sábado, 18 de abril de 2020


RENOVADOS Y ENVIADOS POR ÉL


Queridos feligreses y amigos:
Pongamos la mente, el corazón, el ánimo y la misma vida en las manos de Dios y acudamos a Él con nuestra oración para pedir por los enfermos, por los que nos cuidan y velan por nosotros y tantas personas que, con su trabajo y entrega, nos están ayudando a salir de esta situación. Los días se van sumando y es lógico que se mermen las fuerzas y los ánimos en nuestros hogares. ¡Seamos fuertes y ayudemos a quienes más lo necesitan con nuestra presencia o con una llamada de teléfono!. Y recemos por todos los que han fallecido para que Dios los abrace y los siente en la mesa del cielo con abundancia de bienes eternos.

Los primeros testigos de la fe no lo tuvieron nada fácil. En muchas ocasiones hacemos un dibujo muy rápido de sus vidas; y pensamos que, una vez entendido en hecho de la resurrección de Jesús, ya todo fue coser y cantar. ¡Nada de nada! No había, y esto es cierto, dureza de corazón en ellos, pero sí ausencia de esperanza. Les había llegado el testimonio de María Magdalena y no la creyeron; llegó a ellos la experiencia de aquellos caminantes de Emaús y casi tampoco. Tienen muchas reticencias a creer y es porque están muy heridos en sus sentimientos y en lo que han visto y comprobado. Así lo podemos leer en el pasaje evangélico de hoy ( Mc 16, 9-15) Incluso Jesús pone de manifiesto su incredulidad por no creer a los que lo habían visto resucitado.

En muchas ocasiones sólo creemos lo que nos entra por los sentidos y se queda corta la misma esperanza; otras veces nacen dudas sobre la existencia de Dios y más fuertes cuando nos enfrentamos con el sentido del mal y el sufrimiento en el mundo; también hoy nos cuesta vivir una auténtica transmisión de la fe en las familias y en otras facetas de la vida como son la juventud, el mundo del trabajo, los medios de comunicación, … Creo que vivimos una fe muy de puertas para adentro en los templos y no sale bien parada en los areópagos del mundo actual. Nos deberíamos hacer preguntas con sentido de vida: ¿Cómo transmitir y contagiar el regalo de la fe? ¿Cómo hacer que crezca la confianza en el amor de Dios? ¿Aportar menos palabras y más experiencia de vida?

Es el Señor quien sale al encuentro de nuestra vida como llamó a aquellos pescadores del Lago de Tiberiades; vuelve a ser Él quién busca y quien los sorprende de nuevo. Lo renueva todo desde el saludo: “paz a vuestro corazón; ¿porqué surgen dudas en vuestro interior?”.  Aquí renace la propuesta, jamás una imposición, porque la fe se testimoniará en los hechos y en los signos de los que se han encontrado con Jesús resucitado. Nuestra oración debe ser que el Señor nos aumente la fe para que nos acompañe su presencia y los signos de la Resurrección. Esta misma fe nos llevará a la misión, nos lleva hacia los demás: “Id al mundo entero y proclamad el evangelio a toda la creación”.

Quiero recordar que fue F. Nietzsche quien dijo que “él se vería obligado a creer si descubriera en el rostro de los cristianos la alegría del Resucitado”. Este toque de atención nos llega de uno de los padres del ateísmo moderno. En parte es verdad porque no podrás transmitir ni alegría ni esperanza si no te has encontrado en tu vida con Jesús y lo has situado en el centro de tu ser.

Por eso hoy nos quedamos con esta llamada: vive el evangelio como una buena noticia para ti y descubre el bien que te hace. Es algo muy grande que comienza en el corazón de quien escucha al Señor y se convierte en un encargo. Somos enviados por el Señor no para ir de paseo, ni para echar el día, ni dar un rato de tu tiempo a alguna tarea eclesial. ¡No somos cristianos algunos minutos al día! Es salir de uno mismo y ponerse en marcha; dejar muchos montajes personales realizados a nuestra imagen y entregarse a vivir y a compartir la nueva vida de Jesús. Hay que  experimentar que no vas sólo, te acompaña la comunidad; y Él, el Señor, lleva la iniciativa porque va por delante; es trabajar por construir, desde la alegría, la entrega y la esperanza, el Reino de Dios en esta parcela de tu vida.

¡Ánimo y feliz sábado! ¡No estamos solos! Nos acompaña siempre el Resucitado. Acudamos hoy a María, ella es madre de esperanza. Un sentido y fuerte abrazo, … el día que nos dejen habrá que instituir el día del abrazo fraterno.