lunes, 30 de junio de 2014

FIESTA DE ESPIGAS ... FIESTA DE COMUNION


“Lo recibido gratis, dadlo gratis”

Desde hace mucho tiempo, en la Comunidad Parroquial, y en el grupo de Adoración Nocturna, veníamos preparando con muchas ganas la Fiesta de Espigas que organiza la misma Adoración Nocturna Diocesana. Este año se realizaría esta fiesta en nuestra comunidad parroquial. Como es lógico en estas celebraciones, y utilizando el lenguaje taurino, no queríamos que nos cogiera el toro. Todo tenía que estar organizado y cada uno con la tarea o misión que le encomendaba el grupo. Pero con la libertad de poder pedir a cualquier persona o colectivo que nos ayudara, porque queríamos que fuera un acontecimiento de Iglesia participativa en la que todos cabemos.

Poco a poco se encomendaron las tareas: itinerario de la procesión de la madrugada y quienes hablaban con los vecinos de esas calles; cartel anunciador de la fiesta y correos a todas las secciones de adoradores de la diócesis; preparación de la eucaristía y de los turnos de oración ante el Santísimo Sacramento; permisos al Ayuntamiento y comunicados a la Policía Local para coordinarnos mejor; invitaciones al Sr. Arzobispo y a los sacerdotes de la ciudad; … y un largo etcétera de tareas y cometidos que conllevan este tipo de celebraciones.

La ilusión por vivirlo con profundidad y como un día de fiesta comenzó el jueves anterior a la Solemnidad del Corpus con una vigilia de oración en la Parroquia. Esta celebración nos invitaba a ser más contemplativos en nuestras vidas y pasar más tiempo en oración personal y comunitaria ante el Santísimo. La oración en un pilar fundamental en la vida cristiana y en el centro tenemos que saber situar a Jesús de Nazareth. Él nos convoca e invita a estar con Él, para saber y poder estar mejor también con los demás. Una oración eucarística en medio de la vida y para la misma vida de cada día.

Y llegó el sábado para vivir esta Fiesta de Espigas. Comenzábamos muy de mañana preparando el templo para esta celebración y todo lo necesario para vivirla con paz, con tranquilidad y que las prisas no rompieran la profundidad que este día se merecía. Los primeros adoradores, curiosamente los más cercanos, los de Castuera, estaban ya en nuestra ciudad a las ocho de la tarde, cumpliendo rigurosa y espartanamente el horario. La acogida la realizamos en el Convento de la Inmaculada Concepción. Ellas, nuestras hermanas Concepcionistas, son modelo y ejemplo de vida contemplativa en torno a al Eucaristía. ¡Qué mejor lugar que éste! Nos saludábamos y recibíamos. Empezábamos a vivir un signo de Iglesia y de Comunión entre todos. Y a las nueve y media partíamos en una sencillísima procesión hacia el templo Parroquial, … se llama la procesión de banderas. Es un acto pequeño, un signo en medio de nuestras calles, de que durante todo el año, mucha gente reza por las noches, y se reúnen una vez al año, para vivir un acontecimiento comunitario, que es expresión de la misma Iglesia diocesana.

Una vez en el templo, continuábamos con una oración comunitaria, preparatoria para la celebración de la Eucaristía, en la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo. La misa comenzó a las diez y media de la noche y fue presidida por nuestro Arzobispo, además de concelebrada por los sacerdotes de la ciudad y algunos de los que acompañan grupos de Adoradores. D. Santiago animaba la experiencia de oración ante el Santísimo en sus palabras y motivaba el gran valor que tiene reunirse como Iglesia para rezar y poner la vida ante Dios.

Al finalizar la Eucaristía arrancábamos dos largas horas de Vigilia, de oración ante el Santísimo, en dos turnos de vela. Fueron muchas las personas de la misma comunidad parroquial las que se sumaron a estos prolongados ratos de oración. Cristo en el centro de nuestras vidas y una oración que era expresión de agradecimiento, de escucha de la Palabra, de silencio y reflexión, … siempre el Señor en el centro, … y desde su vida y la vida de los testigos, hacia nuestra propia vida.


Y como es costumbre, de madrugada, a las dos de la mañana, el Santísimo salía a nuestras calles, para vivir ese otro momento de expresividad de la fe. Como si fuera la fiesta de la Octava del Corpus, vivíamos otra sencilla procesión, con las calles preparadas por los vecinos, con los altares bien distribuidos en el recorrido para situar la Custodia y poder orar y bendecir con el Santísimo, portado en brazos por los sacerdotes que vivíamos la fiesta en la calle. Y en la Ermita de Santiago, patrón de nuestra ciudad, en un bonito altar, bendecíamos los campos.

Llegábamos al templo alrededor de las tres y media de la madrugada para terminar nuestra celebración con la bendición final y el canto de la salve. Todos nos reunimos en la plaza para compartir un café o un chocolate y unos dulces. El día había que terminarlo con un buen sabor de boca y despedir agradecidamente a los que nos habían acompañado desde sus pueblos. Algunos terminamos de recoger, y estar un rato juntos cerca de las cinco y media de la mañana. Noche larga y madrugada corta, … jajajaja.

Solo una palabra: Gracias. A todos los que habéis hecho posible que esta fiesta sea inolvidable, … a los que habéis puesto tiempo, ganas, ilusiones, trabajo, … a los que nos habéis motivado para hacerlo lo mejor que hemos sido capaces, … de verdad, a todos, muchas gracias y que Dios os bendiga.