¡ ARROJAD LA RED, …
ES EL SEÑOR !
Queridos feligreses
y amigos:

Estos días de
Pascua nos están adentrando poco a poco en la experiencia pascual de los
primeros testigos de Jesús. Son pasajes evangélicos muy llenos de gestos,
palabras y actitudes que orientan la respuesta cristiana en el seguimiento de
Jesús. Están muy bien elaborados para animar la vida de aquellos primeros
cristianos, en la mayoría de los casos, perseguidos y sometidos a sufrimientos.

Lo que
aparentemente había terminado para aquel grupo necesita un comienzo nuevo. En
una ocasión Jesús los llamó a ser pescadores de hombres en el mar de altura de
la vida. Contentos aceptaron aquella misión y se marcharon con Él. Después de
lo ocurrido han vuelto a la pesca "de pecera" en aquel pequeño lago, llorando la ausencia y ahogando en sus aguas toda señal de esperanza.
De nuevo es Jesús
quien va en su busca; de nuevo es Él quien volverá a estar con aquel grupo. Los
encuentra junto al lago, después de una mala noche y una mala pesca. Sin Él no
han vuelto a ser ellos mismos. Una mala pesca con las redes vacías: donde se
esperó llenar las redes ahora están vacías. Cuando el
Señor no está todo se ve y se vive de diferente manera. Las redes vacías son
símbolo, tantas y tantas veces, de que vivimos situaciones que nos adentran en la noche espiritual, llena
de nubarrones y oscuridades, sin ver nada de luz, y nos hacen experimentar la
fragilidad en la vida; se nos rompen los proyectos de futuro.
Jesús llega al
amanecer, al romper la luz y el alba. El cansancio y la decepción hacen que no
lo reconozcan. Pero reciben una invitación: ”echad la red y encontraréis
pescado”; aún les queda algo de confianza y de fuerzas: la echan y acontece una
pesca milagrosa y abundante. Ya está Jesús otra vez en sus vidas y en el grupo.
Lo reconocen y lo
confiesan: “¡Es el Señor!”. Esta es
la exclamación más profunda de nuestra
fe pascual; una fe que lo reconoce y lo descubre vivo junto a nosotros; vivo en
medio de lo cotidiano y de la rutina. Esta afirmación rompe la desilusión y la
desconfianza; cambia la tristeza en fiesta, … la nada en todo. Ya está de nuevo
en medio de ellos. La luz vence a la oscuridad; aquella pesca cansina e
infructuosa en prometedora; el cansancio
vencido por la confianza y el impulso; y la ausencia de fe por la certeza: “Él
está con nosotros”. ¡Cuánto bien nos hace esta afirmación: es el Señor! Y reconocerlo
para amarlo y para seguirlo, aunque nuestros ojos estén aún con las lágrimas de
la desolación, y la rutina nos sumerja en el cansancio de lo cotidiano.

Os deseo paz en el
corazón. Sintamos la llamada del Señor y respondamos con confianza y
generosidad: “¡Echamos las redes de la vida porque Tú eres el Señor!”. Un
gradísimo abrazo, aún en la distancia.