jueves, 26 de marzo de 2020



 ES TIEMPO DE TESTIGOS



Queridos feligreses y amigos:
Para animar a los que siempre se quejaban de que los lunes eran difíciles yo les decía con una pizca de humor: “¡ Tranquilos, que pasado mañana es miércoles!”; y hoy os digo: “¡Tranquilos, que pasado mañana es viernes y llega el fin de semana!”. Vamos a seguir viviendo estos días con toda la paz posible y, si puede ser con una pizca de humor, mejor que mejor. ¡ Feliz miércoles!.

Creo que estamos cayendo en la cuenta de lo diario y cotidiano en nuestras casas; o lo apretado, acelerado y servicial que está siendo el trabajo de muchos en estos días; incluso la vivencia de la ausencia o del dolor; a la vez que traer constantemente a la vida la esperanza y la misma fe, … nos están haciendo amar de verdad lo que conocemos o anhelamos. Y que muchas veces vivimos angustiados porque usurpamos el puesto que les corresponde a los demás; cortamos relaciones por la tontería “del qué dirán”; o nos atamos a unas normas para justificarnos pero ni las creemos ni las vamos a aceptar nunca; incluso usamos a Dios en determinadas ocasiones porque nos viene bien o porque no acabamos de creer de verdad.

¿Dónde cimentamos nuestra vida? Ahora es tiempo de menos palabras y de más gestos. Pero esta realidad nos va a tener que educar para no olvidar ni echarla al saco cuando pase. De aquí hay que salir fortalecidos, agradecidos, ilusionados con el futuro, más críticos con lo que oímos y decidimos, más comprometidos con las personas, … porque va a llegar el tiempo de los testigos, el tiempo del testimonio. Seremos testigos de lo que hemos visto, oído y experimentado. Aquí se fundamentará en un futuro inmediato la relación entre las personas y la relación con Dios: si transmitimos bien lo que conocemos y amamos estaremos transmitiendo luz, vida y esperanza.

Hoy nos dice el evangelio de San Juan: “ Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es válido. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es válido el testimonio que da de mí.  Las obras que hago dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado. ( … ) Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis.” (5, 31-47)

Jesús se encuentra con la dureza del corazón de sus contemporáneos y la  ausencia de  fe en su persona y en su proyecto de vida. Han escuchado su mensaje, han visto los signos que realiza, pero son incapaces de descubrir el sentido de sus palabras y de sus signos; es más, llegan incluso a criticar sus gestos hacia los más pobres, desprotegidos y los llamados pecadores por la religiosidad oficial. Existe en la persona una actitud de orgullo que empodera el ser y lo cierra a cualquier atisbo de descubrimiento de bondad, de fe, de entrega en la otra persona. Sus contemporáneos bloquearon toda novedad encerrados en sus discursos, discusiones y vida normativa.

Tantas y tantas veces nos quedamos en la anécdota y en lo superficial, casi epidérmico, sin llegar a la profundidad de la vida, de las opciones, de la misma fe.  Jesús quiere desearnos lo mejor, todo su amor y su sentido de vida puesto en las manos y en la voluntad del Padre. Estos días son días de interioridad, de escucha, de reflexión, de valorar la vida, … de oración; hemos de aprender a saber vivir más y mejor seguramente con menos, pero sí con lo más necesario que es el amor de Dios y de los demás, de los que nos quieren y rodean. Y crecer en el testimonio de este amor recibido, fecundo, entregado.

Acudir a Dios desde la experiencia del Hijo que confía y sabe que la fidelidad de su Padre es presencia continuada de amor. Nos convertimos en intercesores de la debilidad de los demás, del sufrimiento del otro, de la vida servicial de tantos  hacia los que sufren. El testimonio del creyente se muestra dejando entrever que Dios habita en los corazones de los que acogen, entregan y dan la vida por los hermanos.

Por eso, esta situación nos ha de fortalecer para ocultar tantas veces nuestro yo personal y que aparezca más el proyecto conjunto de una humanidad más fraterna y abierta a dar y sembrar signos de vida, … y más abierta al deseo profundo del amor compasivo de Dios Padre.

Me llegaba esta mañana un vídeo de mi amiga María. Es una bonita reflexión ante este momento que estamos viviendo. Os invito a verlo y a reflexionar también. “Las cosas  que están ocurriendo nos tienen que cambiar el prisma de la visión ante la vida y ante Dios”. Que nos sigamos cuidando; animando a los que están en primera línea dándolo todo, y recordándonos constantemente en la vida y en la oración. Un deseado y esperado, fuerte, fuerte abrazo.