RENOVADOS Y
ENVIADOS POR ÉL
Pongamos la mente,
el corazón, el ánimo y la misma vida en las manos de Dios y acudamos a Él con
nuestra oración para pedir por los enfermos, por los que nos cuidan y velan por
nosotros y tantas personas que, con su trabajo y entrega, nos están ayudando a
salir de esta situación. Los días se van sumando y es lógico que se mermen las
fuerzas y los ánimos en nuestros hogares. ¡Seamos fuertes y ayudemos a quienes
más lo necesitan con nuestra presencia o con una llamada de teléfono!. Y
recemos por todos los que han fallecido para que Dios los abrace y los siente
en la mesa del cielo con abundancia de bienes eternos.
Los primeros
testigos de la fe no lo tuvieron nada fácil. En muchas ocasiones hacemos un
dibujo muy rápido de sus vidas; y pensamos que, una vez entendido en hecho de
la resurrección de Jesús, ya todo fue coser y cantar. ¡Nada de nada! No había,
y esto es cierto, dureza de corazón en ellos, pero sí ausencia de esperanza.
Les había llegado el testimonio de María Magdalena y no la creyeron; llegó a
ellos la experiencia de aquellos caminantes de Emaús y casi tampoco. Tienen
muchas reticencias a creer y es porque están muy heridos en sus sentimientos y
en lo que han visto y comprobado. Así lo podemos leer en el pasaje evangélico
de hoy ( Mc 16, 9-15) Incluso Jesús pone de manifiesto su incredulidad por no
creer a los que lo habían visto resucitado.

Es el Señor quien
sale al encuentro de nuestra vida como llamó a aquellos pescadores del Lago de
Tiberiades; vuelve a ser Él quién busca y quien los sorprende de nuevo. Lo
renueva todo desde el saludo: “paz a
vuestro corazón; ¿porqué surgen dudas en vuestro interior?”. Aquí renace la propuesta, jamás una
imposición, porque la fe se testimoniará en los hechos y en los signos de los
que se han encontrado con Jesús resucitado. Nuestra oración debe ser que el
Señor nos aumente la fe para que nos acompañe su presencia y los signos de la
Resurrección. Esta misma fe nos llevará a la misión, nos lleva hacia los demás:
“Id al mundo entero y proclamad el
evangelio a toda la creación”.
Quiero recordar que
fue F. Nietzsche quien dijo que “él se
vería obligado a creer si descubriera en el rostro de los cristianos la alegría
del Resucitado”. Este toque de atención nos llega de uno de los padres del
ateísmo moderno. En parte es verdad porque no podrás transmitir ni alegría ni
esperanza si no te has encontrado en tu vida con Jesús y lo has situado en el
centro de tu ser.

¡Ánimo y feliz
sábado! ¡No estamos solos! Nos acompaña siempre el Resucitado. Acudamos hoy a
María, ella es madre de esperanza. Un sentido y fuerte abrazo, … el día que nos
dejen habrá que instituir el día del abrazo fraterno.