AYER COMENZÓ LA PRIMAVERA
Queridos
feligreses y amigos:
¡Muy buenos días de sábado!; día en el que la Iglesia
conmemora muy especialmente a la Virgen María, nuestra Madre. La oración del
Ángelus de hoy tiene más sentido comunitario.
¡ Bueno ¡, ¿ Cómo lo lleváis? Espero y deseo que bien
dentro de las limitaciones del espacio; pero no del tiempo, que hay que
ocuparlo para crecer, en primer lugar, en interioridad y crecimiento personal y,
en segundo lugar, en familiaridad y buen trato con los de casa. Sin olvidar a
los que día a día están dando su sabiduría, sus fuerzas y su trabajo para que
todos estemos mejor. Se merecen nuestro mejor reconocimiento y nuestra oración
por ellos.
Ayer, por la tarde, viví una de las situaciones normales
en la vida de los sacerdotes cuando me acerqué al Tanatorio a rezar y despedir
cristianamente a una hija de nuestra Parroquia. Es la tercera vez que, en estos
días de estar en casa, he tenido que acudir a vivir este servicio. Y siento el
contraste de la realidad cuando escuchas a las familias, muy poquitas personas
en la sala, decir: “con lo buena que ha
sido con todos y no poder ser despedida por ellos”. ¡Es verdad! Pero a
estas tres mujeres, Rogelia, Florencia y Consuelo, no les faltó el cariño, la
cercanía y el amor de los suyos hasta el final de sus días aquí, ni el recuerdo
de sus familiares y de sus vecinos. Siempre una mano cogida y una presencia
real junto a ellas. Con ellos, en mi pobre persona, también estaba la Parroquia
presente, rezando y ofreciendo sus vidas al Padre para que gocen ya del lugar
de los elegidos de Dios.

Sin querer, me encuentro hoy con el evangelio del día: el
fariseo y el publicano que fueron al templo a orar con dos actitudes muy
diferentes y dos formas de entender la vida completamente opuestas. El fariseo
rezaba muy seguro de sí mismo despreciando incluso a los demás y el publicano
sólo pedía perdón en su debilidad. (Lc.18, 9-14). Os invito a leer el texto y
dejarlo en vuestro corazón, … dejemos a la Palabra de Dios que ilumine nuestro
interior.
Y, me pregunto, ¿Qué nos ha pasado en nuestra sociedad
tan moderna y con tanto de todo? ¿ Qué nos pasa en nuestras relaciones más
cotidianas? ¿Qué le está pasando a nuestra Europa, sin fronteras, y que un
brexit inglés nos puso en jaque?
Traigo a colación, para iluminar esta reflexión, ciertas
actitudes del fariseo de aquel momento: hemos estado muy seguros de nosotros
mismos, muy encerrados en nuestras parcelas personales, muy invidualistas en
medio de “tanta ciudadanía”, muy refugiados en “una posible religión a la carta”,
y hemos olvidado, casi despreciado, lo que no dependía directamente de
nosotros. Nos hemos creído el centro de atención, muy superiores a los demás y
que todo depende de uno mismo. Hemos querido vivir por encima de … y no se ha
situado a la persona, especialmente a los más débiles, en el centro.
Nos encontramos ahora frente al espejo de las actitudes
del publicano: tenemos que reconocernos débiles – más ahora que nunca – porque no
olvidemos que tras esta crisis de salud llegará, y está llegando, otra
económica que nos va a exigir dar lo mejor y poner el centro de la vida a quienes
tenemos al lado y no en “tantas cosas”. El publicano, y ojalá también nosotros,
no podremos confiar sólo en nuestras fuerzas siendo humildes ante todo y ante
todos. La misma debilidad nos hace sentir la compasión de quienes nos ayudan y
la gratuidad de quienes nos sirven. Estamos en las manos de los demás, los
necesitamos y nos necesitan, con signos de misericordia y de compasión (
padecer-con el otro; ser-parte del otro).
Desde una actitud creyente nos reconocemos hijos de Dios;
sus hijos queridos, que en medio de esta debilidad le necesitamos a Él para
acompañar, salvar, y compadecerse de nuestra situación y la de los más
vulnerables. Así ha de ser nuestra oración: de reconocimiento de su amor y de
sus dones; y de nuestra debilidad que necesita del don constante de su gracia.
Por cierto, ayer comenzó la primavera: más luz, más
alegría y color, más brotes de vida a nuestro alrededor. Que sea un tiempo de
esperanza para ver, reconocer y agradecer esos brotes de vida en tantas
apuestas por un mundo más sencillo, una vida más compartida y una humanidad más
compasiva con los más débiles. ¡Hay mucho trabajo por delante y tendremos que
ponernos muy pronto manos a la obra!. De momento sigamos en nuestras casas y
obedezcamos … esta actitud de humildad es vital ahora.
Un fuerte -cada día estará más cerca el real- abrazo para
todos. ¡Nos necesitamos y Dios nos acompaña!