sábado, 11 de abril de 2020


EN  SILENCIO Y EN  TENSA  ESPERA



Queridos feligreses y amigos:
Estamos en el sábado santo. Hoy es un día de duelo. Ayer dejábamos al Señor en el sepulcro y lo sellábamos con la piedra. Queda la sensación de la ausencia, de la pérdida, del recuerdo, de la nostalgia. Vivimos la misma sensación en la liturgia que ocurre en nuestra vida cuando nos separamos de los seres queridos. Nos sumimos en la tristeza y buscamos, incluso acompañados, los momentos de soledad en nuestro interior.

Por eso hoy todo es silencio. Dios está en silencio. Los apóstoles, su madre y las mujeres que acompañaban al grupo sienten la ausencia del Señor en sus vidas. Se adentran y nos adentramos en el misterio de la muerte del Hijo de Dios. La comunidad cristiana vela junto al sepulcro, meditando  la pasión y la muerte. En el centro una Cruz desnuda, … sólo los maderos.

Y la misma Palabra encarnada, que anunciaba una buena noticia y que sembraba el reino del Padre está en el sepulcro. ¿Dónde permanece la fuerza de su vida? Los que estaban con Él han vuelto al Cenáculo pero llenos de miedo y de temores porque el Señor ya no está en el centro. También llenos de vergüenza porque salieron corriendo y le abandonaron.

Muchas veces tenemos la sensación de que nos rodea un mundo de palabras y palabras. Algunas nos hacen mucho bien, otras las oímos y no prestamos atención; otras, la mayoría, se pronuncian casi sin sentido y, lo peor, sin sentimiento; y existen las que sólo se dicen para hacer daño. Nos falta la sensación del Silencio; y este es el que reina hoy en nuestra liturgia. Nos da miedo adentrarnos en él porque seguramente se quedarán al descubierto muchos de nuestros miedos, recelos y temores; y las buenas palabras que pudimos compartir y las callamos.

Alguna vez en la vida hemos sido testigos en primera persona o en quienes nos rodean de realidades en las que no encontramos respuestas; o situaciones de dolor ante las que no sabemos qué decir, … es la sensación de un silencio que hiere nuestras entrañas. Palpamos lo que los místicos definen como el Silencio de Dios.

Vivimos una realidad difícil, de falta de salud en el planeta; tenemos con síntomas de enfermedad a la misma tierra, … y sabemos que, mientras antes mejor, esta Pandemia pasará. Nos adentramos en la oquedad de la roca que ha sepultado a la Vida, porque la Palabra está en el sepulcro. Pero la vida gastada de Jesús ya nos educa. Él lo dio todo por un mundo y una humanidad mejor y así se entregó por completo. Nos tenemos que poner en pie y lanzarnos a la construcción de un mundo mejor y una humanidad más reconciliada y fraterna. Si permanecemos junto al sepulcro, y queremos oír, hasta las piedras comienzan a gritar ya: “es posible un mundo mejor porque renace la esperanza”.

En el centro de la vida cristiana hoy también situamos a María; anoche era para nosotros la Madre de la Soledad. Hay mucho dolor en María junto a la tumba de su Hijo. Pero Ella nos ayuda para que venza en nosotros el Amor que es el que da sentido a todo; y  hará que esta espera en la promesa del Padre mueva la piedra de nuestras ausencias para encontrarnos con el Señor de la Vida.

Hasta la Vigilia de las vigilias aguardamos junto a la Cruz en la que el Hijo entregó su vida, … ya queda menos, mantén viva la esperanza. Os deseo de corazón un día tranquilo,con paz y lleno de una tensa espera. Abrazos virtuales.