fe sencilla pero muy llena de Dios por lo vivido; una gran madre, cariñosa con los suyos y muy querida y sostenida por los mismos que hoy se sienten agradecidos a Dios por todo lo que han recibido y sembrado desde ella; una mujer muy familiar, porque en su vida cabían todos: esposo, hijos y nietos, vecinos, amigos, …; una mujer, que al igual que agradecía un signo de caridad, invitaba a que nunca se olvidara hacer lo mismo; … y una mujer alegre, festiva, … bailaba con sus pequeños pasos con su esposo y enseñaba a sus hijos, … en el fondo, una mujer que ha amado hasta gastarse y ha sido amada gastándose los suyos también en ella, … una santa mujer, “grano de trigo que en el morir cotidiano por amor, ha dado mucho fruto”, … fiesta asegurada en el cielo, y saludos a los muchos que la amaron y conocieron. Y baile, … con orquesta de plaza mayor.
 
Gracias Dolores por tu vida. Y los que te conocimos y dimos la lata a tu hijo, no sólo en el Seminario, sino en llamadas interminables de teléfono en aquellos primeros años de ordenación, hoy te pedimos que le digas al Padre que nunca nos falte la alegría del evangelio y la esperanza de compartir la vida como tú lo has hecho.