Queridos feligreses y amigos:
Para animar a los que siempre se quejaban de que los
lunes eran difíciles yo les decía con una pizca de humor: “¡ Tranquilos, que
pasado mañana es miércoles!”; y hoy os digo: “¡Tranquilos, que pasado mañana es
viernes y llega el fin de semana!”. Vamos a seguir viviendo estos días con toda
la paz posible y, si puede ser con una pizca de humor, mejor que mejor. ¡ Feliz
miércoles!.
Creo que estamos cayendo en la cuenta de lo diario y
cotidiano en nuestras casas; o lo apretado, acelerado y servicial que está
siendo el trabajo de muchos en estos días; incluso la vivencia de la ausencia
o del dolor; a la vez que traer constantemente a la vida la esperanza y la
misma fe, … nos están haciendo amar de verdad lo que conocemos o anhelamos. Y
que muchas veces vivimos angustiados porque usurpamos el puesto que les
corresponde a los demás; cortamos relaciones por la tontería “del qué dirán”; o
nos atamos a unas normas para justificarnos pero ni las creemos ni las vamos a aceptar
nunca; incluso usamos a Dios en determinadas ocasiones porque nos viene bien o
porque no acabamos de creer de verdad.
¿Dónde cimentamos nuestra vida? Ahora es tiempo de menos
palabras y de más gestos. Pero esta realidad nos va a tener que educar para no
olvidar ni echarla al saco cuando pase. De aquí hay que salir fortalecidos,
agradecidos, ilusionados con el futuro, más críticos con lo que oímos y
decidimos, más comprometidos con las personas, … porque va a llegar el tiempo
de los testigos, el tiempo del testimonio. Seremos testigos de lo que hemos
visto, oído y experimentado. Aquí se fundamentará en un futuro inmediato la
relación entre las personas y la relación con Dios: si transmitimos bien lo que
conocemos y amamos estaremos transmitiendo luz, vida y esperanza.

Jesús se encuentra con la dureza del corazón de sus contemporáneos
y la ausencia de fe en su persona y en su proyecto de vida. Han
escuchado su mensaje, han visto los signos que realiza, pero son incapaces de
descubrir el sentido de sus palabras y de sus signos; es más, llegan incluso a
criticar sus gestos hacia los más pobres, desprotegidos y los llamados
pecadores por la religiosidad oficial. Existe en la persona una actitud de
orgullo que empodera el ser y lo cierra a cualquier atisbo de descubrimiento de
bondad, de fe, de entrega en la otra persona. Sus contemporáneos bloquearon
toda novedad encerrados en sus discursos, discusiones y vida normativa.
Tantas y tantas veces nos quedamos en la anécdota y en
lo superficial, casi epidérmico, sin llegar a la profundidad de la vida, de las
opciones, de la misma fe. Jesús quiere
desearnos lo mejor, todo su amor y su sentido de vida puesto en las manos y en
la voluntad del Padre. Estos días son días de interioridad, de escucha, de
reflexión, de valorar la vida, … de oración; hemos de aprender a saber vivir
más y mejor seguramente con menos, pero sí con lo más necesario que es el amor
de Dios y de los demás, de los que nos quieren y rodean. Y crecer en el
testimonio de este amor recibido, fecundo, entregado.
Acudir a Dios desde la experiencia del Hijo que confía y
sabe que la fidelidad de su Padre es presencia continuada de amor. Nos
convertimos en intercesores de la debilidad de los demás, del sufrimiento del
otro, de la vida servicial de tantos hacia los que sufren. El testimonio del
creyente se muestra dejando entrever que Dios habita en los corazones de los
que acogen, entregan y dan la vida por los hermanos.
Por eso, esta situación nos ha de fortalecer para ocultar
tantas veces nuestro yo personal y que aparezca más el proyecto conjunto de una
humanidad más fraterna y abierta a dar y sembrar signos de vida, … y más
abierta al deseo profundo del amor compasivo de Dios Padre.
Me llegaba esta mañana un vídeo de mi amiga María. Es una
bonita reflexión ante este momento que estamos viviendo. Os invito a verlo y a
reflexionar también. “Las cosas que están ocurriendo nos tienen que cambiar el
prisma de la visión ante la vida y ante Dios”. Que nos sigamos cuidando;
animando a los que están en primera línea dándolo todo, y recordándonos
constantemente en la vida y en la oración. Un deseado y esperado, fuerte,
fuerte abrazo.