viernes, 24 de abril de 2020


LA GRATUIDAD MULTIPLICA LO MÁS PEQUEÑO

Queridos feligreses y amigos:
De nuevo otro día ante nosotros. Hoy ya es viernes y seguramente estaríamos muy ocupados en este último fin de semana del mes de abril. En plena primavera estarían las celebraciones de bodas, primeras comuniones o bautizos, estar en el campo que muestra sus mejores galas en este tiempo, pasear acompañados, poder estar en una terraza tomando algo y conversando, … ¡todo llegará!, ahora nos toca ser responsables y aprovechar esta situación para crecer como personas y como cristianos.

La liturgia de hoy nos presenta un texto apasionante: el relato de la multiplicación de los panes y los peces en el evangelio de San Juan (Jn 6, 1-15). Me viene a la memoria la anécdota de un gran amigo mío que, cuando escucha este pasaje, siempre dice con buen sentido del humor que Jesús fue el que se inventó “la feria de la tapa”, por ser capaz de repartir cinco panes y un par de peces entre la gran multitud que se había congregado en torno a Él. Me trae buenos recuerdos, y algún momento de nervios, al leer este evangelio en la celebración dominical cuando él se encuentra presente. ¡Peligro, puede haber risa incontrolable!

Pero lo cierto es que es un evangelio precioso. San Juan refleja la experiencia de una comunidad iniciada en la fe que descubre el seguimiento de Jesús en la vida por su enseñanza y por los signos que realizó; y este gozó de mucha importancia entre todos los seguidores de Jesús.

Otra vez se encuentra Jesús en torno al lago de Galilea. Este es el lugar de la llamada a los apóstoles para ser “pescadores de hombres”. Es un lugar muy especial para Jesús porque aquí comienza su vida de servicio y de anuncio del Reino de Dios. Se encuentra cómodo y acogido en este lugar, distante en las formas de la religiosidad oficial del templo de Jerusalén. Por su enseñanza, por los signos que realiza, por su forma de ser y de hablar, es seguido ya por muchas personas. Llegan a un monte alto cerca del lago. Él se sienta, como lo hacían los maestros, y abre el “cofre de su sabiduría” para enseñar, educar, presentar otra actitud ante Dios y ante los demás; habla al corazón de sus oyentes y acerca sus vidas, muchas cansadas y agobiadas, otras tristes y desangeladas, algunas sumidas en pobreza y en debilidades, para presentar el proyecto del amor de Dios: un Dios que ama y que es profundamente misericordioso y compasivo.

Pero a Dios se le predica mejor con el estómago lleno que vacío. Jesús observa el hambre de aquellos que habían acudido a escucharle. Necesitan comer y hay que hacer algo por ellos. Jesús está inmerso en aquella realidad que le rodea. Los ama y los atiende en todas las facetas de sus vidas. Observa una necesidad básica: ¡tienen que comer o se desvanecerán en la vuelta a sus casas! Felipe es el primero que le hace ver que no tienen dinero: no pueden comprar pan para tantos. Jesús lo sabe.

Andrés observa una pequeñez que tiene un joven: cinco panes y dos peces, pero ¿qué es eso para tantos? Jesús les va a ayudar a descubrir un camino diferente: el de la donación gratuita y el compromiso servicial con los más pobres. Pero antes que nada, es necesario que nadie acapare lo suyo para sí mismo si hay otros que pasan hambre. Sus discípulos tendrán que aprender a poner a disposición de los hambrientos, de los demás, lo que tengan, aunque sólo sean “cinco panes de cebada y un par de peces”. Sencillamente, lo gratuito se multiplica. Lo pequeño es como la levadura que no se nota pero es necesaria para que fermente toda la masa. Lo poco que uno pueda dar o hacer por el hermano hay que hacerlo. No se puede guardar porque se apolilla y se pierde.

La actitud de Jesús es la más sencilla y humana que podemos imaginar. En este día y ante esta realidad de pandemia mundial, ¿quién nos va enseñar a nosotros a compartir si antes no hemos escuchado a quienes nos necesitan? ¿quién nos va a liberar de nuestra indiferencia si no atendemos la necesidad de quien tenemos al lado? ¿por qué tanto criticar si no estamos dispuestos a ofrecer y arrimar el hombro? ¿se producirá algún día ese "milagro" de la solidaridad real entre todos?

Jesús piensa en Dios. La Madre Tierra, y todo lo que necesitamos, y nos alimenta son regalos de Dios destinados a la humanidad. No podemos privar a los demás de lo que necesitan haciendo oídos sordos porque yo ya tengo lo mío para vivir. Desde este evangelio y ante esta realidad tenemos que salir fortalecidos para poder vivir el compromiso por una humanidad menos necesitada y más capacitada para compartir.

Tengamos los oídos muy atentos en esta época. Hay muchas personas que nos van a necesitar o las vamos a necesitar. Al compartir la Eucaristía salimos fortalecidos para compartir también con los más pobres. Lo pequeño ofrecido gratuitamente siempre se multiplica. Os doy un fuerte abrazo, muy virtual todavía y miles de saludos a raudales.