jueves, 30 de abril de 2020


EL PAN DE VIDA ALIMENTA Y FORTALECE LA FE

Queridos feligreses y amigos:
Casi sin darnos cuenta se nos está terminando el mes de abril. Queremos mantener la mirada en el futuro esperando que sea mejor; y hacer propósito de estar cerca de los demás, de sus preocupaciones y necesidades; de sus situaciones concretas que pasan por ser también las nuestras; apelando constantemente a la responsabilidad tanto personal como ciudadana. Este virus lo paramos entre todos, pero todos tenemos que ser responsables en los espacios de la vida, tanto en el hogar, en el trabajo y en los lugares públicos. Os deseo de corazón un feliz día.

La liturgia de hoy nos vuelve a adentrar en el largo capítulo seis del evangelio de San Juan (Jn 6,44-51). Seguimos profundizando en el discurso de Jesús sobre el Pan de Vida. Somos conscientes que necesitamos el alimento diario del pan material para vivir, y de otros “muchos panes” que nos dan dignidad en esta vida: sabiduría, sanidad, familia, cercanía, compasión, trabajo, … Todas estas realidades son necesarias para el crecimiento y el desarrollo de la vida. Deberíamos vivir todos procurando que a nadie le falten estos dones necesarios en su vida.

Pero hoy, me quiero parar en dos frases concretas de este pasaje evangélico: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre” . Podemos aclarar esta frase diciendo que nadie puede llegar a Jesús si Dios Padre no lo lleva hacia Él. Nos adentramos en el tema de la fe. Para llegar a Jesús, y descubrirlo en nuestra vida, necesitamos la fe. Un descubrimiento que no es saber más sobre Él; ni dejar una idea permanente en mi memoria a modo de recuerdo que sirve para vivir. Necesitamos descubrirlo como el que camina junto a nosotros y nos lleva hacia el encuentro con el Amor del Padre y la donación en la vida de nuestros hermanos.

Recordamos que la fe es un don de Dios, es un regalo del Padre; entregado con gratuidad como se entrega cualquier signo de amor o de compasión. Es el mismo Dios quien sale a nuestro encuentro en medio de la vida;  es Él quien llama y lleva la iniciativa respetando nuestra libertad en la respuesta; es Él quien invita y cuenta con nosotros sin imponer nada. Esta fue la experiencia de la fe de los discípulos: llamados en un momento determinado de sus vidas; respondieron al seguimiento de Jesús y se fueron alimentando de su palabra y de sus signos; vivieron la experiencia de una fe que se quedó desalentada, sin fuerzas; y la experiencia del Crucificado que había resucitado les lleva al testimonio de la misma, dispuestos a entregar su vida. Todo un proceso de llamada, descubrimiento, aceptación, dudas, entrega, … desde el don recibido en la libertad humana.

La fe nos lleva a encontrarnos con Jesús que se entrega: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre”. Con su amor por la humanidad rompió las ataduras de la muerte y nos abrió las puertas de la vida. Necesitamos este otro alimento en nuestra vida cristiana. El alimento que fortalece nuestra experiencia de fe, nuestra espiritualidad, nuestro testimonio, nuestra entrega cotidiana.

Cuando hablo con gente joven, y no tan jóvenes, sobre las opciones y decisiones que muchas veces hay que tomar en la vida, me gusta recordar que serán mejor tomadas y más ciertas, cuando las pongamos a los pies del Sagrario; si buena y necesaria es la oración, tenemos que esforzarnos por vivir con más profundidad la oración eucarística.   Nos tenemos que dejar acompañar por Jesús sintiendo muy necesario en nosotros el valor profundo de la Eucaristía.

El Pan de la Vida nos alimenta y nos une en su amor fiel; es nuestro alimento de espiritualidad y nuestra fortaleza en la vida cristiana. La vida cristiana se alimenta en la Eucaristía y nos lanza a un auténtico y verdadero ejercicio de la caridad con nuestros hermanos. Os deseo un día muy feliz, esperando con ansiedad el momento de estar juntos. Nos seguimos recordando en la oración. Un fuerte abrazo muy virtual, …