lunes, 30 de marzo de 2020


YO SOY LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA

Queridos feligreses y amigos:
Ayer falté a la cita diaria para haceros llegar mis ánimos y una sencilla reflexión de la Palabra de Dios desde esta realidad de confinamiento que estamos viviendo. ¡Lo siento! Pero las circunstancias personales y de mi familia desde el sábado han sido muy tristes. Nos dejaba, de repente, mi primo Alfonso por sufrir un infarto mientras estaba, como todos, en su casa con Juani, su mujer. Desde ese momento todo se precipita  y, viviendo ese estado de asombro ante lo inesperado y de dolor, sientes como el aguijón de la muerte se clava profundamente en las entrañas y en la vida.

Volvemos a darnos cuenta de que la muerte forma parte de la vida. Que, con la misma seguridad que nacemos, sabemos que vamos a morir. Nunca pensamos en ella ni en la posibilidad de que aparezca como el ladrón que quiere arrebatar todos tus bienes. ¡Pero está ahí! No la queremos, ni la defendemos, porque creemos en la vida y, espero, que esta situación de Pandemia, nos enseñe a defender la vida en cualquiera de sus manifestaciones, icluída la opción por defender la salud del planeta tierra, nuestra casa. Y nuestros gobiernos dejen ya, de una vez por todas, de querer ocultar esta vida desde políticas de aborto, eutanasia, tanta letra mojada en cumbres de papel sobre la salud del planeta … y tengan en cuenta que “donde se potencia la política de la muerte se engendran mentes y sociedades completamente enfermas”. ¡Que no se enteran!


Pero hay que poner los pies en la tierra. El sábado sufrimos la muerte de un ser muy querido en la familia y en mi pueblo. Un hombre bueno de verdad, gran trabajador y profundamente enamorado de Juani, su mujer. Con un carácter  aparentemente fuerte, porque físicamente ha sido muy fuerte siempre, poseía una gran sencillez y se se llevaba muy bien con la gente. Mi primo, cuando tomaba una opción por algo o por alguien, la sellaba con la fidelidad hasta que se realizaba. Era un hombre de palabra. Muchas veces a su manera, pero lo daba todo.  Así se fue convirtiendo en un buen servidor, con sus bromas y chascarrillos, de la familia, comenzando por acompañar ejemplarmente, con su esposa, a su madre en la enfermedad; y a sus tíos o quien lo requería para algo. Se portaba muy bien con todos los que estaban a su lado. Profundamente cariñoso con los más pequeños. Tenía buen trato para estar con los niños. Se que algunos hoy lo van a echar mucho de menos.

Ya que tanto se habla de “la España rural vaciada” que suena más a "slogan" que al compromiso con esta verdad, fue de las personas que hizo opción por vivir en su pueblo pequeño toda la vida, sólo dejado durante el periodo del servicio militar y su ingreso hace once años cuando vivió una operación de corazón. ¡Siempre vivió en su pueblo! Tenía muy claro que este era su lugar; y como hay que hacer algo por los demás, aquí se entregó por entero a su querido Club Deportivo Don Álvaro, de la mano de los que son y han sido sus mejores amigos.

Deja un hueco grande entre nosotros. Desde el sábado yo me siento más desprotegido. “Yo era el primo pequeño”y él mi protector; con su permiso en mi infancia para acompañarle a todos sitios y ser su diana fácil para hacerme rabiar cada vez que quería, a la vez que aprender mucho a su lado. Con el tiempo me convertí, en muchas cosas, en su confidente. Lo sentía muy cerca en la distancia; y respetaba todas mis opciones, desde que estaba estudiando en el Seminario, como en mi vida ministerial. Muchas de ellas no las entendió nunca, pero las respetaba y presumía de su primo cura.

Fue un día difícil y duro. La muerte desconcierta aunque mantenemos la fe en la vida eterna en la que Dios nos abraza para siempre y da plenitud a nuestra vida. El valor de la vida, aunque sabemos que no está en los años, lo acogemos en la capacidad de amar y de ser amado. Damos gracias porque entonces fue afortunado.

Pero queda una experiencia de desaliento ante estas circunstancias del estado de alarma. La herida más grande que se está abriendo en las familias que pierden a un ser querido está siendo el momento de su entierro. Que nadie pudiera estar al lado de Juani, tan sólo sus hermanos y cuñados, pero ni sobrinos, tíos, primos, sus muchos amigos, … crea un desconsuelo brutal. Se palpa la soledad y la debilidad. Nadie que pueda abrazar tu dolor y consuele tus lágrimas; que te de aliento con las pocas palabras que salen en estas circunstancias pero acompañando con la presencia; que te veas privado de los mas cercanos y los que te quieren de verdad. Esta realidad se está convirtiendo en una herida social que va a necesitar mucho bálsamo humano y cristiano.


En el pequeño cementerio de mi pueblo viví este momento tan difícil y duro, como tantas miles de personas en nuestro país. Juani, cuñados y sobrinos y algunos primos, acompañado por D. Diego Isidoro, el párroco, hice lo que pude: querer mantener tranquilidad y serenidad, y buscar paz en Dios. No hay palabras para este desconsuelo. Vamos a tardar mucho tiempo en nuestra sociedad para digerir estas realidades que se están convirtiendo en habituales desgraciadamente; y tendremos que aprender que, desde la fe o sin ella, es y debe ocupar el centro el mismo ser humano. Y aprender a dignificar toda vida humana.

Por esta misma razón no vamos a olvidarlos, … no vamos a olvidar a Alfonso por estas circunstancias. Nos reuniremos, rezaremos y estaremos juntos celebrando su vida junto a su esposa y todos los seres queridos con los que él compartió su vida. Y sanaremos esta herida  con unción humana y por supuesto espiritual.

Quiero animar mi vida desde el evangelio;  Jesús nos invita constantemente a vivir desde esta llamada: “ Yo he venido a que tengáis vida y vida abundante”. (Jn 10, 10b). Ayer anticipábamos el viernes santo en la muerte de mi primo deseando poder experimentar y celebrar el auténtico consuelo de la Pascua del Resucitado: “No busquéis entre los muertos al que vive; no está aquí. Ha resucitado”. ( Lc 24, 5). Y lo encontraremos vivo en las personas a las que amó de corazón; en todo cuanto hizo por los demás; en el abrazo y en la alegría que entregó; en cuanto sirvió gratuitamente; en lo mucho que trabajó; en el recuerdo agradecido de cuanto vivimos con él; … y en la mesa fraterna – en la Eucaristía – en la que nos sentamos para alimentarnos de Jesús y que Él sea nuestro pan de cada día y nuestra fortaleza para caminar y acompañar en la esperanza.

Os deseo un feliz lunes. Rezo para que remita esta situación social tan dura; y que podamos darnos ese gran abrazo que nos hemos prometido. ¡Os quiero!