EN SILENCIO Y EN TENSA ESPERA
Queridos feligreses y amigos:
Estamos en el sábado santo. Hoy es un día de duelo. Ayer
dejábamos al Señor en el sepulcro y lo sellábamos con la piedra. Queda la
sensación de la ausencia, de la pérdida, del recuerdo, de la nostalgia. Vivimos
la misma sensación en la liturgia que ocurre en nuestra vida cuando nos
separamos de los seres queridos. Nos sumimos en la tristeza y buscamos, incluso
acompañados, los momentos de soledad en nuestro interior.
Por eso hoy todo es silencio. Dios está en silencio. Los
apóstoles, su madre y las mujeres que acompañaban al grupo sienten la ausencia
del Señor en sus vidas. Se adentran y nos adentramos en el misterio de la
muerte del Hijo de Dios. La comunidad cristiana vela junto al sepulcro,
meditando la pasión y la muerte. En el
centro una Cruz desnuda, … sólo los maderos.
Y la misma Palabra encarnada, que anunciaba una buena
noticia y que sembraba el reino del Padre está en el sepulcro. ¿Dónde permanece
la fuerza de su vida? Los que estaban con Él han vuelto al Cenáculo pero llenos
de miedo y de temores porque el Señor ya no está en el centro. También llenos
de vergüenza porque salieron corriendo y le abandonaron.

Alguna vez en la vida hemos sido testigos en primera
persona o en quienes nos rodean de realidades en las que no encontramos
respuestas; o situaciones de dolor ante las que no sabemos qué decir, … es la
sensación de un silencio que hiere nuestras entrañas. Palpamos lo que los
místicos definen como el Silencio de Dios.
Vivimos una realidad difícil, de falta de salud en el
planeta; tenemos con síntomas de enfermedad a la misma tierra, … y sabemos que, mientras antes
mejor, esta Pandemia pasará. Nos adentramos en la oquedad de la roca que ha
sepultado a la Vida, porque la Palabra está en el sepulcro. Pero la vida
gastada de Jesús ya nos educa. Él lo dio todo por un mundo y una humanidad
mejor y así se entregó por completo. Nos tenemos que poner en pie y lanzarnos a
la construcción de un mundo mejor y una humanidad más reconciliada y fraterna.
Si permanecemos junto al sepulcro, y queremos oír, hasta las piedras comienzan
a gritar ya: “es posible un mundo mejor porque renace la esperanza”.
En el centro de la vida cristiana hoy también situamos a
María; anoche era para nosotros la Madre de la Soledad. Hay mucho dolor en
María junto a la tumba de su Hijo. Pero Ella nos ayuda para que venza en
nosotros el Amor que es el que da sentido a todo; y hará que esta espera en la promesa del Padre
mueva la piedra de nuestras ausencias para encontrarnos con el Señor de la
Vida.
Hasta la Vigilia de las vigilias aguardamos junto a la
Cruz en la que el Hijo entregó su vida, … ya queda menos, mantén viva la
esperanza. Os deseo de corazón un día tranquilo,con paz y lleno de una tensa
espera. Abrazos virtuales.